En Azogues, mi ciudad natal, comencé el periodismo desde el inicio de mi adolescencia, en los semanarios La Voz de Azogues, Despertar, Palpitar, Denuncia, El Cañari y hasta fundé el periódico “El Provincial”; el primero a colores en la provincia del Cañar y al final quedé endeudado en la imprenta.
Estas experiencias me llenaron de conocimiento en la dificultad que se tiene para financiar la edición de un periódico. Y sobre todo para mantener su permanencia a través de los años.
En Cuenca nació “El Austral”, un periódico importante que desapareció al poco tiempo. Y me produjo tristeza el editorial de despedida, escrito por el Lcdo. César Pinos Espinoza.
Últimamente una buena revista, “Vista al Sur”, ya no se edita. Y han quedado “El Avance”, revista mensual; “El Observador”, revista bimestral; y la “Revista CUENCA”, que se publica el Doce de Abril, fecha de la Fundación de Cuenca; y en el Tres de Noviembre, fecha de la Independencia cuencana del dominio español.
Soy testigo de los esfuerzos económicos que realizan los Directores de estas revistas, para mantener sus ediciones. Es mínimo el apoyo de las instituciones públicas y muy escaso el apoyo privado. Y así subsisten las revistas nombradas, de manera que el trabajo intelectual es una ilusión.
La Revista EL OBSERVADOR cumple veinte años de existencia y está en el N° 100. Cuando su fundador, el Lcdo. Jaime Cedillo Feijoó, publicó el primer número y empezó a difundir entre sus amigos, entregó un ejemplar al Dr. Gustavo Vega Delgado, Rector de la Universidad de Cuenca; y al recibir la revista le dijo: “Jaime, yo le felicitaré cuando publique el tercer número”. Y Jaime le respondió: “Gracias doctor Gustavo por su estímulo”. Ahora Jaime le busca al doctor Gustavo para obsequiarle la Revista N° 100.
Tengo el honor de colaborar con mis artículos en la revista El Observador y puedo ver como Jaime se dedica a obtener los recursos económicos para editar la revista. Casi desempeña una labor milagrosa.
Le admiro, le respeto y le tengo un gran afecto; es lo único que puedo darle como gratitud por su trabajo intelectual; un trabajo todavía invalorado.
Armando Sacta Guamán
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