martes, 12 de septiembre de 2017

Cuando desaparecen las certezas



Alberto Acosta
(publicado en la Revista El Observador, edición 100, agosto del 2017)
Con atención -y preocupación- presenciamos el cambio de gobierno en Ecuador. Desde el primer día de la nueva administración han abundado las sorpresas, las pugnas y hasta nuevas incertidumbres.
El discurso inaugural, el pasado 24 de mayo, auguró algunos cambios y estuvo salpicado de ciertas críticas al gobierno que terminaba. Cancelar las sabatinas presidenciales -pues, según el licenciado Lenín Moreno, él es una persona de síntesis y conclusiones- denotó un desacuerdo con tanta charlatanería correísta.
El flamante presidente también fue duro al afirmar cuán incomprensible es que un país con tantas potencialidades registre un elevado desempleo (mejor dicho, subempleo) o cuando, en el mismo discurso, planteó la necesidad de desprimarizar la economía: dos profundas críticas a su antecesor quien, en más de una década de gobierno, no sentó las bases para generar empleo transformando la matriz productiva; eso a pesar de contar con los mayores ingresos de toda la historia republicana.
Desde entonces, con creciente frecuencia, el presidente Moreno no ha dejado de “asombrar”. Abiertamente se ha opuesto al accionar atrabiliario y autoritario del expresidente autoexiliado en Bélgica.
Algunos ejemplos son: aceptar que la CONAIE reciba su sede en comodato por parte del Estado durante cien años; presentarse en la celebración de los 25 años de la Universidad Simón Bolívar; cambiar la directiva de los medios de comunicación gubernamentales; dialogar con varias fuerzas políticas deoposición; entre otras decisiones.
Pero quizás, por ahora, el mayor cuestionamiento de Moreno a Correa –su antecesor y promotor- fue negar que “la mesa estaba servida” y afirmar que la situación económica es “sumamente difícil”. En una inmediata respuesta, el expresidente Correa insistió en que sí habría una mesa servida “cuando no se es desleal y mediocre”.
A partir de ese cruce no ha parado la escalada de mensajes de lado y lado, con crecientes
tensiones en el partido gobernante, y en donde las personas de comportamiento “ovejuno” (como los llamaría Moreno) posiblemente tiemblan sin saber a cuál pastor seguir.
El escenario es complejo. Moreno hereda una pesada inercia imposible de desconocer. Clara muestra es que su gobierno empieza con instancias clave dirigidas por titulares escogidos por Correa: Fiscalía, Contraloría, Corte Constitucional, Corte Nacional de Justicia, Consejo de la Judicatura, Consejo de Participación Ciudadana, Consejo Nacional Electoral, Secretaría Nacional de Inteligencia...
Moreno tampoco tiene un bloque de Alianza País que le respalde monolíticamente. Incluso heredó un vicepresidente -Jorge Glas- impuesto por Correa, y que está cada vez más embarrado en 1 Ecuatoriano. Economista. Ex-presidente de la Asamblea Constituyente. Ex–ministro de Energía y Minas, denuncias de corrupción que, aun de no ser ciertas, demostrarían su manifiesta incapacidad para manejar el Estado.
En estas circunstancias, ¿hasta dónde avanzará el nuevo presidente?
¿Emprenderá un rumbo propio, buscando recuperar la esencia de lo que fue un intento de “revolución ciudadana”, o gobernará según las circunstancias? ¿Será la disputa
Moreno-Correa una suerte de tongo para intentar distraernos?.
Estas y muchas otras preguntas flotan enmarañadas, donde lo único cierto es que parecen desaparecer las certezas propias de un gobierno autoritario y personalista, liderado por un caudillo: Rafael Correa, quien subordinó la lógica política a sus caprichos, ambiciones y vanidades.
Los retos de Moreno son enormes. Deberá hacer realidad su propuesta de diálogo con consensos en extremo amplios, sin sacrificar a las grandes mayorías y procesando democráticamente los disensos, caso contrario su gobierno podría morir prematuramente.
Por ejemplo, el acercamiento con la CONAIE es superficial si no se amnistía o indulta masivamente a todos los criminalizados por defender la vida y se impulsa una profunda transformación agraria; no habrá cambios profundos en los medios gubernamentales si éstos no devienen en verdaderos medios públicos, es decir en medios controlados por la sociedad; no se democratizará el Estado si sus principales instancias siguen controladas -directa o indirectamente- por el caudillo ausente y sus más cercanos áulicos; no se empezará a reducir la violencia sistémica sin desplegar una clara estrategia que nos permita transitar hacia fuera del extractivismo.
Un punto medular es el manejo de la crisis económica. Por lo pronto las señales
emitidas y los ministros nombrados (p.ej. finanzas, minería, petróleo, comercio y producción) no auguran cambios reales.
Con estos antecedentes al parecer seguirá la misma inercia del gobierno de Correa que impulsó la modernización del capitalismo en el Ecuador, en un proceso que favoreció sobre todo a grandes grupos económicos.
En estas condiciones cabe preguntarse, ¿si será el licenciado Moreno capaz de liberarse de las ataduras de la derecha correísta del siglo XXI sin caer en los “lazos” de la derecha del siglo XX? ¿O será que Moreno solo vino a “atar los cabos sueltos” del indicado proceso modernizador y a viabilizar el ajuste económico que se viene?
Por ahora no hay certezas, solo incertidumbres.-

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