jueves, 27 de marzo de 2014

La papa caliente del Presidente



Por: José Hernández
Director adjunto
El caso de Cléver Jiménez termina convirtiéndose en una papa caliente para el Presidente. Ahora está en sus agendas interna y externa. Internamente, no es fácil tener un asambleísta de Pachakútik sentenciado, junto a Fernando Villavicencio, cuyos libros están plagados -y no de ahora- de denuncias documentadas.

El caso de Jiménez es poco presentable. Nada se hizo con el pedido que él formuló a la Fiscalía General para esclarecer lo que sucedió realmente el 30-S. Ese día hubo heridos y muertos. El Presidente fue maltratado pero también fue protagonista de lo que aconteció. Nada se sabe por fuera de la versión oficial pero, en cambio, Jiménez resultó demandado y condenado por lo que dijo. O supuso. Las razones que hace valer el Presidente son respetables y bien conocidas. No obstante, es impresentable, políticamente, que un asambleísta haya sido juzgado sin respetar su inmunidad parlamentaria. Al fin y al cabo fiscalizar es su trabajo y el 30-S no es patrimonio, en ningún sentido, de nadie.
Políticamente, este caso calza mal en este momento para el Presidente. El 23-F mostró que Pachakútik no está en retroceso ni sus dirigentes en mal predicamento con sus comunidades. Pachakútik tiene prefectos elegidos precisamente en zonas de alta conflictividad con el Gobierno. El caso Jiménez aviva, además, el desencuentro del oficialismo con esas bases; las más pobres del país. Aquellas que pusieron algunos peldaños para que Rafael Correa llegue a Carondelet.
Jiménez no es un asambleísta más: se ha ganado una legitimidad política, en su movimiento y el país, precisamente por convertirse, con buena dosis de valentía, en el principal contradictor del Régimen. El Gobierno responde con las razones muy personales del Presidente. Es poco frente a la acusación, hecha por Pachakútik, de que “quiere callar” a Jiménez. Resulta difícil políticamente no juntar esa percepción y la sentencia. O no sumar su caso al de otros líderes sociales que están sentenciados por la Justicia renovada y ejemplar de Gustavo Jalkh.
Esto crea serias interferencias entre el Gobierno y la opinión en un momento en el que empieza la socialización de la segunda fase de la consulta prelegislativa para la Ley de Aguas. La Ley de Tierras también involucra e interesa a esas comunidades. La explotación minera completa un círculo explosivo para un Gobierno acusado de usar los jueces contra sus opositores.
El caso Jiménez implica, entonces, desgastes interno y externo con la CIDH. Ante él, el Gobierno luce sin estrategia política. La amnistía se antoja la más factible. 

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