Por: José Hernández
Director adjunto
¿El debate Barrera-Rodas incidirá en las percepciones que han
registrado los sondeos? Difícil pensar que un debate radial, en el que pesan
más las palabras que las imágenes, no
repercuta en una opinión politizada como la quiteña. Y, sin embargo, el debate
de ayer no tenía, si se mira desde los
candidatos, la misma intención. Ni perseguía los mismos objetivos.
Barrera llegó con pose de administrador. Como si tratara de
probar que él es el único que posee el conocimiento, tiene los ojos sobre las carpetas, conoce los índices
y porcentajes, para dirigir la Capital.
Se dedicó a citar el número de obras que ha hecho, las que
están en camino o las que se propone contratar. Ese afán demostró que, hasta
ahora, él no ha desentrañado el misterio-Rodas que pasea en los sondeos. Por lo
menos no dio pruebas de querer responder
las preguntas que lo atañen: ¿por qué Rodas se logró encaramar en las
encuestas? ¿Por qué llenó el espacio electoral en tan pocas semanas? ¿Por qué
él, cuyo entorno consideraba que la campaña sería un mero trámite, ha tenido
que recurrir al apoyo de un aparato gigantesco con el presidente a la cabeza?
¿Por qué en una ciudad, donde el oficialismo no cesa de decir que ha politizado
la política, tantos votos (según los sondeos), se van a alguien improvisado y
ligero, como él dice que es Rodas? En
conclusión, disparó a puntos ciegos y dirigió su intervención a un electorado que hurga en los programas
para tomar decisiones. Ese no parece ser el lugar en el que hace su agosto su
contrincante.
El candidato de SUMA jugó más sobre las formas. Sobre la
emotividad de un electorado al que acarició con buenas maneras, frescura en el
tono y una aparente calma chicha. No entró en el juego de Barrera y, en los
momentos más críticos (cuando, por ejemplo, Barrera habló del abogado Freire),
eludió el bulto sin dar muestras de alterarse. Su estrategia era evidente:
limitar los gastos en un debate que su entorno desaconsejó. Se dedicó,
entonces, a bailar en la misma baldosa, repitiendo dos o tres ideas fuerza y
esforzándose por crear un contraste con el alcalde: tenso contra tranquilo, mal
educado contra un caballero... La intención obvia era evitar la erosión de
votos que el propio oficialismo ha llevado a su terreno. Es el mérito de un
Gobierno tan pagado de sí que nunca imaginó que, en la propia Capital, las encuestas le causarían una
desesperación jamás vista. Votos perdidos de médicos, taxistas, movimientos
sociales, mujeres, estudiantes..., que
no ven con buenos ojos ni la cárcel para los médicos, la represión para los 10
de Luluncoto, la forma atrabiliaria en que fueron tratadas las propias
asambleístas de Alianza País, la explotación del Yasuní, la irracionalidad de
entes que ahora penalizan hasta las caricaturas...
El debate cruzó ese malentendido: un candidato-alcalde que no
entiende por qué, con el volumen de obras que tiene, no lidera, y de lejos, las
encuestas. Y un candidato que recibe, con sus méritos pero sin mayor trabajo de
su parte, un caudal de votos de gente que hoy está dispuesta a no mirar
programas, sino a mandar un mensaje de hastío.
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