Por: Francisco Febres Cordero
El excelentísimo señor presidente de la República es hombre
de palabra. ¿Se acuerdan que dijo que si le ganaba el juicio al Banco Pichincha
iba a destinar esos fondos a una obra social? Y cumplió: los destinó a la
compra de un departamento en Bélgica que, socialmente, es la mejor obra social
que pudo hacer porque si no ¿dónde se va a ir a vivir cuando se retire? Y ya
creo que había ordenado que abrillantaran el piso de la sala del departamento
para que pudiera aterrizar el helicóptero que lo llevaría a su nuevo hogar,
porque dijo que terminado este periodo definitivamente se retiraba y se iba a
la casa de la Bélgica, cuando, de pronto, ¡zas!, anunció que está pensando en
la reelección, sobre todo después de haber ganado las últimas elecciones en
todo el país profundo, pero haber perdido en Quito, Guayaquil y Cuenca, que son
ciudades bien improfundas.
O sea mucho es el excelentísimo señor presidente de la
República, francamente. Igualito fue con lo del Yasuní. Nos tuvo convencidos de
que allí no se iba a explotar petróleo pero ¡oh!, como el mundo le falló,
después anunció que allí sí se iba a explotar petróleo. ¡Eso es pues tener
palabra!
Total de los totales, el único obstáculo para que el
excelentísimo señor presidente de la República pueda pensar en la reelección
está en la Constitución de Montecristi. ¡Híjoles, la Constitución de
Montecristi! ¿No dijo el excelentísimo señor presidente de la República que era
una Constitución tan perfecta, tan impecable, tan de todos y de todas, que iba
a durar trescientos años? Ahí sí creo que exageró un poco, porque la
Constitución no contempla la reelección indefinida y entonces, sin reelección
indefinida, ¿cómo iba a durar trescientos años?
Pero como para todo hay solución, los asambleístas y
asambleístos se han propuesto reformar la Constitución para que el
excelentísimo señor presidente de la República pueda reelegirse
indefinidamente, hasta el tanto de trescientos años. Toncesmente, lo primero
que tienen que hacer es redefinir el cargo. No pues, ¡cómo van a poner en lugar
de presidente dictador, que son los que usualmente duran treinta, cuarenta,
trescientos años en su puesto! ¿Dictador? Horrible sonaría eso en la
Constitución.
¡Chuta!, qué difícil. Espérense un ratito, pienso. ¡Ya sé!
Previendo que se va a reelegir no una sino muchísimas veces, pueden poner
Reexcelentísimo señor represidente de la Rerepública. Un poco tartamuda va a
quedar la Constitución pero, en cambio, ¡qué rerevolucionaria!
Los asambleístos y asambleístas, para fundamentar el cambio
constitucional, pueden decir que como ellos son tan musicales, tan de himnos,
tan de la canción protesta, han hecho las reformas inspirados en la música y lo
que antes era una simple Constitución en re menor, inmusical porque no tenía
reelección indefinida, ahora tenemos una Reconstitución en Re Mayor, porque,
tras las rereformas, ya tiene rereelección. O sea lo que en música llamamos
bis.
Con eso, la Constitución no solo podrá ser leída, sino hasta
cantada. Imagínense: todos de pie, con las manos lúcidas en alto, entonando el
himno de la Reconstitución que, ahora sí, permite la rereelección del mismo
reexcelentísimo que dijo que no quería reelegirse, pero ya lo está pensando
(bis).
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