Por: Enrique Gallegos Arends
La corrupción constituye un defecto de la
naturaleza humana. Desde las culturas más antiguas hasta el mismo día de hoy,
el ejercicio del poder está vinculado a un mecanismo que se diferencia en las
formas pero nunca en su fondo: quien arribó a un cargo público y puede disponer
de los fondos de la colectividad a su completo antojo lo ejecuta libre de
escrúpulos. De alguna manera la sociedad lo tolera y ha sido acostumbrada a
definirlo como un hecho normal; es más, he escuchado a personas que califican
de tonto o bobo al que desaprovechó la oportunidad. La justificación general es
de que el referido personaje de alguna manera “hizo obra”, sin meditar que
“hacer obra” que no sea sometida al elemental principio de fiscalización y
verificación borra la supuesta virtud de su vocación por el trabajo. Cuando una
sociedad se rinde ante una lógica de tal distorsión está perdida y sus
consecuencias no pueden ser distintas a las que quedan de manifiesto. En el
caso del Ecuador, la casi totalidad de su población, desde la Colonia hasta el
dia de hoy, ha sido pobre y en algunos casos ha llegado a ser miserable. Esto
no tiene más explicación que el desafuero de sus gobernantes por gobernar para
sus intereses y el de aquellos que le rodean. El analfabetismo y la miseria han
sido utilizados para mantener argollas en el poder y su resultado está a la
vista y no merece mayor comentario.
Aunque los poderosos se enfrentan entre sí de vez
en cuando, lo hacen por razones muy específicas: el reparto no alcanza para
todos y aunque en el fondo les une los mismos propósitos, saquear el erario
público, saben hacer un solo frente cuando sus privilegios se encuentran en
peligro. La Revolución Alfarista es el más claro ejemplo de esta manera de
proceder. El radicalismo de Alfaro molestó no solamente a la poderosa Iglesia
Católica, dueña de grandes latifundios con indígenas y todo, sino a los mismos
liberales, sustancialmente del área de la Costa, quienes observaron con
preocupación que Alfaro parecía ir más lejos de lo que ellos pensaban debía
llegar. Muchos de sus oficiales moderaron sus pensamientos cuando realizaron
matrimonios afortunados con damas de la vieja aristocracia. Al final, el viejo
liberalismo, aunque siguió reclamando la imagen de Alfaro en su lucha por el
poder de las instituciones con el viejo partido Conservador, encontró la manera
de saber convivir con él y no fue hasta que llegó al poder la figura del doctor
Velasco
Ibarra, quien los usó a los dos y los fraccionó a
su antojo, que pudo finalizar la larga y nefasta presencia de estos dos - no
digamos partidos, sino trincas que usaban sus nombres - en el escenario
político ecuatoriano. Multitud de líderes carismáticos fueron reemplazando en
las esperanzas populares a la creciente nueva clase social de indigentes que
requerían de nuevos líderes. Caciques de barrio, inicialmente, prosperaron al
punto de dominar provincias enteras y entenderse así con los líderes
nacionales. Aunque desde 1925 se habían fundado los partidos Socialista y
Comunista, supuestamente armados de un sólido proyecto nacional de
reestructuración de las sociedades, su influencia no pudo ser mantenida en el
tiempo. A pesar de que crearon numerosos sindicatos que representaban a los
trabajadores de nuestro escasísimo proletariado y organizaron también, en el
campo, a líderes indígenas que comenzaron a sacudirse del vergonzoso
aplastamiento moral del que eran víctimas por parte de sus patrones blancos -
amitos, les llamaban - su verdadera fuerza se hizo presente en la
intelectualidad burguesa y el entusiasmo juvenil del estudiantado
universitario. Pero las divisiones continuaban y se reflejaban en estas
organizaciones. La Revolución Cubana de 1959 fue el detonante para fortalecer
al socialismo como pensamiento y doctrina clave para el gran cambio social que
requería nuestra América Latina y en especial nuestro país. Cuando el universo
socialista se dividió en el Mundo, disfrazado de contradicciones ideológicas,
en las posturas que representaban la Unión Soviética y la China continental de
Mao Tse Tung, que no buscaban otra cosa que imposición de liderazgos, los imperialismos
occidentales, con los Estados Unidos a la cabeza, encontraron la manera de
destruir todo lo trabajado con tantos años de esfuerzo. El Capitalismo se
