Por: Iván Flores Poveda
Editor de información
Cléver Jiménez, asambleísta por Pachakútik: la denuncia, la
soledad que siente, la solidaridad de su familia, sus principios, las preguntas
que todavía no tienen respuestas, sus sueños frustrados...
¿La vida no vale nada? Si valió la pena. Recorrer un camino
de presión judicial y de intentos de asesinato valió la pena porque los
ecuatorianos han comenzado a preguntarse qué está pasando con el manejo de sus
recursos. Y el mayor logro será que despierten ante las formas autoritarias de
este gobierno.
El costo, sin embargo, es alto. Fundamentalmente porque lo
pagan mi esposa, mis tres hijos y mi madre. Ella está en edad avanzada, sufre
del corazón y saber que quieren matar a su hijo ha llevado su vida al límite.
Su angustia es mayor porque mira que ni el Gobierno ni la
Fiscalía responden a la denuncia de un ciudadano. Fuentes internas del gobierno
e incluso asambleístas me han informado que una vez que esté en la cárcel se
activará un plan para matarme. Tengo en un sobre sus nombres para que el país
pregunte a ellos sobre mi muerte.
Entre tanto soy permanentemente hostigado por miembros de la
fuerza pública. Si voy a Saraguro, a Zamora o la Costa, ellos me persiguen.
Hace un mes y más, mientras me trasladaba de Cuenca a Gualaceo dispararon hacia
el vehículo en el que viajaba. Y la Fiscalía General no ha dicho nada... Parece
que la vida de quien denuncia un acto de corrupción no vale nada.
En este estado de tensión siento más miedo a ser cómplice y
encubridor de irregularidades. Mis principios me dan la fortaleza para
fiscalizar, por eso guardar silencio me aterraría más. ¿Cómo guardar silencio
si, además, cuento con la comprensión de mi familia? Para todos es un orgullo
contribuir en algo con el país.
Ensayo sobre la soledad. Pero también me quiebro. No he
podido llorar. Pero me preocupa qué pasará con los míos cuando esté en la
cárcel, pierda mi curul y deje de ser un soporte. La única propiedad que
tenemos es una casa en Zamora, adquirida mediante una hipoteca con el Biess. En
los 18 meses en que no esté ellos se quedarán sin un techo donde protegerse.
Afortunadamente mi familia de sangre y mi familia política
son muy unidas y ellos han asegurado que apoyarán a mis hijos en cuanto a
alimentación y educación y asegurarán la estabilidad de mi esposa mientras dure
mi ausencia. Mi hijo mayor, Christopher, tiene 18 años. Mi hija de 16 años se
llama Cristina. Y la menor, de dos años, es Cristel.
Sin embargo, es completamente duro fiscalizar cuando todas
las funciones del Estado están sometidas a una persona. En ese medida me siento
absolutamente solo. Ni siquiera en la Asamblea, con puntuales excepciones como
la de Ramiro Aguilar, he encontrado ni la colaboración ni el respaldo para
ejercer mi mandato constitucional de denunciar la corrupción. Lastimosamente no
tenemos oposición y lo que hay es posiblemente un membrete. Muchos sienten
temor a las represalias, precisamente por lo que me está pasando. Pero es
entendible... De hecho he sentido que esto ocurre con mis propios compañeros de
Pachakutik: lo comprendo y lo digo como una sana crítica. Sin embargo, este
tipo de soledades vuelve al país más vulnerable ante la represión. Si nadie
quiere mojarse el poncho, el país seguirá a la deriva en cuanto a la probidad
en el manejo de los fondos públicos.
En 2009, cuando inicié mis funciones como asambleísta, mi
gran sueño fue formar un gran bloque legislativo, no contra Rafael Correa, sino
contra la corrupción. La expectativa era presentar denuncias documentadas
mediante amplios consensos, para ser más contundentes. Pero eso no fue posible
porque la mayoría de asambleístas se dedicaron a pasarla bien. Para qué Cléver
-me decían-, nosotros nos iremos y Correa se quedará para perseguirnos. Así me
quedé solo.
Los errores nunca vienen solos. He actuado enmarcado en la
Constitución. ¿Por qué presento denuncias? No es que me encante. Pero desde el
30 de septiembre de 2010, por ejemplo, no se esclarecen los hechos
fundamentales. Durante todo el año que siguió a ese jueves irrepetible pedí que
la Asamblea conforme una comisión interpartidista para determinar qué ocurrió.
¿El Presidente estuvo realmente secuestrado? ¿Quiénes fueron los culpables de
las muertes? ¿Quiénes fueron los culpables de los heridos? ¿Quiénes fueron los
responsables de los disparos en contra de un hospital?
Sin embargo, esa idea no prosperó y yo seguí por mi cuenta.
Con base en los documentos oficiales sostuve que el Presidente tuvo un nivel de
responsabilidad en aquel fatídico día. Podría decir, no obstante, que pudo
haber sido un error poner un párrafo en el que se menciona que el Presidente
pudo haber salido del hospital hasta la Universidad Tecnológica Equinoccial. En
la denuncia este elemento se recoge como una versión sobre un hecho potencial,
no como una afirmación. Y quizá allí cometí un error, no jurídico, sino
político.
A mí, no obstante, me espera la cárcel y los autores de las
muertes en el 30S todavía no aparecen. Nunca se investigó el caso y el
Presidente, más bien, ha creado una comisión con sus allegados para ocultar la
información.
