miércoles, 8 de junio de 2016

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Mijail Gorbachov en la sede de la fundación que dirige en Moscú CreditJames Hill para The New York Times
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MOSCÚ — Últimamente, un gran número de figuras públicas, entre ellas una cercana al presidente Vladimir V. Putin, ha insistido en que Rusia declare criminal, de manera oficial, a Mihaíl S. Gorbachov. ¿Su crimen? Inducir el colapso de la Unión Soviética.
Son habituales las solicitudes para que Gorbachov sea enjuiciado. En palabras de un miembro del parlamento se trata nada más y nada menos que de sacar a la luz operaciones de una “quinta columna” en Rusia.
Sin embargo, en marzo, cuando los organizadores de la espectacular celebración con la que se conmemoraron sus 85 años se acercaron al emblemático Hotel Ucrania para organizar el banquete, sus dueños se negaron a aceptar el pago después de saber que el homenajeado sería el expresidente.
“Dijeron que sin Gorbachov habrían terminado siendo comerciantes en el mercado o criminales dedicados al contrabando”, comentó Alexei Venediktov, un amigo cercano y el editor en jefe en la estación de radio Eco de Moscú, el principal medio de comunicación de los liberales rusos. “Dijeron: ‘¡Ahora somos los dueños de todo esto gracias a Gorbachov! ¡No cobraremos ni un kopek!’”.
En una entrevista, Gorbachov desdeñó el hecho de que 25 años después del colapso de la Unión Soviética él sigue siendo uno de los hombres más denostados de Rusia. “Es la libertad de expresión”, señaló.
No obstante, por supuesto que le molesta la línea oficial que denigra la democracia tradicional, combinada con la idea de que debería enfrentar un juicio, así que escribe artículos, ensayos y libros sobre la necesidad de mejorar la situación de la libertad en Rusia. Su último trabajo, llamado The New Russia en inglés, salió a la venta a finales de mayo en Estados Unidos.
Por supuesto que hay rusos que también le tienen una gran admiración. Algunos lo adoran por introducir la perestroika, el proceso por el que modificó las estructuras del Estado, combinada con la glasnost, la apertura. Todo esto ayudó a echar por la borda lo peor de la represión del sistema comunista. Pese a sus vacilaciones, Gorbachov avanzó el camino hacia la libertad de expresión, el libre mercado y las fronteras abiertas.
“Algunos lo aman por traer la libertad y otros lo odian por traer la libertad”, dijo Dmitri Muratov, editor de la Novaya Gazeta, uno de los pocos periódicos independientes que quedan y del cual Gorbachov tiene el diez por ciento de las acciones.
En general, la sociedad lo culpa por haber perdido el imperio soviético y por dejarlos como ciudadanos de un país de segunda clase, aunque de manera individual se le reconoce por abrir nuevos horizontes para las nuevas generaciones.
“La sociedad no lo quiere; es el anti-Putin. Putin es el constructor y él es el deconstructor”, dijo Venediktov, que considera injusta esta percepción.
En la entrevista, Gorbachov comentó: “Sigo diciendo que Rusia necesita más democracia”. Una pintura en óleo de su esposa, Raisa, fallecida en 1999 de leucemia, preside la oficina, en la sede de su fundación, venida a menos, en la que se hizo la entrevista de una hora.
“Escuchamos declaraciones, incluso de gente cercana a Putin, que enfatizan el autoritarismo, que enfatizan la arrogancia y que sugieren que la democracia solo se podrá lograr en un futuro lejano”, comentó Gorbachov. “Creo que si la democracia está firmemente arraigada, si se basa en elecciones, si la gente tiene la oportunidad de escoger a sus líderes con intervalos regulares, eso es lo que necesitamos. Esa es la base de la estabilidad política tanto nacional como internacional”.
En el ocaso de su vida, Gorbachov se ha convertido en una figura aislada. La mayoría de sus contemporáneos ha muerto. Es tan crítico de la ausencia de democracia con Putin que los canales de televisión estatales lo evitan. Se ha anunciado su muerte en más de una ocasión.
Gorbachov no culpa directamente a Putin de la falta de democracia en Rusia, aunque el momento en que más ha criticado al presidente fue cuando salió su libro el año pasado. “Comenzó a padecer la misma enfermedad que yo solía padecer: confianza en uno mismo”, dijo Gorbachov en ese momento. “Se considera a sí mismo como un sustituto de Dios, aunque no sé de qué le va a servir”.
