domingo, 26 de abril de 2020

SHOCK MUNDIAL
La propagación del coronavirus avanza, a la fecha son ciento ochenta y cuatro países, de los ciento noventa y cuatro existentes, los que reportan contagiados. Paralelamente a la emergencia sanitaria, se multiplica el desempleo y la economía está infartada.
De tales proporciones es el shock que las previsiones relativas calculan la pérdida de USD. 9 billones en el planeta, pues cada mes de cuarentena se reduce en 2% el Producto Interno Bruto mundial. Es decir, si la riqueza se repartiera a todos por igual, cada ser humano, incluso quienes nacerán en este año, perdería USD. 1160.
Es evidente la tendencia recesiva de la economía, ésta crisis es más grave que la ocurrida en el 2008, año en que grandes bancos colapsaron y los Estados asumieron esas quiebras. Incluso hay expertos que comparan a la actual crisis con la peor del capitalismo sucedida en 1929, llamada la Gran Depresión.
Pero el covid-19 es sólo el detonante de la enfermedad, antes el sistema ya tenía peligrosos trastornos como la desigualdad social, la abultada deuda externa de los países y las bajas tasas de crecimiento (especialmente en los países de la Unión Europea) que empujaban al mundo a la crisis.
Esta tendencia recesiva conlleva varias afecciones en cada país, pero el tamaño de los efectos guarda proporción a las respuestas adoptadas por los gobiernos. Probablemente los aprietos serán mayores en México, Brasil y los Estados Unidos, naciones en las que sus presidentes minimizaron al virus y ahora son epicentros de la pandemia; otro cantar son los países del Asia Oriental (China, Singapur, Taiwán, Japón, Corea) cuyas políticas públicas fueron más eficaces para atenuar el covid-19.
Los hechos clasifican al Ecuador en el primer grupo de países. Más allá de la propaganda gubernamental, las medidas para combatir a la pandemia son insuficientes y los planteamientos para enfrentar la crisis afectan los intereses del pueblo y siguen conservando los beneficios de las élites.
Prueba de ello es la continuidad en el pago de la deuda externa y la inacción frente a la fuga capitales, aún a riesgo de que la dolarización fracase. Los ricos festejan, mientras los trabajadores son despedidos y los salarios se reducen. El pueblo sufre hambre, le amenazan con encarecer los combustibles y con incrementar los impuestos.
Francisco Escandón Guevara
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Francisco Escandón, análisis de coyuntura de Ecuador en tiempos de COVID

