Dinero de inducción
Publicado el 2016/06/25 por AGN
Alberto Ordóñez Ortiz
El dinero electrónico entró en vigencia. Quien lo hubiera creído. Ver para creer, dijo en su momento y, no sin razón, el incrédulo de Santo Tomás. Ahora es ley de la República. Su ingreso en escena es una crispación más en la larga cadena de crispaciones que ha caracterizado a este desgobierno que por obra y gracia de sus “ideólogos” ha terminado por convertirse en el epicentro de todas las graves e insostenibles inestabilidades e inequidades que sufre el País. Es por esa razón y muchas más que me he tomado la libertad de bautizar -al dinero electrónico- con el sonoro nombre de dinero de inducción; especialmente porque con ese dinero podremos pagar las gloriosas cocinas de idéntico nombre. Al fin. Con la inducción de moda, la Betty habría sido inducida a renunciar. ¿Quienes vendrán a continuación? Solo dios sabe. Pero ellos lo sospechan. Duermen con el un ojo abierto. Y, el otro también.
Pese a la dolarización vigente el correísmo habría encontrado por fin la largamente acariciada -diez años- máquina de hacer dinero. Si sus emisiones son inorgánicas, se generarían sucesivas inflaciones que pulverizarían el bolsillo de los ecuatorianos. La operación se constituiría en una alquimia al revés: el oro se convertiría en plomo y el dólar en el papel de empaque que serviría para embalar y ocultar las múltiples y funestas incidencias de su aplicación que, a la postre, si se cumplen las previsiones de los expertos, podría superar al temible feriado bancario; del cual, dicho sea de paso, nunca se recuperó el País. Bajo esos condicionamientos la banca perdería su rol protagónico y podría desaparecer en la medida en que se vaya [[dibujando]] el nuevo sistema. Según la BBC, sus analistas no descartan la posibilidad de que Ecuador podría convertirse en un centro de blanqueo.” La descomunal grieta que el nuevo modelo monetario nacional abriría en el embalse del sistema económico -valga el símil- lograría que el dólar salga disparado por la fisura abierta a propósito, dando paso a las emisiones inorgánicas y a sus nefastas consecuencias.
En adición, el Banco Central cobraría una tasa por manejar nuestro propio dinero. ¡Habrase visto! Empero el problema de fondo radica en que en el País habrá que convencer a un 48% de la población nacional: “los que ejecutan sus transacciones en los puntos de ventas populares”. Convencerles que el dinero electrónico es mejor que billete físico y en en mano, será tarea infructuosa. El embuste cínico y retorcido empleado para contar con dinero “cash” que cubriría la falta de liquidez -provocada por el descomunal derroche y la sostenida y perversa ingobernabilidad-, ahora sí, utilizando los ahorros del pueblo ecuatoriano, sería, sin duda posible, el siniestro objetivo de fondo. ¿Hasta cuando Padre Almeida”. Parafraseando a James Joyce, se podría decir que para el autor de la pesadilla sería preferible que no se despierte, y cuando lo haga, que posiblemente será en Suecia, Bélgica, Suiza o países de la baja Europa, será demasiado tarde. El dinero de inducción será su estigma y embalaje.
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