Análisis
Por: José Hernández
Director adjunto
Los analistas que tiene la Superintendencia de Comunicación
se estrenaron bien: haciendo reír. No podía ser de otra manera. El primer
reporte interno que envían al señor Carlos Ochoa concierne a una caricatura de
Bonil. Se esperaba que los dos analistas recordaran dos cosas básicas: el
humor, en principio, no se explica sino que se disfruta. Y la caricatura es un
lenguaje cuyo objetivo es exagerar ciertos aspectos de la realidad; mostrar y
subrayar los rasgos cómicos, insólitos y absurdos de ella.
En vez de eso, se impusieron una tarea cómica: medir la
corrección política de lo que hizo el caricaturista de El Universo. Expurgar la
intención de su dibujo. Hurgar en los efectos sociales y políticos que causa...
Y, como quizá eso no bastaba para coincidir con el pedido presidencial,
incluyeron las aseveraciones que Bonil hizo sobre su dibujo. Así se vuelve a
probar que, cuando el poder no quiere reírse de sí mismo, los caricaturistas ya
saben a qué atenerse: mal si dibujan, peor si hablan.
También se prueba, otra vez, una verdad de a puño: cuando el
poder quiere volver políticamente correctos a los humoristas, irremediablemente
construye piezas risibles de antología. Es lo que acaba de ocurrir con el
informe interno que reposa en el escritorio del señor Ochoa. “Esta forma de
presentar un hecho a través de caricaturas -se lee- afecta y deslegitima en
efecto la acción de la autoridad (su posible ilegitimidad tiene que ser
impugnada por otras vías), apoya a la agitación social que genera un enfoque
erróneo de los hechos, por la supuesta acción represiva que evidencian las
imágenes (...). Este contexto provoca incertidumbre y desconfianza en el
sistema investigativo y procesal penal, al tiempo que convierte en víctima a
una o más personas que están siendo investigadas por las autoridades
competentes...”. (La versión completa está en la Web de este Diario).
Ahora, los humoristas saben a qué atenerse: en lugar de
pensar en esa forma de sentimiento, de la cual habló Jean François Lyotard para
analizar el humor (Rudiments païens), deben rodearse de códigos, leyes,
reglamentos... Es decir, dibujar con un abogado al lado. Ojalá, con este
informe, la Superintendencia de Comunicación no inaugure el humor oficial.
Sería patético.
“El humor no invoca una verdad más universal que la de los
poderosos -dice Lyotard pensando en el poder- (...). Quiere hacer reconocer una
cosa: que hay minorías”.
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