erigió ante los ojos del mundo como la forma natural, con todos sus vicios y
contradicciones, como la única manera lógica y racional de relacionarnos entre
los humanos. El capitalismo salvaje desató sus fuerzas y todo su poderío,
supuestamente con la razón que le concedía el fracaso del mundo socialista y
abominó de las teorías keynesianas que desde la Gran Depresión moderaban en
algo el desafuero del mundo capitalista. Pronto todo ese mundo se vino abajo y
los grandes teóricos se vieron obligados a volver la cabeza atrás y considerar
el pensamiento marxista al que tanto habían despreciado. El capitalismo está
hoy sometido a una crisis que no encuentra la manera de ser enfrentado, que no
sea analizando e investigando la interpretación marxista acerca del desarrollo
capitalista. La ex Unión Soviética se reconvirtió hoy en una Rusia Zarista al
mando de un hombre frío y cruel, formado en el tenebroso y despiadado mundo del
espionaje, que no ha vacilado en amenazar llegar a las últimas consecuencias
para defender el supuesto derecho de su nación a dominar la Tierra. Los
fanatismos musulmanes y judíos, que superan toda racionalidad elemental,
constituyen el otro polo de un posible enfrentamiento atómico. Las masas
europeas vieron llegar lo que nunca había pasado por sus cabezas desde el fin
de la Segunda Guerra Mundial: el hambre, el desempleo y la inseguridad total.
Todas las estructuras políticas: demócratas, republicanos, laboristas,
conservadores, liberales, democristianos, socialistas o más exactamente pseudo
socialistas, gobiernan sus países por inercia más que por convicciones. El
capitalismo agoniza y parece resuelto en sus estertores finales irse llevando
al planeta con él.
En nuestro desgraciado país se reflejan hoy todos
los defectos del mundo exterior. Al igual que los anteriores, el líder de hoy
conserva y multiplica los vicios e ineptitudes de sus antecesores. Su palabra
es la Ley y todo lo que está escrito en una Carta Constitucional que él mismo
elaboró con el asesoramiento de sus incondicionales, hoy no sirve ni siquiera
para trapear el piso del Congreso que sumisamente la aprobó. No existe organismo
alguno que no haya sufrido la afrenta de su temperamento cruel y desafiante.
Las mismas Fuerzas Armadas, que supuestamente garantizaban la dignidad de la
Nación y el respeto a las instituciones, hoy agachan su cabeza ante cada
humillación. Dicen que los salarios y demás emolumentos del que gozan sus Altos
Mandos son demasiado altos para que nadie tome el riesgo de ejecutar un
reclamo. Solo veo y escucho, y leo también, a los oficiales retirados que
claman en el desierto. Nunca hemos dispuesto de sumas tan importantes como para
estimular nuestra economía y nunca tampoco se ha conocido de tanto desprecio
por rendir las cuentas que la naturaleza de nuestra organización política - se
supone que somos un estado democrático y no un emirato árabe - exige. Los casos
de impunidad se reiteran hasta la indiferencia que conlleva el cansancio: nadie
sabe cómo funcionan los negocios petroleros y los que parecen saberlo ven
arriesgados sus fueros y sus derechos ciudadanos. El asambleísta Cléber Jiménez
y sus colaboradores Villavicencio y Figueroa, exhiben documentos que ponen de
manifiesto las irregularidades que se cometen en Petroecuador y el ministerio
correspondiente, y en vez de que la reacción del Presidente sea la de obligar a
sus subalternos a desmentir, con documentos también, la falsedad de los
primeros, su respuesta es perseguir a los denunciantes. Me pregunto yo ¿y si se
demostrara en el tiempo que todas las acusaciones han sido verdad, en qué
quedará el espíritu de eso que llaman la Justicia? Es innegable que
Villavicencio no trabaja en el aire y que está bien informado. ¿Quién merece
más castigo, el que denuncia lo verdadero o el que ejecuta el atraco a los
bienes públicos? ¿Qué autonomía tienen los jueces en el país? ¿Para qué existe
una función del Estado que nos cuesta a los ecuatorianos millones de dólares,
cuando sería más sencillo y económico, y rápido por cierto, que una oficina
adjunta a la Presidencia declare culpable a quien así lo estime, sin importar
nada más que su criterio? ¿Es que no existe un solo juez que tenga dignidad y
pueda decir a una orden superior: lo siento Señor, no puedo cumplir su
solicitud porque atenta contra el ordenamiento jurídico?
