Por: Ana Karina López
Los resultados ya los conocemos. Los análisis están por todas
partes. Hay muchas perspectivas sobre las causas y las explicaciones de
derrotas y triunfos. Pero esta campaña tiene una particularidad, en ella se
desnudaron y potenciaron dos características de la personalidad presidencial.
La una, que la hemos visto desde 2006, es la particular
visión del Presidente sobre la democracia, esa configuración unipolar de la
política que se resume en “el que no está conmigo está contra mí”. Y la otra,
estrenada en este nuevo escenario, es que como se ha acostumbrado a ganar, el
fracaso al presidente Correa le quita el instinto para seducir, y ese potencial
de adivinar el número ganador.
Su particular visión de la democracia se potencializó cuando
las cifras se pusieron cuesta arriba. El antagonismo, la posibilidad de golpe
y la confrontación pulularon en
discursos e intervenciones. Para él la oposición es el “enemigo”, y la
cohabitación es un imposible porque es equivalente a desestabilización.
Sus frases “primero tumban a Barrera y después a Correa”,
“Votar por Augusto es votar por la revolución”, “las mega obras” de Quito solo
se pudieron hacer porque tenía su apoyo, y el augurio de un escenario muy serio
de ingobernabilidad en caso del triunfo de Rodas, echan al traste los
fundamentos de cualquier democracia. ¿Así son los estadistas? ¿Solo trabajan
con sus partidarios?
Para él, los reclamos en Caracas y Buenos Aires no se deben a
los malos gobiernos y a las angustias de los ciudadanos, son siempre
conspiraciones de la derecha, o golpes de estado blandos. Cuando Quito le daba
los votos, los corazones de los capitalinos eran ardientes y revolucionarios,
ahora los mismos electores se dejaron convencer por los ultraderechistas y
neoliberales. Una manera particular de concebir a los gobernantes y a la
opinión los mandantes.
También mostró cómo él entiende la ley y las instituciones
del Estado, cuando aseguró "Exhorto a las demás funciones del Estado a no
exhortarme" si "no hay capacidad para actuar" pues, entonces,
"están interfiriendo en otras funciones”. "Si tienen capacidad legal
ordenen, pero no exhorten". Y así desautorizó y desvalorizó al presidente
del Consejo Nacional Electoral, Domingo Paredes.
Al parecer las leyes electorales que hablan sobre la no
intervención de los funcionarios en la campaña también le tienen sin cuidado.
Por eso dio marcha atrás a su cuarta licencia y, sin embargo, realizó
recorridos por la Quito. Con bastante desparpajo.
Estas demostraciones también reflejaban la pérdida de control
de la situación. Mientras se confirmaba la caída de su candidato en Quito,
aceleraba y frenaba: un día en una carta dice que quitar los impuestos era una
medida socialcristiana y al día siguiente comienza a bajar las multas. Todo
esto acompañado de una serie de amenazas y chantajes a sus electores, que, por
los resultados electorales, no le sirvieron de mucho. Tampoco le ayudó el hecho
de crisparse y acusar a “la derecha de envenenar el alma”.
En todo caso fueron unas bonitas palabras las que lanzó el 23
de febrero por la mañana al inaugurar la jornada electoral: “Estamos dejando
atrás ese estado oligárquico, excluyente e inequitativo para construir el
estado pluricultural, democrático e incluyente basado en derechos y justicia”.
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