Leer al pájaro Febres Cordero y disfrutar las caricaturas de
Bonil es un deleite que ha superado los años y el paso de muchos gobiernos.
El humor tiene el poder de presentar la realidad bajo un
ángulo que la desdramatiza y la hace vulnerable, será por eso que los poderosos
le temen tanto. Porque los desnuda en público y los deja a la intemperie. El
humor es corrosivo. Se comenta, se festeja, y en las deformaciones de la
divulgación adquiere vida propia. Su peligro está justamente en desenmascarar,
en clave de humor, sentires que la gente tiene. Cumple una función didáctica.
El caricaturista debe tener un fino sentido de captación de lo popular para que
su mensaje sea recibido y para que abra puertas que el hermetismo de los
poderosos quiere mantener como ghetto propio. Pone en la superficie lo que está
encriptado. Por eso es excelente que existan los buenos caricaturistas. Por eso
es tan peligroso el humor que se publica en los periódicos.
Según palabras de Francisco Rabena, embajador de España en El
Salvador: Los que hacen del humor su manera de comunicarse y analizar, “con un
mensaje directo, claro, comprensible, sin adjetivos innecesarios, circunloquios
o corrección política, estos artistas-periodistas-politólogos refinan la
compleja realidad hasta un grado de pureza que la hace no apta para el consumo
de aquellos que no creen en la libertad de expresión y en el derecho a la
crítica política”.
Puede tener un efecto devastador y desenmascara más que
muchos discursos las contradicciones y abusos del poder. Y los que lo detentan
deberían agradecer ese servicio de espejo que devuelve la imagen que muchas
veces no quieren ver, niegan o evaden y que haría del desempeño del cargo de
verdad un ejercicio democrático. Les da la mirada externa, que muchas veces los
corifeos cercanos ocultan y deforman.
El cuento El traje nuevo del emperador, de Hans Christian
Andersen, es siempre actual. Habla de un rey que se preocupaba mucho por su
vestuario. Un día, dos charlatanes le dijeron que podían fabricar la tela más
suave y delicada que existía, añadiéndole a la tela la capacidad de ser
invisible a los tontos o incapaces de ejercer su cargo. Por supuesto que tal
prenda no existía, ellos querían quedarse con los materiales y el dinero que
pedían. El emperador mandó a dos hombres de confianza para que vieran la ropa,
pero como no veían nada y no querían pasar por ineptos, dijeron que el vestido
estaba hermoso. El emperador se vistió con la inventada prenda con ayuda de los
estafadores y salió a mostrarla a los pobladores de la ciudad, no admitiendo
que no la veía para no quedar mal. Todas las personas, a pesar de no ver nada,
alabaron el traje, para demostrar su capacidad e inteligencia, hasta que un
niño gritó: ¡El emperador va desnudo!, el emperador escuchó y se dio cuenta de
que era verdad, avergonzado terminó el desfile. Los que hacen del humor su
instrumento de comunicación son como el niño del cuento.
Por eso, cuando supe que José Mujica, el presidente uruguayo,
iba a ver las murgas que en el carnaval lo criticaban, hacían parodias de su
gestión y él se sentaba en primera fila, se reía a carcajadas y festejaba, supe
que es un gran ser humano capaz de aceptar las letras de las canciones y bromas
que hacían de él y sus circunstancias. Cuando uno se ve en un espejo o modifica
algo o se acepta como es. Es algo relativamente sencillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario