La crisis de Venezuela en 1 minuto, recuento de la BBC
/Publicado hoy por diario El Nacional
Los regímenes de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro se han
encargado de actualizar la relación entre militarismo, propaganda de Estado y
represión social. Un coctel que no es original y que ha sido aplicado en otros
tiempos y lugares. Usar la comunicación con ánimo de apuntalar una guerra para
defender lo que sea, contribuye a que
las relaciones sociales se vayan
fracturando a través de la confrontación violenta, el miedo, y la
imposibilidad de manifestar de forma democrática opiniones diversas.
Que las imágenes que nos llegan desde Venezuela, durante este
febrero y marzo de 2014, nos recuerden aun campo de batalla no es casual, pues
se trata de una repulsa colectiva a formas de agresión que son reforzadas por
la propaganda de Estado. Asimismo, lo que para estas fechas ocurre en Ucrania y
Turquía da cuenta de formas de protestar
y testimoniar con tecnologías móviles, que usan referencias similares, un
lenguaje que apela a poderosos elementos de la cultura popular global, que
trasciende fronteras y comparte reclamos y afectividades. En este contexto los
videos y las fotografías han devenido en formas de narración colectiva de los
hechos en términos de inmediatez visual y emocional. Esto nos lleva a
reconsideraciones acerca del lugar de las imágenes al momento de documentar situaciones
políticas conflictivas.
A continuación algunas anotaciones respecto a las formas en
las que la guerra oficial mediatizada está siendo respondida por los ciudadanos
comunes en Venezuela y otras partes del mundo.
La guerra propagandística
En la guerra no se conocen términos medios. Hay bandos en
conflicto que se organizan entre “aliados” y “enemigos”, siendo los primeros
los que monopolizan la comunicación, al punto de quererles aplicar a los demás
sus verdades tal si se tratara de un medicamento para curar el pensamiento
divergente, que equivaldría a una enfermedad ideológica. A este nivel resulta
emblemático el clásico “modelo de la aguja hipodérmica” del estudioso de la
propaganda Harold Lasswell, que se resume en las preguntas ¿quién dice qué?, ¿a
quién?, ¿a través de qué canal?, ¿con qué efecto? En la guerra propagandística
siempre se trata de conseguir un efecto, un “impacto”, produciendo y circulando mensajes como si
fueran proyectiles dirigidos a la conciencia colectiva. Claro está que la “aguja”
de Lasswell en los hechos ha abarcado elementos que comunican represión en las
calles: garrotes de goma, bombas lacrimógenas, y unidades antimotines.
Hay quien pudiera decir que mi interpretación de la guerra es
dicotómica, en blanco y negro. Mis observaciones vienen desde el análisis de la comunicación. En
otras palabras, me enfoco en lo que se dice, cómo se lo dice y aparece en los
medios masivos y las redes sociales. Sería ingenuo negar que las relaciones de
poder tengan matices y dinámicas complejas. Se sabe que dentro de las filas
chavistas hay facciones distintas o que en los grupos opositores al régimen de
Nicolás Maduro hay desencuentros y liderazgos en conflicto. Sin embargo, la guerra propagandística
oficial ha terminado por llevar las cosas aniveles extremos de maniqueísmo y
emocionalidad. Y ese fenómeno limita la posibilidad de un debate pacífico, en términos democráticos, que a la
final pudiera serle de mayor utilidad a la sociedad venezolana. Pero al momento
eso no es posible debido a la agresión mediatizada y la represión policial.
En la turba la diversidad de opiniones termina por naufragar,
los matices en la argumentación desaparecen, tal como desaparecen las
individualidades cuando se ve un ejército avanzar como un bloque compacto.
Cuando se diseñan campañas de propaganda el objetivo
fundamental es persuadir, conseguir un determinado efecto, apelando a la
manipulación y a mensajes repetitivos. Es un lugar común, pero uno muy útil,
decir que nadie posee la verdad absoluta. Por tanto, se requieren espacios de
discusión democrática para tratar de
hallar soluciones que nos permitan resolver los problemas del presente y las
incertidumbres del futuro. Aquí el tema de la libertad de expresión es un factor
básico, pues contribuye a dinamizar ese debate que toda sociedad requiere. No
obstante, a menudo un gran énfasis en la propaganda de Estado es síntoma de una
reducción de los ámbitos en que los distintos grupos que integran la sociedad
puedan decir sus propias versiones.
