Por Martín Pallares
En el Ecuador, por ley, para crear un medio de comunicación
se necesita que sus accionistas no tengan ninguna actividad económica ajena al
periodismo. Es decir que solo periodistas o empresarios de la comunicación
pueden colocar sus capitales para la creación de un medio. Esto significa que
crear un nuevo medio de comunicación, independiente del Estado, es
prácticamente imposible. Cuando Martha Roldós buscó financiamiento en el
extranjero para crear una agencia de noticias estaba haciendo lo único que
podía hacer.
En el Ecuador buscar
financiamiento privado para crear un medio de comunicación es imposible, pues
no hay empresario, en sano juicio o con intenciones verdaderamente honestas, que
esté dispuesto a dejar sus actividades económicas para dedicarse a la prensa. Y
eso por muchos motivos: ora porque hacer periodismo en el Ecuador es una tarea
de alto riesgo por motivos políticos, ora porque simplemente no va a ser
rentable como para arriesgarlo todo.
Nada más parecido, pues, a un suicidio
financiero. Sin embargo, el Ecuador, como todo país que se considere o aspire
ser democrático, necesita de los medios de comunicación. Son parte esencial e
indivisible de la función fiscalizadora que toda sociedad debe tener frente al
poder y eso es lo que se llama democracia.
Cuando Martha Roldós fue a buscar financiamiento en el exterior para su
agencia de noticias, no solo que estaba haciendo lo único que puede hacer
alguien que quiere iniciar un emprendimiento periodístico, sino que estaba
haciendo algo en beneficio del país. O
en palabras más contaminadas con el nacionalismo tan en boga en tiempos de
revolución ciudadana, estaba haciendo Patria. O al menos intentándolo. Por eso
es que resulta increíble que a Martha Roldós se le acuse de vende patria o
vendida a la CIA. Pocas cosas más
patrióticas hay en un país como el Ecuador de estos últimos años que fundar un
medio de comunicación, especialmente cuando su fin es el de fiscalizar al
poder. Porque eso hace falta y porque eso es bueno para cualquier país. Y eso es lo que Martha Roldós estaba
intentando hacer. Claro, hasta que alguien filtró unas conversaciones
destinadas a buscar posibles financistas y las publicó en la maquinaria
mediática del gobierno. Claro, ¿y a qué gobierno le puede interesar que se le
investigue? Seguramente a ninguno. Pero en este caso hay algo particular. Es la
propia maquinaria mediática y propagandística del Gobierno, que funciona con
dineros públicos lo que incluye a la propia Martha Roldós, la que se encarga de
legitimar la violación a la privacidad
de una ciudadana ecuatoriana para afectar y denigrar su nombre. No solo es el
caso de un gobierno que no quiere ser fiscalizado por un medio de comunicación,
es un gobierno que abusa de los fondos de sus ciudadanos para denigrarlos y
hacer público lo que alguien, en este caso Roldós, quería que sea privado. ¿Qué
la National Endowment for Democracy, a
la pudo haber pedido los fondos, está relacionada con la CIA? La acusación no resiste la más mínima y
honesta investigación. Parece, más bien,
una primitiva y trasnochada pieza del museo de la teoría de la conspiración.
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