Por: José Hernández
Director adjunto
La décima victoria para el Presidente se convirtió, según los
exit poll, en su primera gran derrota. Este 23 de febrero quedará marcado en su
historia como el día en que los electores de las grandes ciudades del país
tomaron distancia de su proyecto político. Lo que hasta ahora había sido su
fortaleza -su intervención como gran elector- se le convirtió en un búmeran. Él
lleva a esa conclusión: fue él quien, sin respetar las particularidades de una
elección municipal o provincial, la convirtió en un plebiscito nacional. Ahora
el Presidente y su movimiento tendrán que sacar conclusiones de una elección
que él planteó como una dilema shakesperano: a favor o en contra de su proyecto
político. De la revolución, dijo él.
Naturalmente, hay que esperar que las cifras de los exit poll
sean confirmadas, o no, por la autoridad electoral. Sin embargo, las cifras
dibujan un revés amplio y nacional. Augusto Barrera, caballerosamente, endosó
la derrota. Él la explicó por un voto “de inconformidad”. No dijo de qué
inconformidad se trata. Sin embargo, al halar los errores hacia su lado,
subrayó con mayor dramatismo lo que ocurrió: el Presidente llenó el escenario
convencido de que su fotografía y sus viajes relámpago bastaban para llenar las
urnas.
En Quito, confrontado a unos sondeos adversos, Correa culpó a
la campaña de Barrera y a la derecha nacional e internacional de apoyar a
Mauricio Rodas. Recurriendo a viejos argumentos, trató de convencer al
electorado de que votar por Rodas era volver a la era socialcristiana. E
incluso algunos de los líderes del oficialismo se preguntaron si tocaba
cohabitar con otras tendencias. Según ellos, se debe dar por hecho que, tras su
llegada al poder, lo demás debe desaparecer. Cualquiera, oyéndolos, podía
suponer o dar por sentado que Quito ya no estaba lejos de parecerse a La
Habana.
Los electores mostraron que las explicaciones dejaron por
fuera de la responsabilidad de la
derrota al propio Presidente. Ayer el electorado envió un mensaje que se antoja
global al correísmo: hay hartazgo en el ambiente. Hay miedo a esa prepotencia
que se siente y se palpa en un movimiento que, tras nueve victorias sucesivas,
confunde alternancia con golpe. O da a entender que el poder se volvió una
propiedad privada. Hay un mensaje contra esa visión castigadora que afectó a
los jóvenes del Central Técnico, a los de Luluncoto, a las mujeres, a los
críticos, a un caricaturista, a un cantante popular... Hay gente exilada, hay
luchadores sociales con sentencias extravagantes que no hacen enrojecer de
vergüenza a personas que se pensó eran justas como Gustavo Jalkh, hay medios
asediados y perseguidos por entes creados para eso...
Barrera pierde por haberse callado. Por haber permitido, en
una ciudad libertaria, que hasta la Plaza Grande se volviera un lugar
monocromático. Barrera pierde porque, aunque hizo una buena gestión, no encarnó
las características democráticas y plurales de la ciudad que lo eligió.
¿Hastá dónde ese hartazgo es generalizado? Lo que se puede colegir,
igualmente, es que la confrontación política y maniquea planteada por el
oficialismo ya no da réditos. En Guayaquil, por ejemplo, el Presidente sí
esperaba malos resultados, tras hacer creer que el triunfo de Jaime Nebot no
era previsible. En ningún momento, los sondeos dejaron prever que Viviana
Bonilla pudiera hacer lo que tampoco logró María de los Ángeles Duarte en 2009.
La única interrogante posible, en esas circunstancias, estaba en el porcentaje
de votos que podía lograr la candidata del oficialismo, cuatro años después de
que el alcalde fuera elegido con 42% de votos de ventaja.
Nebot gana con menos votos esta vez. Sin embargo, el
resultado muestra que tras años de una presencia constante del Presidente, tras
inmensos esfuerzos financieros y políticos destinados a convirtir a Guayaquil
en una prioridad política, el electorado de esa ciudad vuelve a decir no a
Correa. Tras trece años en el poder de Jaime Nebot, Guayaquil dijo ayer que no
quiere una polarización tipo guerra fría.
Ayer, no obstante, el Presidente y los suyos no acusaron
recibo de factura alguna. Hablaron de una derrota coyuntural y volvieron a
insistir en el proyecto de fondo; proyecto revolucionario y excluyente que ven
como un destino ineludible. El mensaje del electorado, si se mira lo que
ocurrió en el país, parece no ir por ahí. Los candidatos que derrotaron a los
de Alianza País no hicieron propuestas más radicales. Y el electorado que votó
contra los candidatos del oficialismo lo hizo sin que haya problemas económicos
de por medio en el país. El mensaje es, entonces, netamente político: hay un desgaste que
toca, esta vez en forma directa, al Presidente. El electorado sancionó a sus
candidatos, a pesar de las amenazas de Rafael Correa, a pesar de los chantajes
políticos e incluso sentimentales que hizo a sus bases y al electorado.
El Presidente, en la rueda de prensa que dio anoche hacia las
21:00, no se dio por enterado de los mensajes que le enviaron los electores. Sí
dijo que hay lecciones que aprender, pero no admitió un revés profundo. De
hecho, se burló de un pretendido desgaste que tendría tras siete años de poder.
Solo un error admitió en su intervención: ser sectarios. No hacer alianzas por
fuera de su movimiento. Una explicación corta cuando se mira lo que ocurrió en
ciudades como Manta, donde perdió siendo aliado de una figura que ha trasegado
por otros partidos.
Correa no admitió que hubo una derrota, solo un sacudón. Más
que un análisis, ese fue un mensaje para tranquilizar a sus seguidores. Pero
queda debiendo las lecciones de fondo del revés sufrido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario