El quedado
Francisco Febres Cordero
Una vez que el juez le vinculó al Glas en el caso Odebrecht y le dijo que no podía salir del país, todo ha sido felicidad. Porque podía decirle también que se quede en el país, pero en la cárcel. Le dejó libre en consideración a que tiene un grupo de escoltas que, agilitos, bien pilas, le van a cuidar en caso de que quiera huir; además, cuando vuela, vuela en los aviones de la FAE y esos no salen del país y cuando maneja su camioneta, no vuela.
¿Ya entienden por qué es la felicidad? El juez no le dictaminó ni siquiera prisión domiciliaria, ni le dijo que se vaya a Miami a acompañarle al Pólit, para quien sí dictaminó prisión domiciliaria. ¿En Miami? Eso ya no entendí mucho, francamente. Pero que dictaminó, dictaminó.
Como no le impusieron otra restricción, el abogado del Glas dijo que su defendido “no ha perpetrado actos delictivos ni en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro”. ¡Qué lúcido el abogado! Pero, sobre todo, ¡qué visionario! Con razón le convenció al juez porque si su defendido no ha cometido actos delictivos en el futuro, ¿cómo le va a meter preso?
Y entonces el Glas siguió en su tarea (la única que le queda, pobrecito) de dar entrevistas a los medios internacionales. Pero no pues fuera del país, sino adentro. Es que creo que en lugar de ponerle esos grilletes electrónicos, le pusieron micrófonos y él comenzó a hablar sobre su inocencia, para que el mundo conozca que aquí es víctima de un linchamiento mediático y que, sin pruebas, los medios de comunicación lo han declarado culpable cuando él es el más honrado de todos los honrados, el más impoluto, el más implagiado de su tesis de grado. Y repitió su cantaleta de que nadie se ha compadecido de sus angustias ni de la tortura por la que no solo ha pasado él, sino su esposa, sus hijos, su madre.
¿No les da ternura? ¡Qué insensibles que son! Ah, es que ustedes dicen que en la lista de sus familiares que sufren se olvidó del tío que, pobrecito, él sí está preso en prisión domiciliaria pero no pues en Miami, sino aquí. Pero yo les preguntaré ¿y por qué tiene que nombrarle al tío? ¿Por qué?, si él dice que con el tío se veía solo una vez al año, en Navidad, en que el tío se disfrazaba de Papá Noel, creo, y le llevaba en su costal los regalos que había venido trayendo de las lejanas tierras españolas, brasileñas, chinas donde viajaba como representante oficial: hidroeléctricas, refinerías, carreteras, trasvases, todo le traía a su sobrino. Después no se volvían a ver hasta la próxima hidroeléctrica. ¡Ay no, qué bruto!, hasta la próxima Navidad, quise decir.
Lo cierto es que el Glas, en cada linchamiento mediático que le hacen, insiste en que no hay pruebas que lo señalen como corrupto. Y cierto ha de ser, porque dice que no sabía nada, que qué culpa tiene que los malos hayan robado, hayan cobrado coimas, comisiones, porcentajes en su nombre, que lo citen en conversaciones, que lo llamen Vidrio, que sus iniciales aparezcan en correos electrónicos, que todos los dedos apunten hacia él.
Qué culpa tiene que lo acusen si él es el más incorruptible en el futuro y por eso no se irá de este país al que saquearon otros a su nombre, pero solo en el pasado. (O)
DIARIO EL UNIVERSO
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