miércoles, 19 de marzo de 2014

Trampas



Por: Simón Pachano
Por carambola, la derrota electoral del líder volvió a poner sobre la mesa la consulta acerca del Yasuní. Hasta antes de las elecciones del 23 de febrero, esa iniciativa había pasado a un segundo plano e incluso parecía que estaba destinada a ser archivada en el cajón de las buenas intenciones. Era notorio el debilitamiento del impulso inicial, lo que llevaba a que, desde el otro lado, se lo considerara como un tema superado. La imbatibilidad del dueño indefinido del proceso y la apatía de una gran parte de la población configuraban un contexto poco apropiado para llevarla adelante.

Pero, cuando se fueron confirmando los datos electorales los ánimos cambiaron en ambos bandos. En el campo de los impulsores de la consulta se instaló el optimismo. Entre quienes se oponen a ella –o la aceptaban con una sonrisa irónica porque la creían ganada sin mayor esfuerzo– se generalizó la incertidumbre. Unos y otros habían leído la letra chica de los resultados electorales, especialmente los que venían de los cantones y las provincias con actividades o proyectos petroleros y mineros. Todos entendieron que esos electores enviaron un mensaje claro con respecto al modelo extractivista que, cabe recordarlo, es la base y el motor del tan publicitado cambio de la matriz productiva. Casi con tanta inteligencia como la de los aseguradores que convierten en sinónimos a obligatorio y voluntario, los transformadores de la matriz decían que el extractivismo era la única fórmula para salir del extractivismo. Pero, se ve que los votantes no están para juegos de palabras.
La negativa a suscribir esas afirmaciones debe quedar como materia obligatoria para el análisis de las decisiones y las preferencias de las personas. No funcionó el mayor aparato publicitario de la historia nacional ni se produjo el endoso que en ocasiones anteriores llevó a altos puestos a disciplinados desconocidos. Incluso en espacios donde aquellas actividades no están presentes directamente, como Quito, la votación contraria al correísmo puede explicarse en parte, no totalmente, por el peso de esos temas. Los resultados finales dejaron sin piso a quienes descubrieron a última hora que sin la explotación del petróleo y sin la minería a gran escala sería imposible superar la pobreza y volverían todos los males de la humanidad.
Pero, de inmediato aparecieron las trampas. Un grupo de alcaldes, entre los que se cuentan muchos de los que fracasaron en la reelección no dudó en acudir al plagio (que sin duda será severamente castigado por la eficiente y ágil Superintendencia de las comillas). La máxima autoridad electoral no encontró mejor actividad que ponerse a medir el tamaño de los papeles y de paso se dio tiempo para repetir –con cifras y adjetivos– el argumento de la propaganda gubernamental. El próximo paso lo dará la corte autodesignada con la descalificación de la pregunta o, para no desentonar con sus colegas, con la explícita toma de posición que viene indicada en sus términos de referencia. Por todo ello, harían mal los yasunidos en engolosinarse con el optimismo. Les queda por sortear muchas trampas.

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