Mariana Velasco, UNP Ecuador, la prensa y el COVID

viernes, 24 de abril de 2020

Salvador Macip (Blanes, 1970) es doctor en Genética Molecular y Fisiología Humana. Actualmente es médico investigador de la Universidad de Leicester (Inglaterra) y de la UOC. Antes pasó nueve años en el hospital Mount Sinai de Nueva York, donde estudió el funcionamiento del sistema inmune y las infecciones. Tiene un extensa bibliografía entre la que destaca una obra, Las grandes epidemias modernas (Destino), que diez años después de su publicación vuelve a reeditarse con una primera parte dedicada a la COVID-19.
¿A alguien que ha publicado un libro titulado Las grandes epidemias modernas le ha sorprendido la pandemia provocada por el coronavirus?
No, porque ya en el libro, pero incluso antes, ha habido muchos expertos que avisaban de que esta era una posibilidad. No sabíamos cuándo pasaría pero sabíamos que la posibilidad existía. La OMS ya hacía tiempo que había alertado de que debíamos prepararnos para un virus nuevo que podía dar lugar a una pandemia e incluso le puso nombre llamándola la enfermedad X. Sabíamos qué podía pasar, lo que no sabíamos era con qué virus y esto sí ha sido una cierta sorpresa porque los coronavirus no eran los sospechosos habituales para provocar este tipo de pandemia.
Cuando escribió el libro, hace 10 años, señaló que las cuatro plagas actuales son la gripe, el sida, la malaria y la tuberculosis. ¿Debemos añadir el coronavirus?
Todavía sería prudente. Es evidente que cuando ha entrado en escena ha creado mucho caos, como siempre pasa cuando aparece un virus nuevo con estas características, pero todo dependerá de cómo consigamos controlarlo. Si logramos construir una buena inmunidad entre la población, ya sea con una buena vacuna o superando la infección, este virus pasará a la lista de los muchos que tenemos que están controlados, como puede ser la poliomielitis o el sarampión. Pero si no logramos una inmunidad como la que necesitamos, tendremos más problemas para controlarlo, puede que se convierta en estacional y, como el de la gripe, vuelva cada año y provoque pequeñas epidemias. Lo que está claro es que estos virus no se van y a lo único que podemos aspirar es a encontrar los instrumentos para controlarlos.
En alguna ocasión ha comentado que después de la gripe A se podría haber investigado más y no se ha hecho. ¿Con más investigación se habría podido evitar una pandemia como la que estamos sufriendo ahora?
No se podría haber evitado completamente porque los virus siempre evolucionan y la posibilidad de que salten a los humanos existirá siempre. Pero si existen protocolos de actuación más claros, se puede evitar que haya muchas infecciones de golpe para no saturar el sistema sanitario. Si dejas que, en función de qué político tiene cada país, se tome una opción u otra en vez de apostar por una coordinación, sea desde la OMS u otro organismo, el impacto de esas medidas será menor.
¿En países como Italia o España había información suficiente para que las autoridades hubieran tomado medidas antes?
Sí, más allá de que fuese una situación nueva y de que los políticos no están preparados para eso, había mucha gente experta en el mundo a los que se podría haber escuchado más. Los países asiáticos tenían menos información, pero cuando llegó a Europa, ya teníamos una idea clara de lo que sucedería. No tenían excusa para no haber hecho más de lo que hicieron. Europa, en general, ha actuado tarde y con poca firmeza. Después de lo que pasaba en Italia, España debería haber actuado de modo distinto. Y Estados Unidos también, viendo lo que pasaba en Europa. La gestión ha sido bastante mala en muchos países.
¿Por qué en España tenemos tantos muertos?
Es difícil saber por qué unos países tienen tantos muertos, o más muertos o infectados que otros. Hay varios factores que influyen. El primero es que tenemos unos datos malos, no son fiables porque no sabemos cuántos casos reales hay de infección. Por lo tanto, es muy complicado calcular qué porcentaje de pacientes se mueren si no sabes cuántos infectados hay. Realmente no sabemos cuántos pacientes están muriendo por coronavirus.
Después hay otros factores. Uno es el sistema sanitario, si este puede absorber y tratar bien todos los casos graves sin saturarse. Después hay patrones más aleatorios. Alemania, uno de los países que se cita siempre como ejemplo de menor mortalidad, empezó a infectarse con gente joven. Se apunta que fueron jóvenes esquiadores que estuvieron en Italia y regresaron con el virus. En cambio, en España, ha habido una proporción muy alta en residencias, en una población que tiene más posibilidades de morir. Por lo tanto, existe una combinación de varios factores. Ahora estamos en plena crisis y eso hace difícil saber bien el porqué de esta alta mortalidad.
Usted vive en el Reino Unido, allí las medidas son menos restrictivas que en España a pesar de que la curva de contagiados y muertos no para de crecer. 41.000 personas han muerto a causa del coronavirus en Reino Unido, según una estimación del Financial Times realizada a partir de las cifras de mortalidad de la Oficina Nacional de Estadística. ¿Es una cifra creíble?
Todas las cifras de muertos que tenemos son inferiores a las reales. En California han estado haciendo pruebas en una zona limitada y haciendo estimaciones llegaron a la conclusión de que estamos calculando entre 50 y 80 veces menos infectados de los que hay realmente. O porque no hay test o porque muchos de ellos la pasan sin los síntomas. Y con los muertos está pasando lo mismo. En Inglaterra no estaban contando los que había fuera de los hospitales y puede que incluso en los hospitales sean más de los que se están contando. Todo depende de cómo se juega con los datos. Por eso hacen falta protocolos claros y saber cómo se cuentan los contagios y los muertos.
La próxima semana en España ya podrán empezar a salir los niños. ¿No había más remedio que tenerlos un mes cerrados con un confinamiento tan estricto?
