¡Qué cinismo el suyo, señora Buendía!
En este punto ya no se sabe qué es peor: si Soledad Buendía dijo lo que dijo por una descomunal ignorancia sobre cómo su partido ha manejado la economía del país (lo que sería grave tratándose de una asambleísta que, como tal, debería tener un conocimiento mínimo sobre la situación económica), porque no se le ocurre un argumento menos pobre (lo que hablaría muy mal del nivel de los legisladores oficialistas, considerando que ella es una de las más conocidas) o porque realmente tiene un concepto muy bajo de la inteligencia de los ecuatorianos (lo que sería insultante para quienes votaron por ella). Refiriéndose a la consulta popular anunciada por el Presidente Moreno, la asambleísta Buendía dijo: “Creo que hay que ponerlo en el tablero de la discusión el hecho de que hoy en austeridad gastar más de 60 o alrededor de 60 millones de dólares hay que ver si es conveniente para el país”. Pasando a limpio su enrevesado español: la asambleísta dice estar preocupada por el gasto que implicaría la consulta popular.
Su declaración ha generado la correspondiente reacción de burla en las redes sociales. No porque alguien crea que $60 millones son poca cosa, sino porque ese llamado a la austeridad proviene de una de las más fervientes defensoras de un régimen que se caracterizó justamente por derrochar. Algunos usuarios han comparado los $60 millones de la consulta con los $2.200 millones que el gobierno anterior gastó en “repotenciar” la Refinería de Esmeraldas o los $1.000 millones de “inversión” en Yachay. (Por si la asambleísta no está al tanto, cabe mencionar que en esos proyectos el nuevo gobierno –de su mismo partido– ha encontrado graves fallas de construcción e indicios de sobreprecios.) En realidad, los $60 millones de una consulta popular que podría permitir al país empezar a recomponer algo de su devastada institucionalidad pueden ser comparados con muchos otros elefantes blancos de la anterior administración, como la Refinería del Pacífico ($1.374 millones hasta julio de este año), la ruta Collas ($198 millones) o el aeropuerto de Tena ($48 millones). ¿Cuestionó Buendía alguno de esos gastos? ¿O dijo algo sobre el derroche en propaganda a lo largo de los últimos diez años, el gasto en espionaje que ahora se está empezando a conocer o el dinero destinado a engendros como el Instituto de la Meritocracia, la Secretaría del Buen Vivir, o el Consejo para la Igualdad Intergeneracional?
Pero para no hablar sólo de las comparaciones más evidentes (y para que la asambleísta Buendía se vaya enterando un poco), los $60 millones que costaría la consulta equivalen apenas al 1% del déficit del Presupuesto General del Estado de 2016. ¿Realmente alguien que defiende a un gobierno que dejó un hueco fiscal de esa magnitud puede ahora mostrarse preocupada por el gasto que implicaría una consulta popular? ¿Sabe Buendía que entre 2014 y enero de este año el gobierno de Rafael Correa emitió deuda en los mercados internacionales por un total de $7.250 millones a una tasa promedio ponderada de más de 9%? ¿Sabe que eso significa que cada año, sólo por los intereses de esos bonos el país debe pagar ONCE VECES MÁS de lo que costaría la consulta? ¿Sabe que si Ecuador paga un interés tan alto (dos o tres veces mayor que el que pagan nuestros vecinos) es justamente por el dispendioso manejo económico de la “revolución ciudadana” que ha hecho que el país sea percibido como una inversión de alto riesgo?
Seguramente la asambleísta Buendía no conoce esos datos (aunque debería) y por eso se atreve a oponerse a la consulta popular con el argumento de la austeridad, que en boca de cualquier representante del correísmo (como ella) suena a tomadura de pelo. Sería mejor que sencillamente dijera que ella y los suyos se sienten muy cómodos (y tranquilos) con un poder concentrado y con autoridades de control afines y que por eso no quieren que la ciudadanía se pronuncie sobre esos temas. Tal vez así, en vez de dar lugar a burlas como lo hizo al querer mostrarse preocupada por las finanzas públicas, gane un par de votos por su inesperada sinceridad. Quién sabe.
José Hidalgo Pallares es economista.
El título original de esta columna era “¿Soledad Buendía es ignorante o se hace?”. Si bien, según la Real Academia, ignorante significa “que ignora o desconoce algo” o “que carece de cultura o conocimientos”, el título podía ser interpretado como una ofensa a la asambleísta Buendía. Una de las mayores críticas a los diez años de correísmo es que el insulto y la descalificación se hayan normalizado en el debate público. Para elevar el nivel del debate (en el que también se ofende faltando el respeto a la inteligencia de los ciudadanos), es necesario, por tanto, evitar hacer uso de calificativos que puedan ser interpretados como hirientes. En ese contexto, he pedido a los editores de 4pelagatos que cambien el título de esta columna por uno que no pueda ser percibido como un insulto hacia la asambleísta. Si ella, o cualquier lector, lo sintió así, pido disculpas. JHP.
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