Publicado en la Revista El Observador, edición 99, junio del 2017 |
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Está concluida la década de los veinte. Cuenca tiene una vida apacible marcada por la sencilla cotidianidad familiar recogida en sus creencias católicas. La economía es austera en la mayoría de los ciudadanos. La riqueza de otros es heredada de una clase terrateniente o hecha por las exportaciones especialmente del sombrero de paja toquilla. La ciudad tiene aproximadamente unos 30.000 habitantes.
Los viajes de algunos cuencanos a Europa por asuntos de negocios, por estudios en universidades sobre todo francesas, y en algunos casos por delegaciones diplomáticas, trajo a la ciudad nuevas influencias en sus estilos arquitectónicos, en las artes decorativas, la moda, la música y la cultura en general. Arquitecturas con un estilo neo clásico francés estaban ya plenamente concluidas como las sobrias fachadas de ladrillo en la calle Larga de las casas de Remigio Crespo Toral, Emmanuel Honorato Vázquez, Elvira Vega Crespo y José Crespo Vega, además de los edificios que ocupan actualmente la clínica Bolívar y la Bienal de Cuenca, las casas de la calle La Condamine, el Colegio Benigno Malo, el antiguo Hotel Patria, el Pasaje Hortencia Mata, el Banco del Azuay, la Corte Superior de Justicia, solo para mencionar unos pocos ejemplos. Tenemos entendido que para 1930 ya se habían realizado – considerando el año de 1919 como la fecha de inicio del Festival de la Lira y su puntual edición anual- 12 ediciones del festival de la poesía y en consecuencia se tenía un certamen plenamente consolidado. En la ciudad este evento era el principal motivo de atracción para los poetas e intelectuales cuencanos. La Universidad de Cuenca ha cumplido 62 años desde su inauguración y tiene cuatro facultades: de Jurisprudencia, Medicina y Farmacia, Filosofía y Literatura y de Teología. El Dr. Remigio Crespo Toral es su Rector y Vicerrector es el Dr. Octavio Díaz. Europa a mediados de la década de los veinte vivió vertiginosamente un frenesí de alegría, bailes y derroches luego de que en 1918 se firmó la paz que terminó con una guerra que constituyó su pesadilla. París tuvo una fiesta ininterrumpida. Sus cafeterías, bares y teatros cobijaron intensa vida y se poblaron de celebridades. Picasso, Chagall, Hemingway, Scott Fitzgerald, John Dos Passos, André Bretón, la modista Coco Chanel y la bailarina Josephine Baker, son algunas de las figuras del momento. Es el final de lo que se llamó “los locos años veinte”. En Cuenca el domingo 2 de febrero de 1930 un Remigio Crespo Toral de sesenta y nueve años se aprestaba, desde muy temprano en la mañana, a vivir un día muy especial en su vida. Trece años antes, un 4 de noviembre de 1917, en el Parque Calderón de la ciudad, a las 4 de la tarde, Rafael María Arízaga le impuso una corona de oro conformada por 34 hojas. Este acto constituyó el gran homenaje nacional como reconocimiento a su brillante trayectoria como poeta. En ese momento Remigio Crespo Toral aceptó con humildad esta singular demostración y en una breve declaración indicó no sentirse del todo bien con esta coronación pero que la aceptaba por respeto a todo un país que le reconocía de esta manera. Ahora él presidía un comité formado para recaudar donaciones de joyas solicitadas públicamente para destinarlas a la confección de la gran corona destinada a la Virgen Morenica del Rosario y del Niño Jesús, esculturas de la iglesia de Santo Domingo. Esta era su oportunidad para demostrar su desprendimiento entregando su histórica corona para este acto de fe religiosa. En la tarde del 2 de febrero se dirigió hacia la iglesia de Santo Domingo. El Boletín de la Coronación, publicación quincenal dominica, de fecha 16 de febrero de 1930, recoge con lujo de detalles esta ceremonia en los siguientes términos: “A las 2pm principia la ceremonia. El amplio Presbiterio lo ocupan las grandes Dignidades eclesiásticas, los Superiores de las Comunidades Religiosas, los hombres de letras y los grandes poetas; el cuerpo de la iglesia, las Comunidades de Religiosas con sus respectivos Colegios, señoras, señoritas y caballeros de la mejor sociedad, escuelas católicas y el pueblo todo. El amplio templo como nunca se vio, en ese día, estrecho para contener a la muchedumbre. El canto del “Monstra te ese Matrem”, de Stradela, magistralmente ejecutado por el coro de damas de la Virgen de Pompeya, bajo la dirección del habilísimo Fr. Martín Guzmán, enciende el fervor del pueblo…Un hermoso cuarteto de violines y flautas acompaña a la señorita Panchita Arízaga Toral en el “Ave María” de Gounod…El pueblo espera ansioso su hora. Y cuando ve al Rdmo Sr. Aguilar y a los RR. Padres Piedra, Espinosa, Peñaherrera y Cisneros en el presbiterio en actitud de recibir las dádivas, su entusiasmo crece, crece y se agiganta cuando los mismos, después de recorrer el templo, tornan al altar y depositan a los pies de María las coronas de Crespo Toral, Luis Cordero y Luz Cordero Toral de Eljuri, Reina de la belleza…” Continúa este relato enumerando la cantidad de donaciones en joyas de oro entregadas por varias familias y la serie de intervenciones en este acto cargado de solemne religiosidad y gratitud que concluyó con la bendición dada por el Rdmo. Señor Aguilar. |
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