No sabemos qué hubiese pasado si los niños hubiesen estado menos confinados. Lo que ha fallado en países como España es intentar hacer una norma de confinamiento igual para todo el mundo. La realidad del territorio es diferente y las medidas para ciudades con una densidad como Barcelona y Madrid no deben ser las mismas que para pueblos de la España rural. Si se hace de manera razonable, el confinamiento puede ser más suave. Lo que hay que evitar son las situaciones de riesgo, las aglomeraciones o los encuentros sociales. Lo que queremos no es que la gente no salga de casa, lo que queremos es que no haya situaciones de peligro.
Los niños son más resistentes a la infección por motivos que aún no tenemos claros. También tenemos menos casos graves, es decir, una población con un riesgo menor. El problema es que a una cierta edad son difíciles de controlar y lo que no se puede hacer es llevarlos a las tiendas, como se dijo en un primer momento, porque el supermercado es a donde menos tendrían que ir los niños. Lo que necesitan es correr y no estar en un espacio cerrado. Tal vez se hubiese podido encontrar antes la manera de que los niños hiciesen un poco de ejercicio que, al fin y al cabo, es lo que nos conviene. Siempre que sea de una manera razonable.
Hace poco escribía en un artículo que se debe dejar de lado por un momento las disquisiciones sobre si debemos mantener la prudencia o acelerar la recuperación económica y reclamaba mirar más allá porque la clave es la inmunidad.
Tener algún tipo de registro de la gente que es inmune sería muy útil. La limitación que tenemos son los test porque no hay suficientes para saber quién tiene anticuerpos. La inmunidad se consigue de dos maneras. Una es pasando la enfermedad y esta es la parte que todavía no sabemos hasta dónde llega porque se está analizando si hay casos de personas que se han infectado pero que después no tienen anticuerpos suficientemente buenos. También puede pasar que aquellos que han tenido menos síntomas tampoco tengan muchos anticuerpos. La otra manera, y la mejor para crear una buena inmunidad y crear suficientes anticuerpos, es una vacuna. Pero seguramente hasta el año que viene no la veremos.
Su cálculo es que para poder controlar el virus tendría que estar inmunizada el 50% de la población. ¿Esto cómo se consigue?
El objetivo sería como siempre mucho más alto y lograr los grados de inmunidad que ya tenemos con las vacunas para enfermedades más clásicas. Pero con ese 50% para este virus ya sería una gran mejora porque el contagio se reduciría de forma drástica. La clave de la inmunidad de grupo es que no solo te proteges tú, sino que actúas como cortafuegos respecto al resto de la sociedad.
Existe un debate sobre si el llamado pasaporte inmunitario puede vulnerar la protección de datos y si puede acabar siendo discriminatorio. ¿Usted es partidario de crear esa especie de DNI vírico?
Esta es una discusión bioética y legal que ya hace tiempo que dura. Si se hace con las debidas medidas de seguridad para el control de los datos, en situaciones como esta la diferencia entre saber quién es inmune y quién no es superior al tema de la privacidad. El principal problema del pasaporte inmunitario es más logístico, porque no tenemos suficientes test para hacerlo bien. No hay suficientes y algunos de los que hay no son suficientemente efectivos.
Hay países como Francia que ya han recomendado a sus ciudadanos que este verano no viajen al extranjero. ¿En el caso de que se pueda viajar, cosa que no está nada clara, cree que es un buen consejo?
El planeta está inmerso en esta pandemia aunque sea en diferentes velocidades. Cuando esto se relaje un poco, como mucho deberíamos movernos por una zona cercana y siendo muy prudentes. Hasta que no tengamos la vacuna o una buena inmunidad de grupo, el riesgo de rebrote es altísimo. Este verano no será normal.
Haya o no vacuna, ¿hay cosas, por ejemplo los conciertos u otras situaciones que impliquen aglomeraciones, que nunca volverán a ser como antes?
Yo soy optimista y creo que podremos volver a la normalidad en un momento u otro porque tenemos muchos virus que se han acabado incorporando a nuestra vida y los hemos superado. Al inicio de la poliomielitis o el sarampión el problema era como el de ahora, se podía infectar todo el mundo. Si tenemos manera de controlar el virus, la vida podrá normalizarse bastante.
Tos, fiebre y dificultad respiratoria, estos son tres de los síntomas más típicos para sospechar una COVID-19, la nueva enfermedad provocada por el virus SARS-CoV-2. Aunque estas manifestaciones clínicas resultan útiles para orientar un diagnóstico, no dejan de ser una simplificación de la compleja realidad de esta dolencia. Ya se han identificado decenas de signos y síntomas diferentes asociados a la COVID-19 y cada semana que pasa se descubren más de ellos.
Cuando el coronavirus infecta a una persona, el desenlace puede ser extremadamente dispar: desde una infección asintomática hasta la muerte. Multitud de factores biológicos, muchos desconocidos aún, marcan la diferencia entre que la COVID-19 se convierta en una anécdota en la vida o le ponga un punto final.
Sí que contamos, al menos, con algunas certezas: el coronavirus tiene predilección por las vías respiratorias y los pulmones, donde provoca más daños en las personas vulnerables y desencadena los problemas de salud más graves y letales. La urgente necesidad de respiradores en los países afectados por la pandemia de COVID-19 es un fiel reflejo de cuál es el órgano más afectado por el virus. Sin embargo, esta narrativa de los hechos se trata, de nuevo, de una simplificación de la realidad.
La COVID-19 puede afectar también a otros muchos órganos y tejidos como los riñones, el corazón, el hígado, el cerebro, el intestino o los vasos sanguíneos debido, entre otros factores, a que sus células tienen receptores ACE2 que el coronavirus puede utilizar para infiltrarse en ellas.

