lunes, 10 de marzo de 2014

Corrió solito y perdió



Por: Luis Verdesoto Custode
El ambiente de los días anteriores a las elecciones suele ser indescifrable. Conocía algunas cifras que me repletaban de incertidumbre. Una decena de puntos de Rodas sobre Barrera me parecía excesivo. En nuestra aún tierna democratización, nunca antes los ecuatorianos habíamos vivido una tan contundente invasión del Gobierno contra la sociedad civil, en obras y en publicidad que les diera visibilidad. En esa “espectacularidad” se basa la credibilidad presidencial. Pero parece que dejó de transformarse linealmente en decisión de voto. Expliquémoslo para empezar el análisis.

El día sábado, menos de 24 horas antes de empezar las elecciones, todas las autoridades que habían inaugurado todo lo imaginable en Quito (desde cárceles hasta hospitales, qué miedo… ¿será premonitorio?) y habían eliminado tarifas (que patético fue) se sentaron, todos, toditos, a los pies de la tarima presidencial, sobre los vestigios de nuestra (plaza de la) Independencia, para terminar de consagrar el rito. El presidente de la República, en la más nefasta transgresión de una de las instituciones acordadas por los ecuatorianos, el “silencio electoral”, denigró a la debilitada autoridad electoral y nos explicó, aplausos y delirios de por medio, que no podíamos, ni debíamos, no votar por nosotros mismos, dada la evidencia de sus obras y por su futuro, la revolución ciudadana… el socialismo del siglo XXI.
Lo cierto es que, incrédulos y con rezagos libertarios despertándose desde el fondo de nuestra conciencia, los quiteños no le hicimos caso. Mejor, ninguno de los quiteños que no formamos parte de la legión de votos duros de la revolución ciudadana votamos por la reelección. Me explico. Según las distintas mediciones (no las diferenciaré), Barrera empezó la campaña con una intención de voto de entre 38 y 40%. El día viernes, antes de la elección, las mediciones le daban a Rodas una ventaja de alrededor del 10%, que correspondía a la “curva de tendencia” de su crecimiento a lo largo de la campaña. Pero ganó con el 20%. Es decir, el día sábado antes de la elección ganó 10% y pese a que no tuvo tres horas y piquito, solo, solito, para hacer información y proselitismo televisivo.
En consecuencia, un acontecimiento catalizó las preferencias. La sabatina fue el único acontecimiento. No hay por dónde equivocarse. La intervención presidencial fue la principal barrera para la reelección del alcalde de Quito. Este acusó al presidente de haberlo erosionado. No fue correcto. El presidente fue el constructor de la ampliación de la mayoría previamente construida, la que profundizó la diferencia. El resultado de la sabatina fue la eliminación de las minorías (las otras candidaturas a la Alcaldía), que aceptaron la polarización (y el voto útil) para oponerse a esa abierta y desvergonzada intervención presidencial. Esos electores no estaban dispuestos a que hubiese ninguna posibilidad de que el atropello presidencial se erigiese también en alcalde de la ciudad de la Revolución de las Alcabalas.
El presidente tuvo/tiene temor a la ingobernabilidad que puedan provocar 20.000 quiteños insubordinados (y desestimó comparativamente a los 200.000 guayaquileños movilizados). La paradoja ha sido que ese, su temor, se ha convertido también en ingrediente central de la insubordinación electoral de quiteños y ecuatorianos. Y de la gobernabilidad de Quito y del país.
Dos conclusiones. La primera, que el presidente es un gran constructor de mayorías… aunque, como en este caso, en su contra. La segunda, que pese a que los quiteños (los ecuatorianos) hemos “engordado” con los consumos provenientes del gasto público, tenemos nervio y podemos no ponernos nerviosos con las amenazas a nuestras seguridades políticas.
Aún no existen las cifras para elaborar un mapa de pérdidas y ganancias. Este mapa debe ser cuantitativo y cualitativo. Lo principal es que debe ser objetivo (mensaje para todos, incluyendo a los militantes de PAIS). El peor ejercicio político es mentirse a sí mismos. Mentir a los ciudadanos siempre es posible y habrá que resistir a la pléyade de “analistas” de mensaje propagandístico, sean ministros que resisten a caer o candidatos a serlo.
