martes, 28 de enero de 2014

¿Hay que reírse con abogado al lado?



Análisis
Por: José Hernández
Director adjunto
Los analistas que tiene la Superintendencia de Comunicación se estrenaron bien: haciendo reír. No podía ser de otra manera. El primer reporte interno que envían al señor Carlos Ochoa concierne a una caricatura de Bonil. Se esperaba que los dos analistas recordaran dos cosas básicas: el humor, en principio, no se explica sino que se disfruta. Y la caricatura es un lenguaje cuyo objetivo es exagerar ciertos aspectos de la realidad; mostrar y subrayar los rasgos cómicos, insólitos y absurdos de ella.

En vez de eso, se impusieron una tarea cómica: medir la corrección política de lo que hizo el caricaturista de El Universo. Expurgar la intención de su dibujo. Hurgar en los efectos sociales y políticos que causa... Y, como quizá eso no bastaba para coincidir con el pedido presidencial, incluyeron las aseveraciones que Bonil hizo sobre su dibujo. Así se vuelve a probar que, cuando el poder no quiere reírse de sí mismo, los caricaturistas ya saben a qué atenerse: mal si dibujan, peor si hablan.
También se prueba, otra vez, una verdad de a puño: cuando el poder quiere volver políticamente correctos a los humoristas, irremediablemente construye piezas risibles de antología. Es lo que acaba de ocurrir con el informe interno que reposa en el escritorio del señor Ochoa. “Esta forma de presentar un hecho a través de caricaturas -se lee- afecta y deslegitima en efecto la acción de la autoridad (su posible ilegitimidad tiene que ser impugnada por otras vías), apoya a la agitación social que genera un enfoque erróneo de los hechos, por la supuesta acción represiva que evidencian las imágenes (...). Este contexto provoca incertidumbre y desconfianza en el sistema investigativo y procesal penal, al tiempo que convierte en víctima a una o más personas que están siendo investigadas por las autoridades competentes...”. (La versión completa está en la Web de este Diario).
Ahora, los humoristas saben a qué atenerse: en lugar de pensar en esa forma de sentimiento, de la cual habló Jean François Lyotard para analizar el humor (Rudiments païens), deben rodearse de códigos, leyes, reglamentos... Es decir, dibujar con un abogado al lado. Ojalá, con este informe, la Superintendencia de Comunicación no inaugure el humor oficial. Sería patético.
“El humor no invoca una verdad más universal que la de los poderosos -dice Lyotard pensando en el poder- (...). Quiere hacer reconocer una cosa: que hay minorías”. 

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