De acuerdo al diccionario Oxford, propaganda significa
“Información, especialmente parcializada y engañosa, usada para promover una
causa política y un punto de vista” .
Determinar si hay engaño y en qué consiste depende de la posición que
uno ocupe y cómo mire las cosas. Si una camarilla disfruta de los beneficios
del poder y no lo quiere dejar es posible que defienda la propaganda oficial
como si fuera la palabra de Dios,
mientras que manifestantes en las calles, desde sus improvisadas
trincheras, podrían reclamar por qué esa propaganda esconde ciertos
asuntos. De eso se trata el debate
democrático, de confrontar tesis oficiales con la perspectiva de otros sectores
de la sociedad, de modo que la defensa a ultranza o la denuncia de la
propaganda no sea la prioridad, sino la búsqueda de consensos a través de la
confrontación de tesis. Lo sucedido en Ucrania puede ilustrar el problema de
que se limite la discusión en la esfera pública. Víktor Yanukóvich, el depuesto
presidente de Ucrania, en sus mensajes oficiales llamaba a la austeridad en
tanto que en su vida privada gozaba de los lujos de un millonario a costa de
dineros públicos. Las imágenes que ahora circulan de los ricos aposentos de
Yanukóvich contrarrestan lo que en su momento fue la propaganda de su gobierno.
Es obvio que si la comunicación se concibe como encuentro
entre bandos opuestos, dentro de una concepción bélica, mis ‘enemigos’ no
querrán aceptar mi opinión convertida en la Verdad y, por tanto, habrá que
engañarlos, como se engaña a un oponente en un juego de ajedrez: mediante una
estrategia lo convenzo de un falso objetivo para confundirlo y derrotarlo. Ya
lo dice Sun Tzu con aplastante concisión: “el arte de la guerra es el arte del
engaño”. Una de las formas de fraguar un engaño es ocultar información a la
sociedad para que esta se incline por las perspectivas oficiales. Una
estrategia así es la que ha puesto en marcha el gobierno de Nicolás
Maduro. En estos días la Comisión
Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL) le ha hecho saber a todos los
proveedores de internet en Venezuela que sin demoras deben bloquear el acceso a
páginas web que ofrezcan contenido que
contradiga los mensajes gubernamentales.
La guerra urbana mediatizada
El engaño puede subsistir, a través de costosos estudios de
opinión pública, la contratación de estrategas con afiebradas y estresadas
mentes que consumen su tiempo para saber cómo ensuciar la honra ajena y
desprestigiar a los opositores, y millonaria publicidad. Sin embargo, en esta
época el escrutinio ciudadano se ha intensificado gracias a la posibilidad de
registrar y hacer públicos sucesos que tratan de ser filtrados por la censura
oficial. Para extender las metáforas bélicas, se puede decir que la maquinaria
de guerra mediática estatal termina por alentar a un oponente equivalente a una
guerrilla urbana mediatizada, que cada vez que puede se encarga de
desenmascarar ocultamientos. Eso, por ejemplo, es lo que sucedió con el caso
deMarvina Jiménez Márquez, quien durante las protestas de finales de febrero de
2014 fue brutalmente golpeada por una miembro de la Guardia Nacional
Bolivariana (el video se puede ver aquí), suceso que fue grabado y hecho
público en Internet, al tiempo que fue acusada por las autoridades por el
delito de agredir a tres funcionarios públicos. Lo que no entiende un poder
autoritario, como el que ahora rige Venezuela, es que a pesar de la represión y
el ánimo de crear un consenso a fuerza del garrote y el miedo, la sociedad se
las arregla para decir lo suyo aunque sea eludiendo bombas lacrimógenas y balas
perdidas.
La guerra mediática que fue a dar en la vida cotidiana de los
venezolanos ha producido un sinnúmero de imágenes que parecieran venir de un
diálogo directo con películas que aluden a conflictos bélicos y futuros
apocalípticos. Esto no debería sorprender en la medida en la que mensajes
producidos de forma comercial son apropiados y re-significados en distintas
sociedades y culturas, un fenómeno que ha sido estudiado en Latinoamérica por
académicos como Néstor García Canclini y Jesús Martín Barbero.
Entre las referidas imágenes hay dos secuencias emblemáticas.
