Publicado el 2017/09/09 por AGN
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[Alberto Ordóñez Ortiz] DIARIOEL MERCURIO
[Alberto Ordóñez Ortiz] DIARIOEL MERCURIO
Todo o así todo lo que ha hecho el presidente en sus primeros cien días de gobierno constituye una decantada expresión política orientada en dirección a la conquista de la evasiva voluntad popular. Tal como ha ocurrido. Da la sensación de que todo estuvo planificado de antemano. De que hubieron entendimientos previos y posibles alianzas con varias tiendas políticas. Las cosas no ocurren porque sí. Siempre hay una causa. Y, una consecuencia. Es el fruto de una vieja y conocida ley física: toda acción, provoca una reacción. Nada es casual. Ni gratuito. El cambio de estilo: Empleo de un lenguaje presidencial juicioso, libre de ofensas. Defensa de una libertad de expresión sin cortapisas. Apertura y consolidación del diálogo con los principales sectores de la nación.
Posición radical y firme frente a cualquier ofensa que llevara la intención de menoscabar su autoridad: en este ámbito está el despojo de funciones de funciones de un Vicepresidente que de forma altanera habría pretendido que el presidente se saliera de casillas y perdiera su compostura con el retorcido ánimo de desprestigiarlo. Está también su combate a la corrupción y su lapidaria frase: “Caiga quien caiga”. De allí. De ese conjunto de acciones -y otras más- surge su índice de popularidad que al momento bordea el 90% del reconocimiento del soberano: el pueblo, superando largamente a su antecesor y convirtiéndose en uno de los presidentes más respetados de toda nuestra agitada historia republicana.
Bajo el nuevo modelo, no hay duda que estamos frente a un gobierno de concertación nacional, basta saber que lo integran varios de los más conspicuos representantes de los sectores políticos. Con las estratégicas medidas, se logró que las tiendas políticas que en la reciente elección estuvieron en su contra, se alinearan con su proyecto, eliminando de un plumazo a la siempre desgastadora oposición. No obstante, esta surge, de la propia AP y, en primer término, de su bancada legislativa. De varios de sus trasnochados militantes que, “ovejunamente” defienden al correato. La política es un arte, decían los griegos y Moreno lo está demostrando con impecable ecuanimidad y precisión.
El control de la asamblea es el último bastión de un correísmo que se diluye a medida que se evidencian los sobreprecios, la inutilidad de las obras faraónicas: instituidas para el enriquecimiento ilícito, el escandaloso sistema que se montó para “garantizar” la impunidad. En ese entorno, la aprobación de las primeras leyes, ni se diga de las controversiales, extrapolará con claridad, la real dimensión de las divisiones en el bloque de AP. De haberlas, que es lo más probable, se formará una nueva y determinante mayoría que conducirá al correísmo a mejor vida.
El enfrentamiento de la grave debacle económica, será a más de la bomba de tiempo a desactivar, el mecanismo que a su vez determinará no sólo la popularidad del presidente sino el propio destino del país, víctima de una crisis institucional sin precedentes. Su combate será su prueba de fuego y la real medida de sus capacidades. Esperemos que los resultados superen a las expectativas. (O)
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