Pese a que no tengo las cifras (y se podrá decir que corro un riesgo), la única suma válida para establecer la fuerza electoral corresponde a votantes por cada partido o movimiento político en cada circunscripción (parroquia, cantón, provincia, país), luego compararla individualmente (como soy “brujo” sé que PAIS ocupará el primer lugar nacional aunque no en otras circunscripciones) relacionarla en coaliciones locales y nacionales, por ejemplo, gobierno y aliados versus oposición u oposiciones.
Hay que ser serios. Sumar alcaldías de distinta dimensión es, en política, como sumar naranjas y ocas. Puede servir para retener la Asociación de Municipalidades, pero no para saber cuánto he perdido. Sería como afirmar, que no lo hago, que el presidente ha perdido capacidad de influencia en 120 de las 180 municipalidades que lo respaldaron antes de su reelección. Aunque… tal vez. Se jugó con tanta vehemencia que el temor que pretendió crear se fue por las alcantarillas.
Otra conclusión. Se desbloqueó el miedo represado, a veces en el fondo y a veces en el rostro de los ciudadanos. El miedo a perder la capacidad de consumo, al desempleo, a la mirada presidencial de todos los sábados, a la presión judicial, al insulto y la amenaza. El Gobierno perdió las ciudades primadas de nuestra historia. No porque me digan que Guayaquil estaba perdido en la contabilidad gubernamental, no lo perdieron y, entonces, no cuenta. Y que tampoco Cuenca, porque Cabrera, alcalde electo, haya sido un hombre de centroizquierda ya perdió identidad en los brazos presidenciales.
Pero el Gobierno (PAIS y el Gobierno no se diferencian como es a todas luces visible) perdió en la mayoría de ciudades intermedias del país. Estas ciudades, se los recuerdo para aquellos que creen que la democracia ecuatoriana empezó en el 2007, y se los refriego a quienes olvidaron cuando fueron “terneros”, esa red de ciudades permitió la modernización del sistema político ecuatoriano durante los momentos decisivos de la democratización. Rodrigo Borja ganó en 101 de los entonces 121 cantones del país y Jaime Roldós fue el protagonista de la primera elección de significación nacional en la segunda vuelta.
El Gobierno, pese a los puentes, no pudo desembarcar en la selva. Esa, la selva heroica de Twintza, Coangos, Soldado Monge, donde los combatientes shuar también resguardaron a la democracia desde sus organizaciones sociales. Los prefectos de Zamora, Morona y Orellana fueron reelectos pese a haber sido declarados enemigos presidenciales, retados a puñetes en los recodos de las carreteras o reducidos a prisión. Entiendan, por favor, ciudadanos, el mensaje popular. A ellos se suman la destituida (por el Gobierno a través de otra interfecta institución) prefecta de Esmeraldas y muchos otros. No hay datos parroquiales para hablar de otras dimensiones.
Tuve la enorme oportunidad de recorrer una parte del Ecuador profundo antes de las elecciones. Todos miraban a Quito. Se me ocurre que se había producido un efecto perverso de la recentralización del país. Los territorios, amenazados por la pérdida de autonomía, veían en el resultado de Quito un síntoma y un símbolo de la posible recuperación. No creo estar equivocado al creer que la sabatina también actuó en todas y cada una de las localidades en que, por fuerza del oligopolio de la comunicación en las cadenas, los ecuatorianos nos vemos forzados a escuchar. En lugar de que la recentralización se convierta en subordinación a la verticalidad política, los logros (pequeños o grandes) de la descentralización se hicieron presentes. Los acuerdos territoriales se anteponen, como lo han hecho y expresado en la pasada elección, al verticalismo y al dirigismo del centralismo y el hiperpresidencialismo.
Conclusión final. El resultado electoral debe ser analizado con serenidad. Se ha abierto una ventana de oportunidad inigualable para la reconstitución de la sociedad ecuatoriana. Pero todo está por hacer. Especialmente, reconstituir el sistema político, es decir, un sistema de flujos de opinión y de acción política. La oposición existirá en la medida en que reconforme un sistema político. El pueblo le ha dado la oportunidad. Estos sí que son “resultados maravillosos”.
Aún no existen las cifras para elaborar un mapa de pérdidas y ganancias. Este mapa debe ser cuantitativo y cualitativo. Lo principal es que debe ser objetivo (mensaje para todos, incluyendo a los militantes de PAIS).

No hay comentarios:

Publicar un comentario