Publicado en junio 29, 2016 en Columnistas/Las Ideas por Felipe Martínez Román
El presidente entrante tendrá que administrar una crisis sin parangón en la crónica nacional. Una con moneda dura, inflexibilidad generalizada, ahorro nacional raquítico y deuda cortísima y onerosa. Las soluciones deben ejecutarse con la precisión de un técnico de quirófano que atiende a este paciente llamado Ecuador: primero transfusión de sangre, luego remoción de tumor y finalmente sutura. La transfusión, que no es mucha, debe venir en forma de deuda reprogramada y barata. Y ahí exactamente está el comodín del nuevo presidente: El mundo ofrece las condiciones más favorables que ha visto su generación para contratar, reprogramar y sustituir deuda así como para atraer inversión. Una administración astuta aprovechará al máximo de esta situación.
Todo emana de un momento económico mundial singular, derivado de una crónica ausencia de demanda e inversión. El fenómeno, denominado “secular stagnation” o “trampa de liquidez”, o “chuchaqui de endeudamiento” ocupa a los economistas en una contienda intelectual acalorada. Lo hacen con el afán de descifrar las soluciones ante esta no-inversión primermundista que limita su crecimiento y bienestar. Esto ocurre particularmente en Estados Unidos, Europa, Japón, y partes de Asia-Pacífico.
La argumentación del ahorro excesivo y poca inversión ocurre en torno a factores intuitivos. Primero, la creciente desigualdad social limita la capacidad de gasto de los más pobres, mientras que exacerba el ahorro y resguardo de los capitales de la población más favorecida. Segundo, las sociedades demográficamente más viejas consumen menos y ahorran más, pensando con incertidumbre cuanto podrán durar sus años de retiro. Tercero, países petroleros que no han querido repetir crisis por sacudones de precios han construido gigantescas reservas dinerarias, en vez de gastar sus haberes. Cuarto, el mundo ha salido de una crisis financiera traumática motivando a las sociedades a optar por la prudencia sobre el consumo a base de endeudamiento. Quinto, la tecnología (léase Uber, Airbnb) ha hecho que las inversiones de capital sean menos necesarias para operar negocios. Sexto, la innovación ha llegado a una platea no hay muchas ideas de inversión que tengan gran futuro.
¿Cómo han reaccionado los bancos centrales? Imprimiendo ingentes cantidades de dinero para estimular las economías, con la resultante presión bajista de tasas de interés. Con mucho dinero flotando, y tasas bajísimas, los ciudadanos deberían optar por invertir. Un ciudadano Nor-Europeo por ejemplo enfrenta intereses negativos en su banco; es decir, no solo que el banco no le paga nada de interés, sino que si deja 100 euros en enero, en diciembre le entregan 98. Ante una situación así, ese ciudadano debería motivarse a mover su dinero en un negocio, o una inversión. Pero el paradigma vuelve a iniciar, como descrito anteriormente: No hay donde invertir el dinero, al no haber crecimiento, al no haber consumo, al haber exceso de ahorro.
Este círculo vicioso ha dejado al mundo chapoteando en un coloso océano de dinero (a razón de 5 trillones de nuevos dólares impresos solo por el G7) que no tiene a donde ir, sumado al pánico que genera la creciente amenaza populista en primer mundo. Inversionistas del globo ven sus ahorros crecer a tasas tímidas o decrecer por tasas negativas, buscan con desesperación rentabilizar sus capitales, llevarlos a otros lugares, descubrir nuevas fronteras de inversión. La situación presenta una oportunidad formidable para países como Ecuador: es un momento histórico para atraer capitales, nuevos fondos, deuda en buenas condiciones, inversiones de todo tipo.
Una representación político-económica excelsa podrá conseguirlo: revertir los imanes espanta-capitales, abandonar la ordinariez política y reemplazar el travestismo económico en favor de la transparencia, credibilidad e institucionalidad. La astucia de un equipo inteligente y un país que aparece al mundo ordenado, serio y prudente abrirá una llave cuya tubería conecta al mar, y que empiecen a caer dólares de extranjeros como préstamos baratos, como inversiones, como empréstitos con ideas asociadas. Que nos empecemos a inundar de los miles de millones de dólares que los ecuatorianos han sacado de su país por miedo y quieren volver por las paupérrimas ganancias que les ofrece el mundo. Y que ese chorreo sirva para que la sangre nueva corra por el paciente, reavivando sus órganos y dando oportunidad al cirujano de solucionar los temas de profundidad, a sacar el tumor, a restaurar los latidos, a volvernos competitivos, a cerrar las heridas, a revivir de un sueño anestesiado y caricaturesco.
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