Vea cómo Correa se embalsama en vida
El correísmo puso en marcha un rito funerario para extraer del mundo de los mortales a Rafael Correa e introducirlo al panteón de los próceres. Introducirlo como un ser tan excepcional que el propio Correa está empeñado, con la ayuda de su aparato de propaganda, en fabricar otra biografía.
Esto responde a dos objetivos: generar un estatus inmarcesible al Presidente saliente y, de paso, tratar de paliar las cifras negativas que afectan al gobierno. Los estrategas oficiales, que hicieron de Correa un producto y que no saben cómo revertir los semáforos en rojo que se multiplican, piensan que pueden subsanar el declive político del gobierno si retocan la figura del líder. Para eso sirve la propaganda, uno que otro intelectual (como aquellos que desfilaron por los canales gobiernistas el 24 de mayo) y funcionarios tan funcionales como Javier Lasso. La versión photoshopeada de Rafael Correa, que está en curso y que se fabrica para el panteón y para la campaña-2017, tiene –entre otras– estas características:
- Un líder histórico: Correa oficializó este rasgo el 24 de Mayo cuando puso nombre a sus años de gobierno: la “década ganada”. Ahora sus historiadores, que hacen eco con Juan Paz y Miño, se encargarán de poner hechos y fechas; citas y proclamas sobre las fuerzas de derecha y el oprobioso pasado que la Revolución Ciudadana aplastó. La senda está marcada: una “década ganada” solo puede ser la obra de un coloso.
- Un líder invencible: esta ficción viene siendo fabricada desde hace largos meses. La propaganda ha esculpido la imagen de un líder que se retira pudiendo seguir; que desdeña competir pudiendo ganar. Un líder consciente de ser el terror de la oposición y seguro de que si regresa –y amenaza con hacerlo si investigan– ganará cuantas veces quiera. La falacia gravita alrededor de dos ideas: Correa es invencible y es inmune a cualquier desgaste (porque la inmensa mayoría del país está con él). Esta tentativa revela precisamente las dos carencias fundamentales del correísmo: el mito de la invencibilidad de Correa se diluyó y su desgaste político (realidad económica más rechazo al autoritarismo) es tan evidente que el gobierno perdió la iniciativa estratégica: está a la defensiva.
- Un líder humilde: Correa dueño de la historia, de su curso y sentido, está en apuros con su propia biografía. No puede aceptar –como dijo y repitió en la entrevista con Javier Lasso– “distorsiones” que alteran los conceptos que él tiene de sí. Se pensaba que el Presidente más mediático de la historia del país estaba retratado en lo que ha dicho y hecho en esta década. Trabajador, cierto. Y autoritario. Prepotente. Rencoroso. Monárquico. Derrochador (con plata ajena). Perseguidor… Y un largo etcétera que puede ser ilustrado con los videos que su gobierno quiere secuestrar como suyos.
Pues no: él quiere ser recordado como un hombre “simple, sencillo y bueno”. Como tú Javier. Tan sencillo que no tiene anillo y le pesa el reloj. Tan modesto que le bastan una bicicleta, una mochila y una guitarra. Tan humilde que rehúye lujos, gustos extravagantes y vanidades. Tan de lavar y planchar que, según los videos del programa con Lasso, prefiere la vajillas del Guasmo a las de Limoges (producidas desde 1768 en Francia) y que él pronuncia Limonges. Tan proletario que duerme en casas de una pobreza franciscana (aunque aclare a Javier Lasso que la escogió después de haber decidido muy mediáticamente; es decir, por razones de cálculo político, dormir en esa zona). Correa es tan humano –como tú Javier– que en los videos de esa entrevista se dice que paga impuestos. Tan ahorrativo que decidió no usar el Ford Lincoln que encontró… aunque olvida decir que es el único presidente que ha tenido dos aviones y otro de Tame para su comitiva. Correa ensaya, tardíamente se antoja, ser el José Mujica del Ecuador.
- Un líder predestinado e intachable: en el retrato que se está rediseñando, Correa aparece como ser elegido. Y para esto Javier Lasso, actuando con la fe del sumiso, fue extremadamente eficiente. En los videos de su programa Correa ya quería cambiar el mundo desde las aulas escolares. En la docencia hizo lo mismo porque no soportaba “el injusto sistema de riqueza”. El predestinado es, además, un hombre sin tacha. Su temperamento político revela “una personalidad rebelde, crítica, progresista”. Como persona es un “padre de familia, hijo y esposo y compañero leal”. Como ser humano es “sencillo con ideales claros y fuertes convicciones”. Un idealista dispuesto a morir por lo que cree: “pensábamos –dice Correa– que íbamos a morir el 30 de septiembre”. ¿Cómo se puede criticar un ser de este talante?
- Un líder de izquierda: Correa vive en los años de la guerra fría. Se dice de izquierda, bañado en la doctrina social de la iglesia y en la teología de la liberación. Pero no cualquiera: aquella que se codeó con pastores que “transmitían santidad”:Leonidas Proaño y Helder Camara.
Dice de izquierda como si eso, de por sí, tuviera una carga positiva. Y para que nadie lo dude se ingenia una teoría, tan pedestre, según la cual la ideología está desvinculada de valores morales. Así su izquierdismo no riñe con sus visiones oscurantistas que dan la espalda a las corrientes contemporáneas. Aquellos que lo contradicen –dice– pliegan ante “categorías anglosajonas”, o“conceptos noveleros”. Acomoda conceptos y vilipendia a sus contradictores.
- Un líder fuente de pensamiento: Correa quiere sofisticar su perfil. Sumar rasgos de supuestas lecturas, grandes contactos y tesis innovadoras. En este punto, entra su viaje a Roma a la Academia de Ciencias. Le salió mal. Allá le redujeron el tiempo para dar mayor espacio a Bernie Sanders y aquí el terremoto le dañó el mercadeo destinado a presentarlo como un gran pensador; atributo que solo Jorge Glas le otorga. Las pinturas en los muros de su casa y su música favorita hablan de referentes culturales de una precariedad manifiesta.
- Un líder desprendido: Correa nunca ha pensado pasar a la historia. Eso dice. También dice que, como es consciente de que su figura es fuerte en el país, se tiene que ir a Bélgica. Para dejar gobernar. Porque periodistas y hasta los políticos de la oposición lo van a ir a ver. Dueño del poder, entonces. Eternamente. Amado, no impopular. Transparente, no investigado. Histórico, pero tan sencillo que no ama ni tomarse una fotografía. Rodeado de centenares de policías (como ningún presidente ha tenido) muy a pesar suyo…
Su nuevo perfil no es –dice él– para promocionar su personalidad. Solo es para evitar que se“distorsione la figura del Presidente”. Que entre al panteón de los próceres con los atributos que él se da. Y que así, como prócer y casi santo, aparezca en la campaña electoral.
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