Y ya se aproxima la farsa electorera en la que la
oposición solo tiene un seguro ganador: Jaime Nebot. Hacerle un fraude a Nebot
ya sería mucha grosería. Por ello, cuando un grupo de ciudadanos y dirigentes
de un partido político se acercaron a mí y me solicitaron que presentara mi
nombre nuevamente como candidato a la alcaldía de nuestra ciudad, con mucho
respeto y con las explicaciones debidas, me negué. ¿Recuerdan ustedes quién
sino yo fue la persona que se jugó entero denunciando el nauseabundo atraco que
ha significado abandonar el Aeropuerto Mariscal Sucre ubicado en el norte de
nuestra ciudad y ordenar su destrucción y abandono para construir, a la carrera
y sin preparación ninguna, la mamarrachada que se ha hecho en Tababela? Creo
estar libre de toda sospecha de estar cerca del Partido Social Cristiano y de
cualquiera de sus líderes, pero me veo en la obligación de llamar la atención
de quiénes me escuchan y me leen y hacerles saber que el alcalde Nebot, en
Guayaquil, con una suma aproximada a los 110 millones de dólares ha construido
un aeropuerto que tiene un 40% más de capacidad que el de Tababela, este último
el cual, hasta el momento, está valorado en una suma cercana a los 900 millones
de dólares. El acceso a Tababela se ha convertido en un verdadero suplicio,
porque nada se había preparado durante largos 10 años para prevenir la
habilitación de las vías que a él accederían. A todos aquellos bobalicones que
afirman que continuar manteniendo un aeropuerto en el centro de la ciudad era
en extremo peligroso, quiero decirles que el nuevo aeropuerto de Guayaquil se
encuentra a 200 metros del Nuevo Centro Financiero de esa ciudad. De la manera
más vulgar el Tribunal Supremo Electoral, al mando total del Partido Comunista
del Ecuador, se negó a reconocer la inscripción del Movimiento que presido,
QUITO INSURGENTE Y DEMOCRÁTICO (QUID), contra toda ley. No dispongo de dinero
para financiar una campaña electoral en los términos y condiciones que las
campañas se desarrollan, simplemente porque no soy ladrón. Disfruto - y con
mucho honor - de la prohibición que pesa sobre mí por parte de todos los medios
de información colectiva de nuestra ciudad de publicar una sola nota que haga
referencia a mis denuncias. La de Tababela ha sido solo una de ellas, pero he
exhibido otras denuncias que conozco de manera fehaciente, de cómo, de manera
reiterada, diversas alcaldías han regalado terrenos municipales a las grandes
empresas de la oligarquía quiteña. ¿Cómo puedo así presentarme a un proceso
electoral? ¿Quién, con sentido común, puede creer en la independencia de la
Función Electoral? Por ello pienso que la actitud más correcta desde el punto
de vista de lo que conviene a los intereses de la Nación, es que ningún
candidato que de alguna manera no comulgue con la línea política del actual
gobierno, debe presentar su candidatura. En el caso específico de Quito mi razonamiento
es el siguiente: si después de cinco años del manejo desastroso, inepto y
corrupto, que ha ejecutado la actual administración municipal, los quiteños
están tan ciegos que desean votar por los mismos, pues que lo hagan ellos
solos. No voy a cohonestar con mi nombre la validez de un acto inmoral que ha
presentado ya su faz corrupta. Ya veremos en qué termina la relamida historia
del tal Metro. Algún día sabremos a dónde van a parar los dineros que se
recaudan por multas en el tránsito y la matriculación e inspección técnica de
los vehículos que circulan en Quito. Ya sabremos algún día por qué el organismo
burocrático más gordo del país no funciona con eficiencia para atender al
público. La verdad tarda pero llega. Nuestra bandera de lucha debe estar siempre
flameando, jamás derrotados.
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