Uno se siente impotente porque a través del juez Richard
Villagómez, por pedido del fiscal Galo Chiriboga, se archiva la demanda y se la
declara maliciosa y temeraria y solo después se desclasifican los documentos.
Entonces la pregunta es: ¿qué es lo que investigó el Fiscal General, si ni
siquiera tuvo acceso a los informes reservados?
Es indignante que quien plantee estas y otras preguntas en
función de la transparencia vaya a la cárcel y quienes tienen que responderlas
estén tranquilos en Miami o en Samborondón. Los corruptos disfrutan del dinero
público y quienes los investigamos somos humillados.
En este contexto, sin embargo, creo que el país se cansó del
abuso del poder. Las elecciones del 23 de febrero enviaron un mensaje directo
al Presidente, pero él está jugando con fuego. Por el bien del país y del
propio gobierno, no es conveniente que siga abusando de su suerte. Si continúa
la persecución a quienes pedimos transparencia, el país en cualquier momento se
levanta.
Yo quería ser médico... Lo único seguro que tenemos los seres
humanos es la muerte. Nadie se va a librar. Y todo se hace con el permiso de
Dios. Entonces lo que tenga que ocurrir será con su venia. Lo que no ha pasado
por mi cabeza es morigerar mi voz. Si conoces una irregularidad tienes que
combatirla sin titubeos. Si los políticos actuales no dejamos un camino, nunca
terminará ni el dolo ni la indiferencia. El dinero que se roban puede servir
para pensar en la equidad, más allá del bono de la pobreza. Por eso, desde
joven, pensé que la política podía ser ese arte de la equidad, la justicia y la
ética.
Antes, sin embargo, quería ser médico. De hecho estudié un
año en la Universidad Nacional de Loja. Pero tuve que renunciar a esa carrera
porque mis padres estaban terriblemente mal en términos económicos y debí
buscar un trabajo para apoyarnos mutuamente. A ellos debo mis principios. Y mi
rebeldía. Yo sé lo que es pasar el día sin comer. Sé lo que significa no tener
un techo. Y sé del dolor de no contar con medicinas porque los recursos que
debieron llegar otros se los robaron. De allí la fortaleza con la cual ahora
ejerzo mi tarea.
La libertad se extiende hasta los límites de la conciencia.
Yo mitigo los problemas con un presente junto a mi familia. Este momento vivo
en tranquilidad y con plenitud. Jugar con mi guagua menor, me aísla de un
futuro que no conozco. Internamente ya no quedan recursos jurídicos y aun
cuando los hubieran no habría esperanza de una sana aplicación de justicia. Mi
juicio es ilegal e inconstitucional. Se violentó el debido proceso y no nos
dieron la oportunidad de una defensa adecuada. Aun cuando mi juicio sea fácil
de ganarlo en términos procesales, si hay una orden del Presidente, los jueces
-muchos de los cuales llegaron con puntos regalados- cuidarán el puestito. Si
un juez falla en contra del Estado o del gobierno es sujeto de un sumario
administrativo y a través de la Judicatura ese juez se va a la casa. Por eso mi
esperanza está puesta en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para
alcanzar medidas que me permitan conservar mi curul, no ir a la cárcel y
continuar con el trabajo que me ordena la Constitución.
La venta de ciertas empresas del Fideicomiso AGD CFN No más
impunidad, la construcción de las hidroeléctricas en Zamora, los negocios en
telecomunicaciones son temas que no he podido abordar todavía. Y aun cuando
esté dentro o fuera de la Asamblea Nacional, mi deber como ecuatoriano será
investigar.
Hay, no obstante, posibilidades efectivas de asilo político
de dos países cercanos al Ecuador. Pero no me interesan porque no tengo por qué
correr. Yo no he robado, no he matado, no he violado a nadie; tan solo he
cumplido con mi trabajo. Y asimismo reniego de esta sentencia que nació con
vicios de ilegalidad, desde que la jueza Lucy Blacio inicia el juicio sin pedir
autorización a la Asamblea. Esto, en mi criterio, nulita la sentencia, entonces
¿por qué tengo que aceptar la cárcel?
Si el Presidente optara por la remisión del caso será una
decisión propia y yo no se la voy a pedir, porque no he cometido ningún delito,
por lo tanto no necesito que el Presidente de la República me perdone.
Si el Primer Mandatario optara por este escenario para
recuperarse políticamente, lo haría una vez que se ejecutoríe la sentencia. Ahí
se entendería que su decisión era retirarme de la Asamblea.
Si esto hiciese el gobernante, una vez más se equivocaría,
porque aun cuando vuelva a ser un ciudadano común, sé cuáles son mis deberes
constitucionales. Yo no voy a parar.
Esa fuerza llamada egoísmo. En un plano estrictamente humano,
puedo reconocer una dimensión egoísta en mi actuación. Me he concentrado tanto
en cumplir mi tarea y no he escuchado todas las voces que me han pedido que
renuncie a la Legislatura. Mi madre, por ejemplo, no estuvo de acuerdo con mi
elección en 2009, mucho menos con mi reelección en 2013.
Pese a ello, yo no podría ver a la cara a mis hijos, al resto
de mi familia, a mis electores si no cumpliera con mi trabajo con
exhaustividad. Sentiría como si estuviese robando el dinero al pueblo. Si
conociese un caso de corrupción y guardara silencio, tendría miedo de mi
conciencia.
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