Lo dicho por el presidente Rafael Correa inmediatamente antes
de asumir un nuevo mandato, el 24 de
mayo de 2013 en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, ha sido olvido por el
Gobierno y el por él mismo. En entrevista por televisión, aseguró que no se
candidatizaría en 2007. Palabras más, palabras menos, esgrimió como argumento
haber dedicado muchos tiempo al servicio del país (cumpliría 10 años en 2017)
y, sobre todo, a un compromiso con la familia a la que ha sacrificado con su
ausencia.
Los ecuatorianos respetaron esa decisión. Sin embargo poco tiempo después, la titular de la
Asamblea, Gabriela Rivadeneira, dijo en una visita a Guayaquil, algo así como “con el respeto a su
familia, pero Rafael nos pertenece a todos”.
La propuesta de cambiar la Constitución para permitir la
reelección presidencial indefinida surgió
bastante antes que en estos días, cuando se la reactualizado a
propósito de los resultados de las votaciones del domingo 23 de
febrero que, para el Gobierno, fueron
solo un “revés”, mientras que la oposición
las considera una “derrota” del oficialismo.
La propuesta del legislador socialista Fabián Solano,
secundado, de manera inmediata, por Rivadeneira, se venía cuajando desde mucho
atrás. El propio Correa dijo en una sabatina: “Síganme molestando y me les
lanzo para la reelección”. La idea de perpetuarse en el poder es parte
sustancial de esa suerte de credo político que mueve al llamado socialismo del siglo XXI. De eso
han dado pruebas el fallecido Hugo Chávez, en Venezuela; Evo Morales, en
Bolivia, que también reformuló la Constitución, y, últimamente, Daniel Ortega,
que usó todas las fórmulas del juego político hasta tener mayoría que propicie
la reelección indefinida para perpetuarse en el poder.
Para estos gobernantes, coincidencialmente todos militantes
de la Alianza Bolivariana (Alba), el
poder no puede estar en otras manos que no sean las suyas. Por eso, ni siquiera
preparan relevos dentro de sus organizaciones. La alternancia, consustancial a
las democracias, es desdeñada y menospreciada. Eso sí, les encanta repetir que
nada de los hacen es por ellos, sino que todo es por la Patria, pero igual no
admiten que nadie les sustituya en el poder.
La alternancia en el poder es un principio básico de la
democracia. Las experiencias caudillistas y dictatoriales en América Latina,
llevaron inclusive a prohibir la reelección consecutiva y, en algunos casos, a
vedarla en absoluto. Perpetuarse en el
poder por la reelección indefinida es crear ficciones de democracia con el
disfraz de la legitimidad electoral, pero sin división ni independencia de
poderes ni pluralismo y en función de liderazgos personalistas.
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