¿Cómo caracterizaría la
última elección en Ecuador?
Primero, se desvirtúa la idea de que el Presidente es
imbatible. Puede ser que mantenga un apoyo que bordea 50% en términos de voto
efectivo, pero encuentra ciertos obstáculos: el obstáculo de la lógica local y
provincial y el obstáculo de la evaluación de autoridades en ejercicio. El
apoyo del Presidente no fue suficiente para que la gente cambiara esa
evaluación que, en algunos casos, fue negativa. Si él no está de candidato ya
no endosa los votos, como lo ha hecho antes. Segundo: volvemos a constatar que
Ecuador no tiene movimientos políticos, sino organizaciones que aparecen para
las elecciones y que no tienen cuadros propios. La partidocracia, la
farandulocracia, la futbolcracia…, todos los que han sido siempre canteras de
candidatos volvieron a aparecer en todos los partidos, no hay una excepción,
con el consiguiente lavado de camisetas de siempre. Con el agravante de que han
pasado siete años de la existencia de un partido como AP y no tiene capacidad
de presentar cargos propios y una estructura capaz de ganar elecciones. Lo
mismo ocurre con CREO, que se perfilaba como la primera fuerza de
oposición y no presenta candidatos, no
solo que pierde sino que simplemente no entró en la contienda.
¿Hay un regreso al
comportamiento electoral de antes del correísmo?
Volvemos a una normalidad de fragmentación. Ecuador siempre
ha tenido una votación fragmentada en términos territoriales. Los partidos,
incluso en la mal llamada partidocracia, tenían bastiones electorales en los
cuales eran muy fuertes: el Partido Socialcristiano en Guayas, Izquierda
Democrática en Quito, etc. El término bastión es un término militar que
significa fortaleza. Pero la fortaleza puede ser asediada y, en ese caso, se
sabe lo que ocurre: los griegos no podían entrar a Troya pero los troyanos tampoco podían
salir. Esa fue la situación política durante más de 20 y ahora hemos vuelto a
esa situación. Posiblemente lo que tengamos en adelante sea nuevamente partidos con bastiones
electorales muy definidos y no partidos de alcance nacional. Esta combinación
de cosas nos lleva a una pérdida de encanto con Rafael Correa y la revolución
ciudadna…
¿Por qué ocurre eso?
El encanto se atenúa por una serie de explicaciones más
sociológicas que políticas. Posiblemente el mismo efecto de los cambios
estructurales que ha habido en el último tiempo, por ejemplo fortalecimiento de
una clase media urbana que demanda otro tipo de cosas. Esto, obviamente, es una
hipótesis.
¿Con esa hipótesis está
perfilando la pérdida de sintonía de AP con las ciudades?
Claro. La diferencia de votación entre las grandes urbes y
las pequeñas ciudades, lo rural, es otro factor interesante. Me parece que en
esta elección ha habido una priorización de temas que no tienen que ver con los
que movían a la gente en los primeros años de la revolución ciudadana, que eran
temas de carácter más material: la obra pública, las carreteras, la situación
económica, etc. En esta elección, posiblemente influyeron más algunos temas que
son menos materiales, que tienen que ver con las libertades, con la
interferencia del Estado en la vida de
las personas. Ahí influyeron temas como los de libertad de expresión, el caso
Bonil y otros.
El Presidente dice que
esos temas no aparecen en las mediciones y que no hay nada que conduzca a
pensar que tuvieron algún efecto. Su conclusión es que no funcionó la
estructura del partido. ¿Está de acuerdo con esa visión?
No solamente. Sí es un factor, por supuesto, yo creo que
Alianza País no es un partido político. Se comprueba claramente que no hay una
estructura de Alianza País. Otro factor es la personalización en la figura del
Presidente: el caudillismo de Rafael Correa termina siendo perjudicial para
Alianza País, por lo menos en unas elecciones de carácter local y provincial.
¿El Presidente sale
indemne? ¿Lo pone usted entre los derrotados?
Sí, claro, incluso en los términos de él. Él planteó que esto
era una guerra –incluso usó términos bélicos– a favor o en contra de la
revolución ciudadana. Y en términos de gestión municipal perdió en las ciudades
más importantes, que es precisamente donde quisieron hacer un modelo de gestión
específico municipal. Por tanto sí hay una derrota de la revolución ciudadana y
de Rafael Correa, obviamente.
Haciendo un escaneo
rápido de los derrotados, ¿qué pasa con Lucio Gutiérrez y el Prian?
Cuando surgieron en el año 2002 se suponía que esos partidos
iban a tomar la posta de los partidos que estaban muriendo, pero murieron más
rápidamente que algunos de esos a los que iban a sustituir. Obviamente son
grandes derrotados en estos momentos. Pero ya lo estaban. En 2007 ya tuvieron
una caída, cuando la Asamblea Constituyente, y desde entonces han seguido
cayendo. Era obvio que prácticamente desaprecieran ahora. Más la sorpresa es la
del Partido Socialcristiano, que logra reconstruir unos bastiones, pocos pero
importantes, y logra victorias relativamente significativas: El Oro, Guayas,
Los Ríos…
Da la impresión de que
a Pachakútik le va muy bien otra vez
Pachakútik expresa de alguna manera la oposición al
extractivismo, a la minería. Pero también expresa, en provincias como Cotopaxi,
Tungurahua o Pichincha, en Cayambe, una cierta tendencia a recuperar las bases
del movimiento indígena. Experimenta una recuperación que habla del fracaso del
Gobierno en su intento de copar esas bases. De alguna manera, Pachakútik
consigue apropiarse de la idea del Sumak Kawsai, de la defensa de los elementos
si se quiere pachamamistas de la Constitución. Eso sería una falla de Alianza
País respecto al cumplimiento de este tipo de objetivos y se enlaza con la
visión tecnocrática del Gobierno. Ese eficientismo tecnocrático funcionó en el
primer tiempo, pero tuvo un límite.
