El presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha flanqueado el
“doloroso” revés electoral que, según él, sufrió el oficialismo el pasado 23 de
febrero, cuando perdió la estratégica alcaldía de Quito, al poner en el tapete
de la discusión su reelección en 2017, que la Constitución de su país impide y
que ha venido descartando.
“Es mi deber revisar la sincera decisión de no lanzarme a la
reelección porque tengo la responsabilidad de garantizar que este proceso sea
irreversible”, dijo recientemente Correa en referencia a su proyecto de
Gobierno, aunque aclaró que ello no supone, necesariamente, que se vaya a
presentar a un nuevo mandato.
El ambiguo mensaje presidencial cayó como un balde de agua
fría en la oposición, que aún no dejaba de frotarse las manos al ver caer el
reducto de Quito, administrado desde 2009 por Augusto Barrera, miembro del buró
político de Alianza País (AP), el movimiento de Correa.
El mandatario teme que Quito en manos de la derecha, donde
ubica al ganador de ese municipio, Mauricio Rodas, quien se considera de
centro, pueda trastocar la Revolución Ciudadana, el modelo izquierdista
aplicado por Correa.
Para el gobernante, la oposición podría aprovechar ese revés
para intentar reeditar las protestas que han sacudido a Venezuela o que han
puesto en aprietos al Gobierno argentino.
Correa no quiere que eso ocurra en su país y por ello ha
planteado la reelección indefinida, una iniciativa que crispa a sus adversarios
y que el oficialismo debate estos días.
El ministro de Turismo, Vinicio Alvarado, a quien Correa
acaba de designar como secretario de la Administración Pública (ministro
secretario de la Presidencia), opina que sería mejor que se dejara pasar un
periodo para que el presidente pueda presentarse a una tercera reelección.
Considera que sería “una alternativa política más viable, más
adecuada” y permitiría “a los ciudadanos comparar”, destacando a la vez que
“quien rige los destinos es la propia ciudadanía en democracia”.
El legislador opositor Diego Salgado calificó al anuncio del
mandatario como “otro golpe a la debilitada democracia ecuatoriana” y reclamó
la “alternabilidad” en el poder, aunque también recordó que el oficialismo
podría ir con otro candidato diferente a Correa en 2017.
Pero, si Correa insiste, Salgado consideró que se debería
reformar la Constitución y llamar a un referendo para que la población sea la
que apruebe o no la reelección indefinida, pues la norma actual solo permite
una reelección, que para el mandatario ya se ha producido.
El gobernante, con mayoría en el Parlamento, podría acudir a
una reforma a la Constitución para que su propuesta no pase por el escrutinio
popular, aunque la opción de referendo tampoco ha sido descartada por el
oficialismo.
Algunos opositores no dudan que el grupo en el poder logrará
que pase la enmienda propuesta por Correa sin la necesidad de un plebiscito,
pero han advertido de que en ese caso la gente podría rechazar en las calles la
iniciativa gubernamental.
La pérdida en Quito y en otras alcaldías importantes no
significa que el oficialismo perdió esa elección y, más aún, a la luz de los
resultados preliminares, AP aparece como “la primera fuerza política del país”,
según Correa.
Además, el mandatario, de acuerdo a encuestas, goza de una
alta popularidad situada, según los últimos sondeos conocidos, en torno al 80%,
otra razón por la cual Cerbino considera que la propuesta de reelección se
presentó a destiempo.
Pero lo que queda claro para los analistas es que el
oficialismo desnudó una de sus mayores flaquezas, la ausencia de nuevos líderes
y la dependencia de la popularidad de Correa que, según se vio, no endosa el
gran apoyo del que goza a otros candidatos de su mismo grupo.
Por ello, el mandatario decide revisar su negativa permanente
a la reelección y, de paso, anuncia una profunda reorganización en Alianza
País, un movimiento en el que Cerbino cree que hay una tendencia de izquierda y
otra más derechizada que ha ganado terreno.
Esa pugna es parte de la factura electoral que le ha tocado
pagar al oficialismo que, para el analista, debería revisar sus métodos
organizativos si quiere evitar otros reveses en la próxima contienda electoral.
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