miércoles, 19 de marzo de 2014

Qué papelón, ¿no?



Por: Gonzalo Ortiz Crespo
La comedia protagonizada por el Consejo Directivo del IESS es de antología.
Primero, en diciembre, abrió las puertas a la afiliación voluntaria. Quitó el límite de edad y hasta el requisito de los exámenes médicos.
Como el presidente Correa criticó la medida en la sabatina del 11 de enero…
(“Por servir, podemos irnos más allá de la capacidad del IESS y tener déficit actuarial y un déficit en los servicios de salud")
… los del Consejo Directivo cranearon una medida revolucionaria: hacer obligatoria la afiliación voluntaria.Esta suprema creación del genio humano vio la luz el 24 de febrero, como resolución 464.
Pero la genialidad cayó como un plomo a todo ser humano con entendederas.
Indignó a taxistas, empresarios, pequeños comerciantes. Los abogados la criticaron por ilegal e inconstitucional.

Todos los profesionales se escamaron. No solo los consagrados sino los que comienzan a abrirse camino en la vida.
Dieciséis días después de emitida y solo tras el incendio, salió este martes el Corcho Cordero a aclarar que la afiliación es voluntaria y no obligatoria.
El propio Cordero había declarado y lo recogieron los diarios del 28 de febrero que se instituía un nuevo régimen denominado "afiliación obligatoria sin relación de dependencia".
El martes se desdijo y echó el muerto al director nacional de aseguramiento del IESS, un señor Raúl López.
Pero la nueva declaración de Cordero es ambigua, deja portillos abiertos, como que no va a derogarse la resolución 464.
Lo que más lleva a la risa es la explicación de Cordero de que el "régimen obligatorio es el nombre" pero que no quiere decir que los profesionales y trabajadores autónomos tengan necesariamente que afiliarse.
O sea que el 28 de febrero ni él mismo entendió lo que quería decir. Y alguien le ha hecho entender.
Un papelón en toda regla. De lo más risible que se haya visto. Un Consejo Directivo que no da pie con bola.
Otro comunicado digno de antología, es el del ministro aquel que exige a un diario que no diga cárcel ni presos, sino Centro de Rehabilitación Social y Personas Privadas de la Libertad.
Es la apoteosis del lenguaje burocrático. La cúspide de las leguleyadas. El delirio del pensamiento oficinesco.
Todo adobado de calificativos peyorativos, insultos y descalificaciones, indignos de un ministro.

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