La primera tiene que ver con la caravanaque organizó en febrero de 2014 el
Gremio de Motociclistas Venezolanos para respaldar al presidente Nicolás Maduro
(para ver estas imágenes haz clic aquí). A manera de interpretación se puede
descomponer ese mensaje en varios elementos, que quizás fueron tomados en
cuenta por quienes diseñaron mediáticamente dicha manifestación de apoyo. Por
una parte está la referencia a la motocicleta como instrumento de poder,
autonomía y dominación masculinos, al estilo de las películas ‘Easy Rider’
(1969), ‘Mad Max’ (1979) o ‘Terminator 2’ (1991); un ícono que resuena en la
cultura machista latinoamericanay los roles de poder que promueve. El uso de
tal referencia cultural no es nueva dentro de la propaganda bolivariana: Una
motocicleta, manejada por el coronel Chávez con la destreza con la que se doma
una yegua, fue utilizada en algunas de las imágenes publicitarias de la campaña
presidencial de 2013. Si bien los motociclistas que participaron en la caravana
llevaban globos y banderas blancas para manifestar una actitud pacifista, tal
gesto puede considerarse como una suerte de cosmético para suavizar el lúgubre
significado que la motocicleta ha adquirido en la última década en Venezuela y
que opera como advertencia para las opositores, pues es el vehículo favorito de
los delincuentes para cometer robos y asesinatos. Al respecto se pueden leer aquí
las declaraciones del alcalde del municipio Los Salias de Miranda, cercano a
Caracas, quien a pesar de su adscripción chavista reconoce que las motocicletas
son usadas a menudo por los criminales.
La segunda secuencia proviene de los dramáticas acciones
emprendidas por el general retirado Ángel Vivas, quien decidió atrincherarse en
su casa después de que el presidente Maduro ordenara su detención acusándolo de
incitar formas de protesta violenta en contra del gobierno venezolano. En un momento, Vivas se valió de una megáfono
para amplificarse cuando exclamaba “Derecho a la legítima defensa”, como en un acto para permitirse a sí mismo un
medio de comunicación improvisado para alzar la voz. En otro momento Vivas se
apostó con una ametralladora en los altos de su casa, tal si fuera un soldado
listo para defender un territorio de un ejército invasor (aquí se puede ver a
Vivas arengando a sus vecinos). Lo ocurrido con Vivas repite el fenómeno del
opositor o crítico de un régimen despótico convertido en “enemigo”, acosado,
arrinconado y obligado a tomar acción de formas desesperadas. Es que la lógica
de la guerra mediáticatransforma a individuos y grupos en combatientes, pues no
admite la pluralidad periodística, el debate informado, peor aún la crítica. Y la realidad comienza a ser narrada por sus
protagonistas en base a un improvisado libreto que toma la imaginería del cine
para comunicar: la efigie de Vivas con su ametralladora enfrentando solo la
arremetida de los invasores recuerda a películas como Braveheart (1995) y la
saga de filmes sobre Rambo.
A manera de conclusiones:
·
La
propaganda es una manifestación de violencia mediática propia de regímenes con
una predisposición al abuso del poder, que en un momento pudieran devenir en
dictaduras, tal y como sucede en el caso venezolano.
·
La
propaganda llevada al extremo se corresponde con sociedades en las que, entre otros factores,
el sistema de justicia ha perdido su autonomía y se utiliza para perseguir a
quienes se consideran opositores, hay el ánimo por implantar a como dé lugar la
verdad oficial limitando la libertad de expresión, y se estimula al nivel
oficial la polarización social entre los aliados y los enemigos de un proyecto
político.
·
Cuando
impera la propaganda y su lógica de guerra se auspician métodos violentos para
resolver los problemas y se legitiman las conductas agresivas. Si bien la
violencia mediática no es la única causa una sociedad violenta, es un elemento
sintomático de una. No es casualidad que Venezuela esté en la lista de los
cinco países más violentos del mundo, de acuerdo a estudios del Observatorio
·
Venezolano
de Violencia, cuyas cifras han sido cuestionadas por el régimen de Nicolás
Maduro. Una conducta que ha sido vista por sectores de la sociedad civil como
un ánimo poco transparente que viene de años atrás y que fuera iniciada por
Hugo Chávez.
·
Quienes
enfatizan la negación de ciertas realidades a través de la propaganda quieren
explicar y resolver todo en las pantallas: En enero de 2014, Maduro sostuvo que
una de las principales causas de la violencia en
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