La caricatura que fue publicada en diario La República de Perú,
que provocó la sentencia de dos años de prisión para tres periodistas y el
dibujante. Junto a ella, la rectificación que publicó, en respuesta a la
resolución judicial.
Por: NANCY VERDEZOTO F.
La caricatura es un género provocador. Lo fue siempre. Su
esencia es incomodar al poder y por ello se la ha tachado en muchas ocasiones
como "ofensiva" o "injuriosa"; y en ocasiones sus autores
han sido condenados a la cárcel, fueron amenazados e incluso recibieron
latigazos como condena. La caricatura política, como género, nació en 1770 en
Inglaterra. Se la tomaba como un mecanismo de defensa en contra de quienes
manejaban los asuntos del Estado.
En ella siempre iba implícita una opinión: la
mirada del dibujante sobre determinados hechos. Los caricaturistas han
aprendido a convivir con estos riesgos. Lo sabe bien la sociedad danesa
contemporánea. En el 2005, una revista publicó una viñeta con "los rostros
de Mahoma". Las 12 imágenes del dibujante Kurt Westergaard desataron una
crisis internacional por los reclamos de los islamistas en el mundo. Un año
después, la revista francesa Charlie Hebdo replicó esas caricaturas, que
motivaron dos demandas en contra del medio, una por incitación al odio y otra
por difamación e injuria pública. La publicación fue absuelta porque un
Tribunal de Justicia consideró que, si se la sancionaba, "se podía afectar
la libertad de expresión", lo que está prohibido en el país, salvo en
casos de seguridad nacional. Las críticas y ataques a las caricaturas se han
repetido en innumerables ocasiones. En agosto del 2005, el caricaturista
birmano Chit Swe fue condenado a un mes de prisión y suspendido por seis meses
de ejercer sus funciones, por haber "desafiado las órdenes de las
autoridades", tras revisarse sus trabajos con opiniones mordaces contra el
gobierno. Un año después, otro caso desató la alerta en el mundo. El argelino
Alí Dilem fue sentenciado a un año de prisión y al pago de 50 000 dinares (550
euros) como multa, por haber publicado 10 viñetas del presidente Abdelaziz
Buteflika en el diario Liberté, en el 2003. La Justicia consideró que el
dibujante había cuestionado al Mandatario en "términos injuriosos o
difamatorios". América Latina no ha sido ajena a estos procesos judiciales
en contra de los humoristas gráficos. En el 2007, el dibujante peruano Carlos
Tovar, 'Carlín', fue condenado a dos años de prisión, junto a Gustavo Mohme,
director del diario La República, y a los periodistas Ángel Páez y Edmundo
Cruz, acusados de haber difamado a una funcionaria pública. Pero los castigos
no solo han quedado allí. Un iraní fue sentenciado a recibir 25 latigazos por
dibujar a un diputado vestido de jugador de fútbol. Así ironizó sobre las
interferencias del Gobierno en el deporte. Estas resoluciones han sido
cuestionadas por organismos de defensa de los DD.HH. y la libertad de
expresión. Reporteros Sin Fronteras ha sido una de las voces que ha criticado
las resoluciones y ha demandado mayor tolerancia de parte de las autoridades
estatales. A pesar de ello, los dibujantes se organizaron y crearon la
fundación Dibujos para la Paz, bajo la dirección del exsecretario general de
las Naciones Unidas, Kofi Annan. Esta iniciativa nació en el 2009 de la mano
del dibujante francés Plantu, que trabaja para el diario Le Monde. Según el
caricaturista, muchos de sus colegas ponen sus vidas en riesgo por su trabajo,
al punto que varios han sido amenazados en países como Argelia, China, Irán,
Sudán y los territorios palestinos. "A nosotros nos pagan por ser
subjetivos y debemos molestar a todas las formas de poder", declaró Plantu
entonces. En contexto El debate sobre la libre expresión de los caricaturistas
surge a propósito de la resolución tomada por el Superintendente de la Información,
en contra del caricaturista 'Bonil' y del diario El Universo por un dibujo con
una información que no fue verificada.
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