Por Tao Xie, profesor de ciencia política, Universidad de
Estudios Extranjeros de Beijing
Nota del editor: Tao
Xie es profesor de ciencias políticas en
la Facultad de Inglés y Estudios Internacionales en la Universidad de Estudios
Extranjeros de Beijing. Es autor de
"U.S.-China Relations: China Policy on Capitol Hill" (Las relaciones
de EE.UU. y China: La política de China en el Capitolio) y coautor de
"Living with the Dragon: How the American Public Views the Rise of
China" (Viviendo con el dragón: Cómo los estadounidenses consideran el
ascenso de China) . Las opiniones expresadas en este comentario son
exclusivamente suyas.
Aterricé en Beijing una tarde de diciembre después de una
conferencia en Japón. Al caminar sobre la pasarela, miré por la ventana y noté
que estaba oscuro.
Inconscientemente, vi mi reloj, y eran las 4:40 pm. Aunque
era invierno y el sol se pone temprano, era demasiado pronto como para que
estuviera tan oscuro.
Resultó ser otro día de densa niebla tóxica en Beijing. En el
momento en que salí del estacionamiento, me di cuenta de lo terrible que era.
La visibilidad era extremadamente baja, como si una densa niebla hubiera
descendido sobre la ciudad.
Los faros y luces traseras se veían borrosas, y no podía ver
mucho más allá de la autopista. Sentí que el aire que respiraba era más denso,
y que algo irritaba mis ojos. La alegría del regreso a casa instantáneamente
fue reemplazada por la tristeza de vivir en una ciudad altamente contaminada.
Los residentes de Beijing y ciudades cercanas parecen haberse
acostumbrado al esmog, pero quienes residen en el delta del río Yangtzé al sur
no lo han hecho.
Así que fue noticia nacional cuando en diciembre, Shanghái,
Nankín, y otras ciudades en esa región se vieron envueltas en un denso esmog
durante una semana. Se cerraron escuelas y carreteras, y muchos vuelos fueron
cancelados.
En el pasado, a Beijing se le conocía como la capital del
esmog de China.
Ahora, China tiene un cinturón de esmog que se extiende desde
Beijing hasta Shanghái. La construcción
de una línea de ferrocarril de alta velocidad que conecta Beijing con Shanghái
tomó un poco más de tres meses en completarse, pero fue en menos de dos años
que el esmog se esparció desde la capital china a Shanghái. A este ritmo, el
esmog cubrirá todo el país en incluso menos tiempo.
Este nuevo "gran paso adelante" en la contaminación
podría ser tan desastroso como el Gran Paso Adelante de la década de 1950,
cuando el impulso por industrializar y colectivizar causó una hambruna que
según informes mató a millones de personas.
El esmog es la principal causa de las enfermedades
cardiovasculares y respiratorias. Según Chen Fengjuan, un médico en el Hospital
No. 8 del Pueblo de Shanghái, el número de pacientes tratados por enfermedades
respiratorias en el hospital a principios de diciembre aumentó en un 96%, y los
costos médicos para estos pacientes se incrementaron en un 195%, en comparación
con estadísticas del mismo período del año anterior.
Aunque un poco obsoleto, un estudio llevado a cabo en 2007
por el Banco Mundial y la Administración Estatal para la Protección
Medioambiental en China informó que 750.000 chinos mueren antes de tiempo cada
año, principalmente debido a la contaminación del aire en las grandes ciudades.
Por lo tanto, China muy bien podría enfermarse antes de modernizarse.
En el siglo XIX, la reputación de China como el "hombre
enfermo de Asia Oriental" se originó fruto de la agresión extranjera y
divisiones internas. Irónicamente, en el siglo XXI, esa etiqueta es producto
del creciente poder de China.
Para un gobierno que ha confiado en el rendimiento económico
como piedra angular de su legitimidad, ha habido pocos incentivos para reducir
la velocidad del desarrollo económico por la protección del medio ambiente.
Por ende, el modelo de China se reduce a el "desarrollo
a toda costa".
Aún así, al enfrentarse con un creciente descontento y enojo
por parte del público, el gobierno central ha tomado algunas medidas para
abordar la contaminación ambiental, como
el "Plan de Acción para la Prevención y el Control de la Contaminación
Atmosférica" presentado en septiembre del año pasado.
A fin de alcanzar las metas establecidas en el plan para
2017, el gobierno debe invertir 1,75 billones de dólares, según un estimado.
Hablamos de más del doble de la cantidad del paquete de estímulo económico que
el gobierno chino lanzó en 2008.
Para defender la estrategia de crecimiento del gobierno
centrada en el PIB, algunos funcionarios chinos señalan que los países
occidentales también adoptaron el modelo de "desarrollo primero,
conservación después" en sus primeras etapas de modernización.
Esto es cierto, y los países occidentales también pagaron un
alto precio.
En Estados Unidos, nombres como Donora y Los Ángeles todavía
evocan recuerdos de denso esmog y trágicas pérdidas humanas. Sin embargo, una
ventaja que tienen los países de desarrollo tardío es que pueden evitar cometer
los mismos errores de los países cuyo desarrollo se dio primero. No hay
necesidad de que mueran millones de ciudadanos chinos de forma prematura antes
de que el gobierno tome acciones inmediatas y decididas para reducir la
contaminación.
Hoy en día, el "sueño de China" es un tema delicado
entre funcionarios y estudiosos chinos.
El gobierno
ciertamente merece reconocimiento por la drástica mejoría del bienestar
material de los ciudadanos chinos durante los últimos treinta años, lo cual sin
duda es un componente importante del sueño de China. Sin embargo, parece que en
la actualidad el mayor sueño del ciudadano chino promedio es tener más días de
aire fresco y cielos azules.
Si el gobierno no
puede hacer que esto realidad, el sueño de China bien podría convertirse en una
pesadilla.
(Las opiniones expresadas en este artículo le pertenecen
exclusivamente a Tao Xie)
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