El personaje:
Alejandra Cevallos tiene 27 años. Egresó de Derecho y también
estudia Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad de
los Hemisferios. Participó en el colectivo ciudadano Jóvenes y punto y fue
asambleísta alterna del Partido Social Cristiano.
Testimonio
1. el bullying ya es de todos.
Cinco días después del 30 de septiembre de 2010 me enteré por
los medios de la orden de prisión en mi contra. Fue un shock. A partir de
entonces estuve cuatro meses fuera de mi casa, porque yo no iba a dejar que me
apresen por una ilegalidad. La medida, incluso, fue dictada en un juzgado de
flagrancia. ¡Flagrancia: cinco días después!
Lo más desgarrador fue tener que abandonar a una niña que
para entonces tenía seis años. Yo soy madre soltera...
Este problema ha desarrollado en mi hija un resentimiento muy
fuerte hacia la política actual. Ahora, por seguridad, ella tiene que escoger a
sus amigos en función de si son o no correístas, por el bullying que le han
hecho. "Tu mamá va a ir presa... Tu mamá ya se fugó...". Me duele que
niños le digan eso a una niña. Afortunadamente mi hija es fuerte en términos de
inteligencia emocional y ha sabido manejar el tema. Y creo que todo lo que
estamos viviendo hace que nuestra relación sea la de dos hermanas o dos amigas.
Lo único que ella me reclama es no poder viajar ni al exterior y a veces ni
siquiera por el país, porque tengo prohibición de salida y debo presentarme en
la Corte cada 15 días, cuando antes era cada semana.
Los cuatro meses que estuve fuera de casa fueron de paranoia
y terror. A finales de enero de 2011 mi abogado -Ramiro Román- consiguió una
orden de libertad y pude volver. Pero durante un par de meses más pasé
encerrada en mi hogar, porque cuando salía la gente me señalaba, me acusaba, me
insultaba. Días antes, incluso, hackeron mis cuentas de correo y desde ellas se
enviaban mensajes groseros para dañar aún más mi imagen. El hacker es el mismo
que vulneró las cuentas de la asambleísta María Cristina Kronfle.
Después tuve que dejar de ir tres semestres a la universidad,
porque allí la mitad de mis compañeros era correísta, pero todos ellos -no sé
por qué- eran muy agresivos y groseros. En ese mismo tiempo no pude conseguir
un trabajo, porque nadie quería involucrarse con el 30S. La gente que recibía
mi hoja de vida tenía miedo de que les caiga el SRI o el Ministerio de
Relaciones Laborales. Solo un año después pude conseguir un trabajo estable,
pero curiosamente el 30 de septiembre de 2013 me despidieron sin razón
alguna...
Ahora volví a la Universidad. Egresé ya de Derecho y me falta
poco en mi carrera de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. En todas
estas crisis, mi hija es mi terapia.
2. qué ocurrió aquel 30s.
Ese jueves salí de clases hacia el mediodía. Estaba resfriada
y luego fui donde el doctor para que me inyectara. Minutos después me llamó una
profesora de la Universidad, María Graciela C. -otra de las procesadas- y me
preguntó si ya sabía lo que pasaba en el Regimiento Quito. Solo entonces tuve
una noción de lo que ocurría con los policías.
Yo he participado en política desde acciones ciudadanas y el
grupo Jóvenes y punto. Para entonces todos los jueves nos reuníamos en la
República y Eloy Alfaro dentro de una iniciativa en defensa de la libertad de
expresión convocada por César Montúfar. Por eso estuvimos cerca de Ecuador TV.
Con un amigo y su madre nos quedamos en la vereda y desde allí vimos cómo un
grupo tumbó la puerta metálica de acordeón y luego cayeron las puertas de
vidrio. Los tres seguíamos afuera. Pero minutos después dije que quería entrar.
La mamá de mi amigo me dijo que no, para qué. ¿Por qué lo hice? Por curiosa.
Quería ver qué pasaba. Cuando ingresé vi mucha gente con pasamontañas.
Mi cabello estaba mojado por la lluvia de la tarde y cuando
se moja se encrespa. Entonces, al entrar me puse la capucha de mi chompa y vi
que Enrique Arosemena bajó, habló con Pablo Guerrero y le dijo que tendría su
oportunidad de hablar ante una cámara. Entre tanto hubo una turba que dañó
equipos y rompió macetas: sería ilógico negarlo. Sin embargo, entre los
procesados no están quienes cometieron esos desmanes.
