Por: ANTONIO RODRÍGUEZ VICÉNS
A lo largo de los últimos siete años, desde la llegada al
poder de la mal llamada 'revolución ciudadana', he venido advirtiendo a los
ecuatorianos que estamos ante un proyecto político concentrador, excluyente,
atropellador y autoritario.
En estos días me he preguntado si me he equivocado
al denunciar con firmeza la violación sistemática del Estado de derecho, la
destrucción de la independencia y la autonomía de las instituciones, la
sustitución del diálogo respetuoso y democrático por el insulto y la
descalificación, el falso izquierdismo maniqueo, revanchista y represivo, la
tendencia a privilegiar la entrega y la sumisión frente a la crítica y la
libertad, y al Estado -la burocracia- frente a los ciudadanos…
Convencido de
que en el Ecuador es necesario un profundo cambio para consolidar la libertad y
construir la igualdad y de que es un imperativo desterrar las prácticas de la
vieja política, repetidas sin pudor por la 'revolución ciudadana', por mis
críticas he sido descalificado, paradójicamente, como adversario de ese cambio
y protector de esa política farisea e irresponsable. Ante el atropello
constante a la Constitución y a las instituciones que el país ha soportado
durante este proceso, aparentemente aceptado con indiferencia por la mayoría,
mis denuncias y críticas fueron comentadas, aun por parte de quienes ahora han
rectificado y se proclaman opuestos al proyecto correísta, con adjetivos
ofensivos e insultantes. Hoy me ratifico. No cambiaré de estilo ni renunciaré a
seguir ejerciendo, con independencia inclaudicable, sin someterme a intereses
vergonzantes, sin temores ni hipocresías, guiándome por lo que pienso y siento
y obedeciendo a mi conciencia, el derecho inalienable a la reflexión, la
disidencia y la crítica. Continuaré siendo, aún con el riesgo a equivocarme,
directo y franco. Sin cabriolas retóricas. No busco -lo he dicho siempre- ni el
acomodo ni el aplauso. Ante la posibilidad de verme obligado a abandonar mi
afán de coherencia, o de imponerme una cautela cercana a la cobardía, o de
adocenar mis opiniones, prefiero acogerme a un retiro voluntario. A un
paréntesis que será, según espero, momentáneo y efímero. Las voces solitarias
de los primeros días, ante la fuerza incontrastable de los hechos, se han ido
multiplicando. Imperceptible y lentamente, pero con firmeza, los ecuatorianos
están despertando de su letargo. Han comenzado a desterrar el miedo. Han ido
trocando la indiferencia en preocupación, indignación y condena. Están tomando
conciencia de la necesidad de rechazar el anacrónico proyecto de la 'revolución
ciudadana', el autoritarismo sustentado en un electoralismo amañado y dirigido,
la corrupción desafiante e impune, la ominosa degradación del poder y la
política…. Únicamente espero haber contribuido, con un minúsculo grano de
arena, a defender el derecho a actuar con dignidad y a expresarnos con
libertad.
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