Entrevista por Roberto Rueda
Elsie Monge, directora de la Comisión Ecuménica de los
Derechos Humanos (Cedhu), recibe esta tarde en Quito el premio a las Libertades
Juan Montalvo, entregado por la Asociación Ecuatoriana de Editores de
Periódicos (Aedep).
El reconocimiento es a la labor que, por 35 años, ha
realizado esta activista en favor de los víctimas del abuso de poder, lo que le
ha valido críticas de casi todos los gobiernos de turno.
¿Cómo inició su trabajo
en defensa de los derechos Humanos?
En 1981 con la hermana Laura empezamos a recorrer el país
dando charlas sobre este que era un tema desconocido en nuestra sociedad. Eso
fue valioso porque entre 1984 y 1988, que se desbordó la represión, contamos
con una red nacional que nos permitió denunciar lo que pasaba pese al temor de
las víctimas.
¿La gente venció el miedo a ese régimen?
Llegaban y nos contaban de detenciones y torturas, pero nos
pedían que no contáramos a nadie porque había una sociedad aterrada. Pero
viendo el acompañamiento que realizamos a cada caso empezaron a denunciar
públicamente. Las mujeres eran las más valientes y decidieron dar la cara. Sin
miedos íbamos al SIC a ver si ahí se encontraban personas detenidas. Eso es muy
satisfactorio.
¿Cuál es la situación
de los DD.HH. en relación con la década de los ochenta?
Los discursos políticos van cambiando, pero los aparatos
represivos no se han desmantelado y se activan de acuerdo al contexto. Por
ejemplo, Lucio Gutiérrez los activó para reprimir a los jóvenes y movimientos
sociales.
¿Y eso ha cambiado
ahora?
Ahora tenemos una pronunciada persecución a quienes reclaman
sus derechos, especialmente a las comunidades campesinas afectadas por la
minería. Se los acusa de sabotaje y terrorismo cuando protestan. También se
llama corruptos y mentirosos a todos los que tienen una opinión diferente. No
hay espacio para la crítica y eso es incompatible con la democracia.
¿Pero existen avances
en derechos humanos en el país?
Los hay en el campo social con el aumento del presupuesto
para educación, salud, pero en cuanto a libertades, no. Esa es la debilidad más
grande. El desafío es superar el miedo y eso no se lo hace individualmente, hay
que unirse con otros para poder resistir, en este momento la resistencia es el
espacio que queda.
¿Y usted ha sentido
miedo?
El miedo es normal, pero hay que aprender a no dejarse
dominar por el miedo. En el periodo 84-88 sabíamos que estábamos en la mira y
había una política de desprestigio a los derechos humanos, al punto que
llegaron a ponernos en el mismo nivel del narcotráfico y la subversión.
El teléfono pinchado siempre, no solo en esa época, pero
nosotros actuamos públicamente, no hacemos trabajo clandestino y no tenemos
nada que ocultar
¿Las críticas a la
Comisión llegan tanto de gobiernos considerados de derecha como de los
autocalificados de izquierda?
Los derechos humanos no pueden encasillarse. Simplemente toda
violación es abuso de poder y siempre vamos a cuestionar ese abuso y eso es lo
que molesta (a los gobiernos) porque somos una piedra en el zapato. Los
derechos humanos tienen su propio espacio y no deben identificarse con ningún
partido político. Si eso pasa perdemos independencia y autonomía.
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