Por: Cristina Burneo Salazar
Joseph K. despierta una mañana y se entera, de manera
abrupta, de que ha sido acusado de un delito. Deberá enfrentarse a un tribunal.
Dicho delito no se conoce jamás, pero el proceso y la sentencia son
ineludibles. A lo largo de la novela de Kafka, ahora sorprendentemente cercana
para nosotros, Joseph K. se ve cada vez ante más acusaciones, cada más más
inexplicables y arbitrarias. En la Opinión de HOY del 1 de febrero, los
editores enmarcan la resolución del Gobierno de la sanción a Bonil y a El
Universo en un universo kafkiano. La realidad no supera a la ficción, sino que
esas ficciones del absurdo se alimentan, justamente, de realidades absurdas y
pavorosas como la que enfrenta Bonil, ejemplo de lo que enfrentamos como país.
Me pregunto si ante tanta censura hay lugar para la
autocensura. Por supuesto, se trata de una pregunta retórica. Tras el enlace
359, es imposible pensar que haya lugar a la reflexión dentro del gobierno. “Si
es valiente, póngase de candidato, póngase de analista político, no saca medio
voto. Se disfraza bajo un tintero para desfogar su odio”, dice Correa sobre
Bonil, a quien incluye entre los “sicarios de tinta” opositores del gobierno.
La crítica por parte de Bonil, el humor inteligente, la interpretación de la
realidad por medio de la caricatura, son calificados de odio y, dentro de estas
confusas afirmaciones, el caricaturista no tiene valor por sí mismo, sino que
puede legitimarse sólo en la política o en el analisis “formal”, al parecer,
con lo cual se descalifican sus opiniones y su oficio. Si estos son tan
insignificantes, ¿por qué, entonces, el proceso legal contra Bonil? Estos
excesos rebasan con mucho los universos más turbadores del absurdo, kafkianos,
ficticios o reales. Dos citaciones para Bonil, un primer informe oficial de
ocho páginas, que lo califica de “agitador social”, obligación de disculparse
públicamente y, además, una sanción económica para El Universo.
Al leer los informes del caso Bonil, vienen a mi mente los
informes militares que escribía Pantoja, el personaje de Pantaleón y las
visitadoras. También están los informes del fiscal Félix Chacaltana,
protagonista de Abril rojo, de Santiago Roncagliolo. Chacaltana es un personaje
con férrea convicción en los procesos legales. Escribe con rigor, se considera
un intelectual y sigue cada instrucción de sus superiores con admirable
obediencia, porque de eso depende su esbirra existencia. En determinado
momento, ve que ese universo de papeles e informes es solo una máscara para la
corrupción, y su disciplina se va quebrando. Sus reportes de Chacaltana falsean
tanto la realidad, que termina volviéndose loco.
El informe legal puede ser un género literario y, a veces,
comedia burlesca. Me temo que la realidad haya dado la vuelta, que la bufonada
se halle, en verdad, del otro lado del espejo. Y no provoca risa, sino
espanto.
*DOCENTE DE LA USFQ. FEMINISTA
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