jueves, 8 de junio de 2017


Nada lava más blanco que Jorge Glas

  en La Info  por 
Jorge Glas es el mejor ejemplo de que lo peor del correísmo sigue vigente. Hay que oírlo –ahora va a las radios– para tomar conciencia del nivel de cinismo que se instaló en un cargo público como el suyo: Vicepresidente.
Glas no solo es cínico. No solo se esconde y esconde sus acciones tras toneladas de hojarasca retórica: tiene una capacidad inefable para victimizarse. Cultiva una desfachatez poco común para convertir los hechos en calumnias. Y ni siquiera cuando esos hechos lo tocan directamente se da por enterado. Glas es el político paradigmático que creó el correísmo: un ser poderoso que todo lo orquesta, nada firma, nada pone a su nombre, se queda con todos los honores y no responde por nada.
Diana Rivera, de la Fiscalía, dice que su tío, Ricardo Rivera, habría recibido 13 millones de dólares de Odebrecht, como pagos por todos los contratos que suscribió esa empresa en Ecuador. A Rivera le pagaron por su relación de parentesco con un alto funcionario del gobierno. ¿Quién es ese pariente? Glas. ¿Con qué alto funcionario del gobierno se relaciona Rivera? Con Glas. ¿Quién favoreció a Rivera (dando curso a los pedidos de la compañía) para que esa empresa le pagara 13 millones de dólares? Si no fue Glas, ¿quién fue? No obstante, Glas sigue en su cargo. No ha pensado en retirarse. No ha pensado en renunciar. No ha pensado en tomar una licencia para defenderse. Glas acepta que su tío “lastimosamente” está metido en este problema, pero no dice que el problema es él. Que el alto funcionario es él. No concluye que si le pagaron a su tío es porque ese alto funcionario (que es él porque no hay otro pariente con poder) hizo lo que la empresa pidió… Glas procede como si fuera géminis y ese signo produjera consecuencias fatales de desdoblamiento.
Hay que oírlo. Cualquiera de sus entrevistas es un curso de cinismo acelerado. Hay que oír a Glas decir que lo atacan porque hay poderes que atentan contra los gobiernos del pueblo. Porque ahora él es el pueblo. Y lo dice como si fuera verdad. Dice que quisieron evitar que él y Moreno fueran elegidos. Dice que nadie le perdona haber hecho en diez años en el país lo que debió hacerse en 60 años. Lo dice como si esto también fuera verdad. Y así, de puntada en puntada, en esta empresa titánica por tejerse corona de santo, llega a Odebrecht. Esa historia, contada por él, es digna de una obra del teatro del absurdo. De Eugène Ionesco o de Fernando Arrabal.
Glas se describe como uno de esos vengadores de series baratas que echa de su oficina a Odebrecht, sí a Marcelo Odebrecht, “casi a patadas”. “Lárguese de aquí”, dice que le dijo por una insinuación perversa que le hizo: que estaban usando el tema de la central hidroeléctrica para ser populares. No solo lo dice. Le pone énfasis, consciente de los subtextos que crea al decirlo. Lo dice como un patriota, como un prócer que ahorra 200 millones de dólares al país. Un valiente, Glas. Una víctima de ese perverso Odebrecht que juró vengarse. Su historia conserva sus ribetes teatrales hasta que tiene que explicar por qué ese multimillonario, humillado y pateado por él, vuelve al país y obtiene los contratos por los cuales su tío recibió coimas. Es evidente que esa parte no la ha ensayado. Y se siente cómo el héroe pierde facundia cuando dice que nada tuvo que ver con el retorno.
Glas, patriota y valiente, no pierde la compostura cuando tiene que explicar por qué en los sectores estratégicos, de los cuales era responsable, se produjeron enormes raterías. En los hechos se sorprende de que le pregunten por eso. ¿Acaso el control figuraba en los encargos que le hicieron? A él te tocaba coordinar, liderar, articular… No controlar. Para eso hay otros organismos del Estado. Además, ¿cómo iba a saber que ahí, en dependencias como en Petroecuador, había traidores tapiñados? O mafias socialcristianas que él (esto se infiere) desconocía, aunque todo el mundo habló de ellas en el pasado. Y por último, ¿por qué debe responder a los difamadores, como aquellos de la Comisión Nacional anticorrupción? Con delicadeza, porque lo valiente no quita lo cortés, Glas pide a sus entrevistadores que, por favor, no contaminen la entrevista con las afirmaciones de los difamadores que hacen demandas sin pruebas… Y cuando le responden que, por ejemplo, en el caso Caminosca, esa comisión de abuelos mostró pruebas, responde, sin sonrojarse, que para él no lo son. Además a su tío, bueno a su tío, casi no lo ve. Una vez por año a lo sumo. Por supuesto él no dice que llegó al gobierno con su tío y que con él, que ha sido mentor y socio, manejó, desastrosamente, las telecomunicaciones en el país. Él lo hizo Intendente General de Telecomunicaciones y le permitió reinar en ese sector.
No hay que oír a sus difamadores, dice Glas. Hay que oírlo a él que se pinta estos días en las radios del país como patriota, valiente, más blanco que la nieve, más honesto que el Papa. Glas es el pararrayo de un gobierno en el cual muchos, incluyéndolo, están bajo las peores sospechas de corrupción. Por eso debe renunciar. Y como es tan ético, no debe usar la Vicepresidencia para defenderse desplegando, como lo hace, toneladas del peor cinismo.

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