No solo él. También otros enumeraron varias razones para callar sus críticas. Primero, Gorbachov no goza de inmunidad en caso de que lo juzguen y, por lo tanto, como muchos críticos del gobierno, se siente cada vez más preocupado a medida de que el Kremlin rompe con las libertades civiles. Dijo que temía ser declarado un “agente extranjero”, una etiqueta estalinista que estaba en desuso y en pocas palabras significa “espía”, y que ahora se utiliza para cerrar organizaciones de la sociedad civil.
“Hay bastantes personas reaccionarias en este país que ya me están declarando un agente extranjero: creen que estoy trabajando para alguien”, señaló. Es una declaración sorprendente de un hombre que, si no hubiera cambiado nada, aún podría ser el líder supremo de la Unión Soviética y gobernar de por vida, como solían hacer los líderes que le precedieron.
Segundo, asegura que la mayoría de las enfermedades económicas y políticas que recorren Rusia son el legado de su odiado archirrival, el expresidente Boris N. Yeltsin. Putin las considera una corrección necesaria.
Tercero, está de acuerdo con Putin en muchos asuntos, particularmente, en la política exterior. Por ejemplo, apoyó que Moscú recuperara Crimea al decir que el referendo era legítimo aunque se llevara a cabo a punta de pistola. Ucrania lo acaba de vetar cinco años por tener esta postura.
Por ser el responsable de terminar la Guerra Fría, Gorbachov se siente traicionado porque en Occidente —y Estados Unidos, en especial— actuaron como los ganadores y trataron a Rusia como un sirviente despedido, al llevar las fuerzas de la OTAN y de la Unión Europea hasta sus fronteras.
“Había un estado de ánimo triunfalista al final de la Guerra Fría que compartían muchos estadounidenses”, comentó. “Ese fue el punto de partida que colapsó todo”.
Sin embargo, está en desacuerdo con Putin en los asuntos internos, aunque mantenga a Yeltsin en el primer plano.
Durante mucho tiempo, Gorbachov y Yeltsin fueron rivales que disfrutaban humillarse el uno al otro. Gorbachov respeta a Yeltsin a regañadientes por ayudar a detener el golpe de Estado de la derecha que buscaba derrocar su mandato en 1991, pero desaprueba el resto de su caótico mandato, que dejó la democracia en Rusia en mal lugar.
“Sigo sin entender por qué Estados Unidos ve a Yeltsin como un héroe, cuando era un autoritario”, comentó Gorbachov golpeando el escritorio con la mano, su momento más emocional.
Ahora Gorbachov viaja poco. Divide su tiempo entre su oficina y una dacha a las afueras de Moscú. Dice que la muerte de Raisa fue su “pérdida más grande”. Está más gordo y su famosa marca de nacimiento es menos visible. A pesar de haber visitado el hospital en algunas ocasiones, aún bebe vodka con sus amigos.
Muratov dijo que suelen contar el mismo chiste sobre la infame campaña de Gorbachov para reducir el consumo de alcohol:
Dos hombres están parados en una larga larga fila de vodka por el abastecimiento limitado. Uno le pide al otro que le guarde su lugar en la fila, porque quiere ir al Kremlin a golpear a Gorbachov en el rostro por su política antialcohol. Regresa unas horas después y su amigo le pregunta si realmente había golpeado a Gorbachov. “No”, respondió el hombre, desanimado. “La fila para entrar al Kremlin era mucho más larga”.
En marzo muchos de los 300 invitados a su fiesta de cumpleaños hicieron un brindis por Gorbachov. Cada uno de los embajadores de Estados Unidos, Alemania, Francia e Israel lo felicitó por separado al haber hecho del mundo un lugar más pacífico y estable.
Un editor de la radio Eco de Moscú, Sergei Buntman, hizo un brindis irónico al decir que Gorbachov había terminado con la vida tranquila que vivían.
Venediktov sería maestro de escuela en vez del controvertido director de una popular estación de radio, dijo Buntman, mientras que Putin sería un respetado teniente coronel de la KGB en lugar de ser objetivo de críticas por todo el mundo.
“Nos arruinaste la vida”, bromeó el editor.

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