Por: Francisco Febres Cordero
¡Qué pena que ahora no hay cómo hacer propaganda! Yo les
tenía preparados unos jingles bien bonitos, pero van a tener que quedarse para
la próxima elección porque si los cantamos ahora, nos han de meter presos. El
único que puede seguir cantando sin que le importe el cierre de la campaña ni
nada es el excelentísimo señor presidente de la República.
¡Cómo ha cantado! ¡Cómo ha discursiado! ¡Cómo ha rompido la
ley, inclusive invitando al voto nulo! Cómo ha impuesto sus propias reglas,
dejándolo patidifuso al pobre Paredes y convirtiéndose en el único que puede
preguntar a sus partidarios: ¿Quieren sabatina? Y cuando los que están al
frente con camisetas verdes le gritan sí, dice que esa es la voz del pueblo,
que es la única que él escucha, y no la de las leyes ni la de los exhortos.
¡Mucho es el excelentísimo señor presidente de la República! Superman parece. O
bueno ya, Tarzán.
Lo cierto es que la campaña se fue animando, porque bien
aburrida comenzó, francamente. Como decimos los analistas, se fue polarizando:
en el un polo quedó el excelentísimo señor presidente de la República y, en el
otro, los demás. Los demás eran los que se oponen al excelentísimo señor
presidente de la República, claro. Y entonces el excelentísimo señor presidente
de la República iba de acá para allá ora en auto, ora en avión, ora en
helicóptero, ora en sabatina. Y, mientras tanto, el país se pintaba de verde
flex con tantas banderolas colocadas en los postes, con gigantografías
colocadas en fachadas, muros, mares, ríos, montañas. Y nuestros ojos se iban
llenando de los spots que pasaban en la tele y nuestros oídos se iban taponando
de las cuñas que pasaban en las radios.
Poco a poco, ya no importaba cuál fuera el candidato de
Alianza PAIS, sino que importaba la tarima que se armara para recibir al
excelentísimo señor presidente de la República y oír todo lo que él decía para
promocionar a su gente. Y lo que decía el excelentísimo señor presidente de la
República era que los malos que se oponían a sus designios eran todos unos
golpistas que querían darle el golpe y, conforme se iba calentando, les llamaba
perversos, ignorantes, mentirosos, impresentables. Y así. Y él, que solo
monologa, que no acepta que nadie lo contradiga y que es dueño de la verdad,
hasta se convirtió en adalid del debate porque dijo que en democracia había que
debatir. Elé.
En las sabatinas les hizo hablar a todos sus muchachos para
que contaran los muchos metros del metro que han hecho, los parques, las
piscinas, las basuras que han recogido, los impuestos que han bajado, los
peajes que han descobrado, los pasos a desnivel que han nivelado, los puentes
sobre los ríos que se van a poner a funcionar para que Quito se convierta en el
mejor puerto de la patria grande.
Total, el excelentísimo señor presidente de la República
eclipsó a todos los candidatos.
Así llegamos a estas votaciones: enfervorizados, polarizados,
apasionados. Y así, pues, será nuestro voto: enfervorizado, polarizado,
apasionado.
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