¿Qué hay detrás del daño a múltiples partes del cuerpo?

Los investigadores están estudiando en qué medida los daños detectados en diferentes partes del cuerpo humano por la COVID-19 se deben al propio coronavirus, a la reacción desproporcionada del sistema inmunitario (como la tormenta de citoquinas) o a los diferentes tratamientos que se aplican a los pacientes más graves en los hospitales. Una de las hipótesis que está reforzándose en la última semana (por las evidencias científicas que arrojan varios estudios) postula que el daño a diferentes tejidos y órganos provocados por el coronavirus se debe a la alteración de la superficie interna de los vasos sanguíneos (el endotelio). La disfunción de los vasos por la inflamación favorecería la formación de coágulos sanguíneos (trombosis) y la vasoconstricción, lo que produciría una disminución del riego sanguíneo en diferentes regiones del cuerpo humano, especialmente en los vasos más pequeños (la microvasculatura).
Esto explicaría por qué en determinados pacientes, además del daño pulmonar, también se producen lesiones cutáneas, daño hepático, fallos renales y cardíacos o incluso fracasos multiorgánicos fulminantes en cuestión de horas. Un estudio sobre 191 pacientes en Wuhan, China, detectó que el 90% de las personas con neumonía tenían alteraciones de la coagulación que favorecían la formación de coágulos. En Holanda, otro estudio observó que el 31% de los pacientes con COVID-19 ingresados en la UCI también tenían complicaciones por trombosis.
Los hallazgos de diversas autopsias difundidas hasta ahora respaldan la idea de que los vasos sanguíneos tienen un papel clave en las formas más graves de COVID-19. Este 22 de abril, se prepublicaron los primeros datos (aún pendiente de la revisión por expertos) de las autopsias de pulmón de fallecidos por el coronavirus en Italia. Entre los datos más interesantes, los científicos de Milán destacan lo siguiente: "El hallazgo principal más relevante es la presencia de coágulos de fibrina-plaquetas en los pequeños vasos arteriales; esta observación importante encaja en el contexto clínico de coagulopatía que predomina en estos pacientes y que es uno de los objetivos terapéuticos principales".

