Escándalo de Odebrecht: Moreno es el ganador absoluto
El ganador del escándalo de corrupción más sonado, por ahora, de la década correísta es el Presidente. Odebrecht juega el papel de divisor de aguas con su antecesor. Ahora Moreno no solo puede hablar de mala gestión económica de Rafael Correa y de diferencia de estilo: puede sumar un elemento político poderoso, ante la opinión y ante la militancia de Alianza País, desvinculado de cualquier evaluación subjetiva: los hechos de corrupción.
Odebrecht es para Moreno, lo que la crisis de representación social y el vacío político fueron para Correa en 2006. Históricamente se podrá decir que con el escándalo de corrupción nació realmente el morenismo. En este momento –y sin que nadie piense en ahondar en su propia historia– Moreno puede justificar las decisiones que ha tomado. Su oposición interna a la candidatura de Jorge Glas como vicepresidente. Las razones que tuvo para dejarlo sin funciones. Su oposición a seguir las directivas de Correa. El distanciamiento paulatino con el correísmo y sus fanáticos. Le es dable demostrar que si hubiera usado el poder para cubrir y encubrir a Glas, como Correa lo presionó a hacer, su presidencia valdría bien poco en este momento.
Moreno está situado en el lugar adecuado, en el momento oportuno. El punto más álgido del escándalo de Odebrech –el testimonio de dos Santos– ocurre días antes de una coyuntura decisiva: el 2 de octubre anunciará las preguntas de la Consulta que enviará a la Corte Constitucional. Así, de un golpe el espacio político no se divide entre revolucionarios y derechosos, como Correa y los suyos pretendieron, sino entre cómplices de la corrupción y ciudadanos deseosos de que se reequilibre, aunque sea en parte, la mesa democrática del país.
Moreno, con alto capital político según los sondeos –encuentra una razón poderosa para deshacerse sin mayor costo político de la herencia correísta. Frente a su partido, puede ocupar el puesto que señaló en la entrevista en CNN; el único que estratégica y políticamente le conviene reivindicar: un militante de la Revolución Ciudadana que, asqueado por el autoritarismo y la corrupción, desea volver a los orígenes de lo que fue ese movimiento en 2007.
Moreno, con alto capital político según los sondeos –encuentra una razón poderosa para deshacerse sin mayor costo político de la herencia correísta. Frente a su partido, puede ocupar el puesto que señaló en la entrevista en CNN; el único que estratégica y políticamente le conviene reivindicar: un militante de la Revolución Ciudadana que, asqueado por el autoritarismo y la corrupción, desea volver a los orígenes de lo que fue ese movimiento en 2007.
El escándalo de Odebrecht lo ayuda poderosamente a librarse de Correa. Ahora lo compara –lo hizo en la entrevista de CNN– con Gollum, ese personaje siniestro del Señor de los Anillos. Obsesión por el poder, ¿para qué? ¿Para cubrir y encubrir a sus colaboradores y a sí mismo? La duda está sembrada: un presidente que sabía todo, ¿podía ignorar lo que hacía su Ministro de Sectores Estratégicos que él impuso –a una militancia que protestó en el Estadio del Aucas– como candidato a la Vicepresidencia?
La evidencia salta a los ojos: el frente interno de Correa es hoy más vulnerable. Él está, como nunca, a la defensiva. Su retórica pierde vigencia. Sus relevos internos osan menos arriesgar su escuálido capital político para defender a Glas. En los hechos, le costará muelas a Correa convencer al electorado de que su proyecto debe continuar, con su gente y bajo su dirección. Gráficamente su situación es esta: en 4 meses pasó de tenerlo todo a no saber ni qué escribir en sus cuentas sociales sobre Glas.
No solo pierden Correa y Glas. También Ricardo Patiño, Marcela Aguiñaga, Gabriela Rivadeneira, Doris Soliz, José Serrano, María José Carrión, Vinicio y Fernando Alvarado, Pabel Muñoz, Augusto Espinosa… Y si pierden ellos, es porque Moreno capitaliza políticamente en cada uno de los espacios que ellos ocupan.
Todavía se recuerda la declaración de Ricardo Patiño: “Conozco a Jorge desde hace tiempo, es incapaz de pellizcar un centavo que no sea propio”. Volver a creer a Patiño, Aguiñaga, Carrión, Rivadeneira… suena a misión imposible. Ese capital político botado a la basura, facilita la tarea de Moreno ante el sector duro del correísmo que hoy navega, en el interior de Alianza País, en un dilema existencial: ¿Correa, que lo sabía todo, nada sabía de Glas y de su tío? Es evidente que las fracturas existentes en ese partido, se consolidarán a favor de Moreno.
La consulta, en estas circunstancias, parece destinada a ratificar los hechos que el escándalo de Odebrecht provocó: inhabilitar para siempre a Correa. Dejar sin poder al Consejo de Participación Ciudadana, responsable de que los jerarcas correístas hayan podido robar a discreción y en toda impunidad. Volver al sistema de pesos y contrapesos sin los cuales no hay democracia…
Hoy esa consulta parece un mero trámite porque los opositores a ella, los fanáticos de Correa, van camino de perder lo único que les quedaba: la confianza en aquellos que trataron a Lenín Moreno de traidor. El Presidente, en cualquier caso, queda mucho mejor posicionado para sumar a su favor los nuevos factores de poder que el escándalo de Odebrecht produjo. Veamos cómo administra esta caída y limpia que le permite quedarse con todo lo que había sobre la mesa…
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