viernes, 1 de septiembre de 2017

Hatun Canar
EL PUEBLO SUPREMO SOBERANO
Dra. Graciela Estrella Abril
Lideresa Social
La soberanía reside en el pueblo; es inalienable e imprescriptible; su ejercicio está delegado a los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. La independencia y coordinación de estos poderes es la base del gobierno. Las funciones del poder público: legislativa, ejecutiva y judicial, no pueden ser reunidas en el mismo órgano.
El Estado se sustenta en los valores de unidad, igualdad, inclusión, dignidad, libertad, solidaridad, reciprocidad, respeto, complementariedad, armonía, transparencia, equilibrio, igualdad de oportunidades, responsabilidad y justicia social.
Ciertamente, para poder enfrentar los desafíos locales y mundiales, presente y futuro, no hay mejor camino que convocar a una mayor y más activa participación política de los grupos y asociaciones que conforman la heterogénea “sociedad civil”.
A este respecto, el concepto democracia alternativa alude a un objetivo muy preciso: promover que los ciudadanos se involucren, lo más permanentemente que sea posible, en las tareas encaminadas a resolver los muy diversos asuntos que afectan a la comunidad nacional e internacional.
Así entonces, proponemos una praxis política alternativa que, por un lado, no se circunscriba a la esfera de los organismos estatales; y, por el otro, propicie la incorporación dinámica de los individuos a los diversos movimientos sociales que reconocen la importancia de incrementar su nivel de auto organización y concientización ciudadana.
Sólo así podrán superarse los tradicionales mecanismos burocráticos y clientelares de una clase política corrupta, cada día más alejada de los electores y crecientemente desprestigiada por actuar principalmente en función de conservar y perpetuarse en el poder.
El creciente descontento y la apatía electoral de numerosos individuos que se sienten constreñidos a tener sólo una participación política mínima y periódica y que repudian la paulatina degradación que se manifiesta en la actividad política profesional, es decir, su conversión en un oficio exclusivo para ciertas élites, y, peor aún, su transformación en un espacio en donde prolifera la corrupción y la impunidad.
Sólo después de haber reconocido las muchas bondades propias del Estado de derecho democrático, resulta posible entonces precisar la función correctiva y complementaria que asume esta modalidad democrática alternativa cuyo fin es lograr la ampliación y diversificación creativas de la participación política de los ciudadanos.
Desde esta perspectiva, concebimos a la democracia alternativa como una forma más activa y amplia de ejercer la política como una praxis virtuosa que sea capaz de contribuir tanto a la renovación de los modos tradicionales de ejercer el poder político, como a la superación de la multitud de disfunciones y deformaciones que amenazan la vida democrática de las “sociedades mediáticas” contemporáneas.
Los movimientos sociales alternativos asumen un papel de vigilancia y control políticos que, hoy en día, representan la única posibilidad de superar los déficits democráticos: ya se trate de las carencias de legalidad y legitimidad democráticas que predominan en los países que tardíamente transitaron hacia esta forma de gobierno, o ya nos refiramos a los vicios y las lacras antidemocráticas que subsisten en las naciones en donde este régimen tiene larga historia.
Desde esta perspectiva, debe quedar claro que los movimientos sociales alternativos, además de plantearse como objetivos la moralización de la política
y la gestación de una nueva cultura libertaria y crítica, no pretenden en ningún caso renunciar a la movilización y resistencia, conseguida mediante la lucha social.
Lucha social que garantiza los derechos y la libertad es de todos los ciudadanos frente a cualquier poder autoritario, presidencialista, dictatorial y corrupto, que pretenda avasallarnos.

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