Un partido que se
fortalece es Avanza. ¿Es la consecuencia de un centramiento de fuerzas o es
estructural? Se ha hablado de que es el resurgimiento de la antigua
socialdemocracia.
En Avanza hay ciertamente una intención de construir un
partido más tradicional. Pero creo que en esta elección no necesariamente es
eso lo que se ha expresado, sino un pragmatismo muy grande a la hora de acudir
a los viejos caudillos locales y ganar la elección.
¿Pero cómo explicar
este retorno de fuerzas que en un
momento dado miraron hacia AP y ahora están mirando, supuestamente, a la
antigua social democracia?
Los cuadros vieron que en AP no había la intención de
construir una organización política estable.
La teoría de Correa es
que no encontraron espacio en AP...
En AP había tanto espacio como para gente de la farándula, del
fútbol... ¿Cómo no va encontrar espacio gente que viene de la política? Lo que pasa es que
privilegiaron el resultado inmediato de la elección.
Con respecto a SUMA, Rodas se acuña la visión de que los
quiteños votaron por él. Hay otra interpretación según la cual Rodas recoge el
voto rechazo de Quito aunque Correa diga
que el voto rechazo no aparece en los análisis. ¿Cuál es su lectura?
Rodas es una amalgama de votos. Evidentemente hay un voto
rechazo. No creo que la gente cambie tan rápidamente de posición ideológica.
Porque Rodas, aunque él diga que es de centro, es una persona de derecha. Me
parece que la mayoría de sus votos son de rechazo.
¿Cómo se explica la
emergencia de SUMA en las provincias?
Creo que tiene que ver con una búsqueda de eficiencia
político administrativa, toda esta idea de gestión política, esas cosas que se
estudian en las escuelas de gobierno en fin, pero junto con una idea de
renovación de la política.
Pero teóricamente eso
es AP: eficiencia, tecnocracia con una nueva visión política
Ahí hay una cosa interesante para el análisis: para decirlo
en términos pedantes, es la disonancia cognitiva de AP. Ellos plantean una
revolución una renovación de la política pero se trata de una revolución de,
por decir lo menos, los años 60 o 70, por no decir del siglo XIX. ¿Quién quiere
en este momento morir por un ideal? Alguna gente quiere morir por sobredosis
pero no por un ideal. SUMA, en cambio,
plantea una renovación mucho más light, si se quiere, pero más contemporánea,
sensible a esta visión de estas clases medias nuevas, de una juventud que
quiere otro tipo de cosas. Claro que también se combina con caudillos locales,
esa es un constante que atraviesa a todos.
Finalmente, CREO. ¿Se
encuentran entre los derrotados?
El caso de CREO es muy expresivo de la no comprensión de lo que es formar un
partido político. CREO tuvo posibilidades para crear una mínima estructura
durante un año pero no hicieron nada. Poco antes de que se cierre la
inscripción de candidatos, Guillermo Lasso estuvo dando vueltas por Quito
proponiendo la alcaldía a varias personas. Fue exactamente lo mismo que ocurrió
con Rodas. Yo creo que ninguno de ellos tiene una idea de un partido, una
organización estable.
A la pérdida de las
principales ciudades, Correa opone su éxito en las prefecturas. Con las nuevas
visiones de ciudadanía, con la masificación, con la urbanización del país, uno
se pregunta, sin menospreciar a nadie, ¿cuál es la importancia política de las
prefecturas?.
El papel de las prefecturas, con excepción de un par de
provincias, ha pasado a un segundo plano en términos de importancia política y
electoral. Las prefecturas actúan en el área
rural, pero quien las elige son las áreas urbanas donde está concentrada
la población. Por tanto, los resultados ahí son muy extraños y muy diferentes a
este otro juego político. El caso de Quito es clarísimo. La ciudad es más del
80% de la población de Pichincha, pero quienes vivimos en Quito, ¿qué vemos del
Consejo Provincial? Ya que el nuevo ordenamiento jurídico dispone que los
alcaldes de una provincia integren el Concejo Provincial, el nombramiento del
prefecto debería surgir del régimen parlamentario, es decir, debería ser electo
por los alcaldes. Eso sería mucho más lógico. Claro, hay prefecturas en donde
las personas que han estado les han dado un carácter diferente, pero eso es muy
transitorio. Salvador Quishpe, Guadalupe Llori… le han dado un carácter muy
político a la a prefectura. Pero creo que la interpretación que hace el
presidente no es acertada, porque está dándole un peso político a una
institución que no lo tiene.
El personaje
Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca.
Autor de libros y artículos sobre
democracia, procesos políticos, partidos y elecciones. Artuculista de diario El
Universo. Fue Visiting Fellow en el Kellog Institute de la Universidad de Notre
Dame y ha sido profesor en universidades de América Latina y España.
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