domingo, 23 de marzo de 2014

Presidente, amnistíe a sus opositores



Por: José Hernández
Director adjunto
Mucha gestión y poca política: eso dijo Usted, Presidente, para explicar el mensaje que le enviaron los electores el 23-F. Deducción justa. ¿Pero qué entiende por política? Sus explicaciones parecen indicar que dedujo que su organización es deficiente y que en algunas partes del país sus cuadros toman sus deseos por realidades. Las ficciones, Presidente, también trotan en Quito. Usted también dejó entrever que no se ha ocupado personalmente, por falta de tiempo, de las tareas de Alianza País. ¿Por ahí se debe leer el mensaje político que le deja el 23-?

Cualquier alma sensible hubiera apostado a que cuando dijo que ha hecho poca política, estaba pensando en otra cosa: en que usted y los suyos, prevalidos de la legitimidad que dan los votos, equivocaron el camino: creyeron estar solos en la escena política. Negaron a los otros. Los agraviaron. Se creyeron los dueños del poder. Se acostumbraron a imponer en vez de dialogar. Construyeron enemigos internos. Convirtieron la vida pública en espacio de catequesis para la propaganda oficial. E hicieron del insulto el elemento central de la vida pública: más se insulta, más razón se tiene.
Se entendió que Usted había comprendido que hacer muy poca política es eso: convertir la esfera pública en un desierto. Tensar la cuerda hasta que las personas saquen lo peor de ellas. De los dos lados. Las unas por prepotencia, las otras por impotencia. Las unas por un gozo desvergonzado y hasta cínico del poder. Las otras por rabia, por desesperanza y hasta por miedo.
Se entendió, Presidente, que Usted había vislumbrado el 23-F que si bien el país respeta su liderazgo, quiere un Presidente, no un capataz. ¿Quiere hacer más política? Esa declaración se celebra. Porque la política empieza por el reconocimiento de los otros como sujetos activos y necesarios de las diferencias; no como enemigos y candidatos a ser eliminados. La tolerancia, en la política y en la vida, no es una virtud opcional: es una condición ineludible. La política repudia la imposición porque aspira a convencer y seducir con acciones, actitudes y argumentos. La política, la gran política, es un arte. La fuerza, en cambio, Usted lo sabe, no demanda mucha reflexión.
Hacer más política implica, entonces, Presidente, prescindir en la escena pública de los elementos que la coartan y la limitan. Las ventajas que, en particular, Usted se ha dado contra aquellos que lo critican. O incluso lo agravian. Usted no lo acepta pero, en los hechos, ha judicializado la política. Hay personas sentenciadas o exiliadas por demandas suyas. Hubo presos o hay personas sentenciadas por su visión particular sobre su autoridad, su cargo, su persona o las prerrogativas que cree que debe tener el Estado.
Usted ha expresado sus razones que se antojan respetables. Sin embargo, muchas de esas sentencias no se hubieran dado si Usted hubiera hecho más política. Porque la política no se mide por los años de cárcel que un político logra para su opositor. O para jóvenes que, en casos, actúan primero y piensan después. Tampoco se hace política acumulando multas e indemnizaciones. Todo eso habla, Presidente, de una visión castigadora que tiene por corolario de fondo disciplinar una sociedad mediante el escarmiento ajeno. Eso no es hacer política: es causar miedo. La política no se hace en las Cortes, la puede hacer Usted con su ejemplo. Es la mejor pedagogía. La única que cualquier ciudadano espera de su Presidente.
Quizá Usted no lo vea, tampoco su amigo Gustavo Jalkh, pero ya hay una larga lista de personas que no creen en la Justicia renovada que ustedes prometieron y que han acudido, o piensan hacerlo, a las Cortes internacionales. Quizá eso no le preocupe, Presidente, pero es un síntoma inequívoco de que ustedes usan mucho la fuerza y poco la política. Es un síntoma palpable de que hay familias sufriendo y niños que no saben si pasarán los próximos años con sus madres. O con sus padres. ¿No le angustia eso, Presidente? ¿Produce el poder deseo de venganza o mayor discernimiento para entender incluso miserias ajenas? Amnistíe a esas personas, Presidente. No porque son culpables sino porque así hará más política. Y eso hablará bien de Usted.
Hacer más política implica prescindir en la escena pública de los elementos que la coartan...

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