Mientras jugaba como un niño de película gringa en la nieve
de Washington, 'Bonil' contó a académicos y periodistas de Estados Unidos la
inverosímil sanción en su contra, aplicada por una caricatura, en cumplimiento
de la Ley de Comunicación.
Por: JUAN CARLOS CALDERÓN
A las 12 del día de ese frío miércoles de inicios de marzo,
Rodrigo Xavier Bonilla, 'Bonil', pone a reír a los asistentes en el encuentro
con el sugestivo título: Cuando censurar un caricaturista es prioridad
presidencial.
Entre el público, ubicado en un octavo piso de un edificio en
el centro de Washington, están periodistas, caricaturistas, funcionarios,
ejecutivos de ONG… Unas 150 personas y no se sabe cuántas otras estarán mirando
la trasmisión en directo por internet, para escuchar el discurso del dibujante
ecuatoriano más famoso en ese momento, gracias no sólo a la censura y proceso a
que fuera sometido por la Superintendencia de Comunicación, por orden del
presidente Correa, sino –y sobre todo– por la inteligente y desafiante
rectificación de su caricatura y el humor con el cual ridiculizó los
aspavientos del poder.
'Bonil' ha pasado mucho trabajo para llegar hasta allá. En la
madrugada del lunes anterior, la capital de Estados Unidos y centro de la
política mundial había recibido la última nevada de ese duro invierno.
'Bonil' ha pasado mucho trabajo para llegar hasta allá. En la
madrugada del lunes anterior, la capital de Estados Unidos y centro de la
política mundial había recibido la última nevada de ese duro invierno. Treinta
centímetros de nieve, una tormenta, y una temperatura de -12 grados centígrados
impidieron que 'Bonil' llegase en el vuelo de conexión desde Miami. Tuvo que
esperar desde el sábado hasta la madrugada del lunes para descansar en su
habitación compartida del Virginian Suites.
Hasta ese momento, 'Bonil' no conocía la nieve, al menos la
que se ve en las películas gringas. Es igualita dice cuando toma sin guantes un
puñado de esta. Hace un frío que nadie entiende, las orejas se congelan, los
pies se adormecen, la nariz empieza a gotear... Y 'Bonil' toma puñados de esa
sustancia que parece plumas congeladas y hace bolas para jugar. Un niño que no
pierde el asombro.
Todo el martes, el caricaturista ecuatoriano la pasa en
reuniones. Todos quieren conocerlo y escucharlo. Es una especie rara en la
ciudad: un caricaturista sancionado. Un caricaturista que a pesar de eso sigue
asumiendo la vida, su trabajo y su relación con todo el mundo –el poder
incluido– con humor. Como lo ha hecho desde hace décadas en su oficio de
dibujante (este año cumplirá sus 50 primaveras) y desde cuando su padre, el
mítico Gonzalo Bonilla de Los Picapiedra, sembrara en su familia el virus del
humor en su variedad letal de Sal Quiteña.
Es un bicho raro en la ciudad porque, por esos lares, las sanciones o
amenazas a los caricaturistas sólo se escuchan desde el lado de los ayatolah y
los talibanes. No parece concebible para
los gringos que haya esa especie de gobernantes en su patio trasero –en este
tiempo al menos– porque cuando auspiciaban a sanguinarias dictaduras tal vez lo
supieron…
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