Una larga y estrambótica lista de síntomas atípicos

Con la expansión del coronavirus por el mundo y el incremento exponencial de personas afectadas por COVID-19, se han identificado síntomas extraños y muy diferentes de una típica infección respiratoria. Un artículo publicado el 17 de abril en la revista The British Medical Journal recoge varios de estos síntomas poco habituales. Entre ellos encontramos la diarrea, un síntoma que puede aparecer al principio de la infección y que puede encontrarse entre el 2 y el 40% de los pacientes. Aún no se sabe si este problema de salud está provocado por la infección del virus en las células intestinales (que poseen receptores que el coronavirus utiliza para infiltrarse), por afectación de los nervios que regulan el tránsito intestinal o por la reacción inflamatoria que se produce como respuesta.
Otros síntomas raros son los neurológicos, entre los que destacan ictus, mareos, dolor de cabeza, trastornos musculoesqueléticos, alteraciones del estado mental, Síndrome de Guillain-Barré o encefalopatía aguda necrotizante. Los síntomas cardiovasculares también están presentes y se han observado daños e inflamación en la capa muscular del corazón y en el pericardio (la capa más externa del corazón), arritmias, fallos cardíacos y problemas de la coagulación. Los ojos también pueden afectarse y mostrar inflamación de la conjuntiva y aumento de las secreciones.
Lo que nos indican el conjunto de datos hasta ahora es que, más allá del pulmón, casi cualquier órgano puede dañarse en los pacientes más graves afectados por COVID-19. Las alteraciones de los vasos sanguíneos y los problemas de coagulación pueden ser una posible explicación, en el que tanto el coronavirus como el sistema inmunitario juegan su papel, pero es muy probable que esto sea, de nuevo, solo una parte incompleta de toda la historia que queda por conocer. El virus SARS-CoV-2 está resultando ser todo un reto, no solo para los epidemiólogos, sino también para los profesionales sanitarios.
La epidemia de gripe estacional fue atípica este invierno en Catalunya comparada con la última década. Según los registros estadísticos, entre el 4 de febrero y el 20 de marzo, cuando normalmente los resfriados ya están remitiendo, los hospitales catalanes atendieron un 20% más de casos que habitualmente: unos 8.000 más que lo esperable. Ahora un estudio del Botnar Research Centre de la Universidad de Oxford considera que este comportamiento atípico de la gripe podría esconder en realidad un contagio temprano por COVID-19, lo que significaría que el coronavirus se extendió por España antes de lo que se creía.
El estudio, aún no revisado, ha sido coordinado por el profesor Daniel Prieto-Alhambra, que lo firma junto a otros cinco investigadores, y se basa en los registros públicos de la Generalitat de Catalunya para el monitorizado de la epidemia anual de la gripe. Gracias a estos datos, los autores dibujaron el espectro esperable de casos para esta temporada 2019-20 y descubrieron que, mientras lo normal es que a partir del 4 de febrero la gripe remita de forma muy rápida, este año se había mantenido estable durante varias semanas.
El 27 de febrero se notificaron los primeros tres casos de coronavirus en Catalunya, y no fue hasta el 12 de marzo que los positivos treparon al centenar y fueron multiplicándose exponencialmente. El 21 de marzo esta comunidad autónoma, una de las más golpeadas por la epidemia, sumaba más de 4.000 positivos. Este jueves superaba ya los 43.800 casos y sobrepasaba con creces las 4.200 muertes.  
El equipo del Botnar Research Centre plantea la hipótesis de que el coronavirus llegase a España hasta un mes antes de la fecha que hasta ahora se consideraba oficial, el 25 de febrero, pero que los casos de COVID-19 quedasen ocultos bajo diagnósticos de gripe. Una idea que posteriores estudios deberán validar pero que, de entrada, los autores del estudio creen que cuenta con números sólidos en los que basarse.
Los investigadores consideran que ese 20% de exceso en los supuestos casos de gripe, que se produjeron después de la fecha prevista para el pico, suponen un porcentaje "estadísticamente significativo". Además, por grupos de edad, el exceso acumulado ocurre principalmente en jóvenes y adultos entre los 15 y los 64 años, el grueso de la población, donde se percibe un aumento importante de casos de gripe respecto a los que tienen habitualmente. Les siguen los niños, grupo que registra un 13% más de síndromes gripales que en la media de años anteriores y por detrás queda el grupo a partir de los 64 años, que habitualmente sufre más el ataque de la gripe.
Exceso de gripe detectada en Catalunya por grupos de edad, según el estudio de Prieto-Alhambra
Exceso de gripe detectada en Catalunya por grupos de edad, según el estudio de Prieto-Alhambra
La hipótesis de los investigadores es que este exceso de gripe, tan pronunciado a partir del pico del 4 de febrero y en todas las edades, no puede ser aleatorio, sino que respondería a una confusión entre los síntomas de la gripe y los del coronavirus. Por esta razón aducen que, para el 25 de febrero, cuando se registran oficialmente los primeros casos de COVID-19 importados a España, el virus ya debía llevar días expandiéndose entre la población, al menos en Catalunya, donde se ha estudiado. 
"Las personas infectadas con COVID-19 pudieron haber quedado camufladas bajo el diagnóstico de la gripe en la Atención Primaria, lo que permitió la transmisión continua de COVID-19 en la comunidad antes de que se tomaran medidas de salud pública", afirma el estudio, que considera que eso pudo suceder a partir de la primera semana de febrero y hasta mediados de marzo, cuando los diagnósticos de gripe caen en picado.
Según los autores, esta sería la primera investigación que trata de cuantificar el inicio de la epidemia de coronavirus en España comparándola con el número de casos de síntomas gripales reportados. "La métrica del exceso de casos de gripe podría ser útil para monitorizar futuros brotes de COVID-19 y otras epidemias virales competidoras", aseguran.
Las conclusiones del equipo del Botnar Research Centre en Oxford son además compatibles con otros dos estudios genéticos realizados en España. Uno de ellos es el publicado por el Instituto de Salud Carlos III y avanzado este jueves por El País, en el que se han analizado los primeros 28 genomas del virus en España, lo que permite entroncarlo con las diferentes familias de COVID-19 detectadas a nivel internacional. Según esta investigación, el coronavirus ya se contagiaba entre la población española a mediados de febrero, después de acceder al territorio español por hasta 15 vías diferentes.