Yo estaba cerca al estudio, pero había una puerta con
seguridades magnéticas. La gente presionaba por intervenir, porque el país
estaba enlazado solo a la señal de Ecuador TV. Entonces los periodistas
decidieron dejar pasar a un grupo de tres personas. Allí me volví a encontrar
con María Graciela C. Ella me pidió que la acompañara. Entonces Álex Mora salió
a recibirnos y entramos tres mujeres. Nos dijo que nos dará un espacio y pidió
nuestros datos. María Graciela quería hablar, pero desistió. Como yo he
aparecido en medios por mi activismo con Jóvenes y punto, acepté. Además, nadie
quería que Pablo Guerrero hablara. Creo, por ejemplo, que sus palabras de apoyo
a la Policía no estuvieron bien.
En mis declaraciones no agredí al presidente. Más bien le
dije que respete a la Asamblea y los acuerdos a los que, para entonces, se
había llegado con diversos actores políticos. Y protesté por el cerco mediático
de aquel día
Mi padre me vio y corrió al canal. Me esperaba afuera y
mientras caminábamos vimos en la tele de un guardia la muerte de Froilán
Jiménez. Allí el terror se apoderó de nosotros.
3. por dónde marcha el juicio.
Se me acusa por sabotaje e interrupción de servicio público.
Pero se nos acusa a todos por lo mismo que a Guerrero. No se individualizó ni
la conducta, ni la actitud ni las acciones de cada uno. No se utilizaron
argumentos contra cada uno. Siempre hablaron como si fuéramos un grupo. El
delito era de grupo.
Ellos nunca probaron la supuesta asociación del supuesto
grupo y, más bien, existen autores del delito por omisión. Francisco E. y Jorge
Luis G., por ejemplo, son autores del delito por no haber evitado que
ocurriera. De Ripley.
En mi caso, como no hay pruebas materiales de nada, mi culpa
es haber estado ahí. En el juicio, Enrique Arosemena, como representante legal
de la estación, dijo que yo no hice nada, pero que estuve en el canal. Luego el
fiscal Gustavo Benítez, en su alegato final, dijo que yo era socialcristiana y
que estuve recogiendo firmas con Carlos Vera para la revocatoria del mandato al
presidente Rafael Correa.
Benítez me interrogó: "Diga si es o no
socialcristiana". Sí ¿Y?, respondí yo. "¿Es delito serlo? -inquirí
después-, si no pregúntenle a Xavier Cazar, que estaba en la audiencia, si es o
no delito haber pertenecido a ese partido...".
Y lo cierto es que, aun cuando no estoy afiliada a ese
partido, actué tres veces como asambleísta alterna, no lo niego, pero insisto:
no es delito ser de oposición. Sin embargo, el fiscal solamente repitió el
guión de la Secom.
Después Gustavo Benítez me preguntó sobre la recolección de
firmas para la iniciativa difundida por Vera. No lo negué. ¿Por qué tenía que
negar mi participación en un recurso constitucional?
En el desarrollo del juicio, en el que se me acusaba de haber
suspendido un servicio público -haber interrumpido la señal de Ecuador TV-, un
testigo que trabajaba en el canal dijo que él, como cristiano, no iba a mentir
y admitió que en control máster había dado paso a la señal de GamaTV por orden
superior. Es decir, no hubo interrupción de señal, sino el enlace a la
cobertura que hacía el canal incautado. Luego la acusación fue que se
interrumpió la programación...
¿De qué se me acusa, entonces? Un juez -cuyo nombre no puedo
mencionar- se acercó a conversar conmigo y me dijo que en mi caso no había
nada. "Pero la orden venía de arriba". Incluso dijo a mi abogado que
yo era simpática, que le había caído bien, pero que no podía hacer nada, porque
la orden era superior. ¿Qué hice? Hay 8 DVD con las imágenes de lo ocurrido en
el canal, dicho por el propio Arosemena, pero no están incluidos en el
expediente.
Pese a todo el daño que ha sufrido mi hija, pese a toda esta
crisis que he vivido por más de tres años, he afianzado lo que creo. Y creo que
no es delito ser disidente o pensar desde la oposición. Reconozco la obra
social y de infraestructura del presidente, pero también soy crítica y veo
muchas afectaciones. Él no respeta la independencia de poderes ni el derecho a
opinar distinto. (IFP)
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