POR: Galo Muñoz Arce
Desde hace largos años, pero acrecentado a partir del 2015, asistimos a un proceso de reversión (roll back) de los gobiernos progresistas que venían desarrollándose en Latinoamérica.
¿Por qué caen o son puestos contra las sogas todos estos gobiernos? Como mínimo habría que apuntar dos grandes causas: 1) el capitalismo global, capitaneado por Estados Unidos, no tolera ningún experimento político-social que se pueda ir de sus manos; y 2) son procesos políticos muy débiles, populistas, con poco arraigo popular real más allá del “amor†amarrado al clientelismo en juego o a un líder carismático.
Los gobiernos de centro-izquierda que se vienen dando en Latinoamérica (Bachelet en Chile, Mujica en Uruguay, el PT en Brasil, los Kirchner en Argentina, Lugo en Paraguay, Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Chávez o Maduro en Venezuela), no se plantearon en ningún momento medidas radicales con proyectos de transformación a largo plazo.Â
La actual sucesión de caídas de gobiernos con propuestas reformistas en Argentina, Brasil, la derrota de Evo Morales para la no reelección, revocatoria del mandato en Venezuela.  En todos los casos el “caballito de batallaâ€Â es la lucha contra la corrupción.
Curioso: un continente marcado por la más absoluta corrupción desde la época de la colonia (española o portuguesa) hasta nuestros días, donde siempre la política ha sido campo de acción de las más deshonestas e indecorosas conductas, levanta ahora esta pretendida cruzada contra lo que se dibuja como una nueva plaga bíblica, el peor de todos los males: la corrupción.
Ahora pareciera que esa monumental lucha contra el flagelo de la corrupción entra en escena con una fuerza descomunal. Ahí tenemos los Panama papers como una demostración de ese nuevo “espíritu de transparencia†que ahora pareciera derramarse sobre el continente, con Washington liderando esa “lucha titánicaâ€, ayudando a nuestras “atribuladas†sociedades a salir de ese cáncer putrefacto.
Este es el otro elemento que, quizá de un modo indirecto, contribuye a la caída en serie de estos procesos. Más allá del espejismo de una revolución socialista triunfante que puede haberse tenido del proceso venezolano en estos últimos años, con Chávez vivo o incluso luego de su muerte, similar en algún sentido con lo que pasó en estos países, la realidad muestra que nunca se salió de esquemas capitalistas.
En todos los casos, con diferencias de detalles pero con denominadores comunes, no fueron procesos de revolución popular; todos estos gobiernos llegaron a la casa presidencial a través de elecciones dentro de los cánones capitalistas, respetando su institucionalidad.
Ninguno de los gobiernos ahora mencionados –nos atrevemos a incluir también a la Revolución Bolivariana, más allá de toda la parafernalia mediática levantada y las esperanzas de renovación con su preconizado socialismo del Siglo XXI– produjo un rompimiento real con las estructuras del capital.
Van cayendo porque desde que nacen, estas iniciativas reformistas tienen sus días contados, más allá de la pasión que puedan mover, las esperanzas que puedan abrir. O se radicalizan, o caen. La experiencia lo demuestra.
El único experimento socialista que se mantuvo y se amplió en Latinoamérica, porque realmente se radicalizó, fue Cuba. La Revolución Sandinista de Nicaragua, incluso, en su intento de convivencia pacífica con el imperio fue cediendo cada vez más. Ver dónde está Nicaragua en este momento es indicativo de lo que eso significó, con uno de los índices de pobreza más altos en el continente, aún con un ex comandante guerrillero de presidente.
No se trata de mover pasiones, de clientelismo político, de campañas asistencialistas. Con eso se puede mantener durante un cierto período la ilusión de cambio, de “preocupación†por los humildes y excluidos…, pero eso tiene sus límites. Incluso, los tiene muy cercanos.
Para la construcción de alternativas es bastante evidente que tenemos que ir más allá de la institucionalidad fijada: dentro de estos estrechos márgenes parece que no es posible más que un capitalismo mejorado, abuenado
. Y eso no lleva muy lejos parece. Una vez más:
Seamos realistas: pidamos lo imposible
.
Para la construcción de alternativas es bastante evidente que tenemos que ir más allá de la institucionalidad fijada: dentro de estos estrechos márgenes parece que no es posible más que un capitalismo mejorado, abuenado
. Y eso no lleva muy lejos parece. Una vez más:
Seamos realistas: pidamos lo imposible
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