Cómo han crecido los casos totales de coronavirus en cada comunidad

Evolución diaria del número total de casos de COVID-19 en cada comunidad autónoma
 

Este jueves lo reconocía el director del Centro de Alertas del Ministerio de Sanidad en su habitual rueda de prensa: "Está claro que no hubo un único paciente cero, sino que el virus entró por varias vías". "El aumento de casos en España en la segunda semana de marzo se debe a infecciones que se produjeron a finales de febrero. Eso es coherente con lo que dice el Instituto de Salud Carlos III. Es posible que en España hubiera casos asintomáticos que se nos escaparon", ha admitido Fernando Simón.  

Casos leves en febrero, colapso en marzo

Una de las preguntas que plantea la hipótesis de una llegada temprana del coronavirus a España es si los casos más graves pudieron tardar más de un mes en ser diagnosticados como tales. "Los cambios en la curva de la gripe perfectamente pueden sugerir que teníamos transmisión [de COVID-19] antes de lo que pensábamos y que había dado síntomas, pero leves, que habían hecho que no se detectara", asegura Ildefonso Hernández, catedrático de Salud Pública en la Universidad Miguel Hernández de Alicante.

El goteo de casos y muertes de coronavirus por comunidades autónomas

Casos nuevos diarios confirmados y nuevas muertes de coronavirus en cada comunidad autónoma, según los informes del Ministerio de Sanidad
 
0200400+560Casos nuevos diarios
13 mar.27 mar.10 abr.Com. de MadridCataluñaCastilla-La ManchaCastilla y LeónPaís VascoAndalucíaCom. ValencianaGaliciaAragónNavarraLa RiojaExtremaduraAsturiasCantabriaCanariasIslas BalearesReg. de MurciaCeutaMelilla
Según explica Hernández, si los primeros contagios se hubieran producido a principios de febrero pudo haber unos días e incluso semanas sin que los contagiados tuvieran sintomatología grave por neumonía. Además, el experto considera posible que incluso los primeros casos graves causados por COVID-19 pudieran pasar desapercibidos. "Son hipótesis, pero es posible que no hubiera un médico clínico al que le llamaran la atención las primeras neumonías", apunta. En tal caso, no sería hasta unas semanas después cuando la prevalencia hizo sonar las alarmas, y que aún pasara más tiempo hasta que se produjo el colapso hospitalario. 
La epidemia de gripe tuvo su pico en España en la primera semana de febrero, con 271,4 casos por cada 100.000 habitantes. "Si se hubiese juntado más claramente con el estallido de COVID-19, el panorama hospitalario hubiese sido todavía más terrorífico", asegura Benito Almirante, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona y portavoz de la Sociedad Española de Microbiología. "Seguramente al principio de la epidemia algunos casos de coronavirus se diagnosticaron aún como gripe", señala.
Hernández sugiere además que el estudio estadístico de la Universidad de Oxford y los etiológicos que han estudiado el genoma del virus en pacientes podrían ser completados analizando muestras recogidas en pacientes por otras causas durante febrero, que podrían confirmar la presencia de anticuerpos en sujetos asintomáticos. "Esto nos pasó en su época con el sida", ilustra. "Teníamos sueros congelados y, cuando tuvimos la prueba, pudimos remontarnos atrás y ver cómo la prevalencia en usuarios de drogas había comenzado mucho antes", explica el catedrático.