Publicado en la Revista El Observador (edición 99, junio del 2017) |
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El pasado 24 de mayo el país experimentó un recambio de su figura presidencial, más allá de las acusaciones de fraude electoral, un cuestionado gobierno inicia sus labores con más preguntas que respuestas oportunas.
En lo esencial el discurso de posesión del Licenciado Moreno apeló reiteradamente a diferenciar el estilo diferente con respecto a su predecesor, pero no dio luz alguna acerca de las condiciones reales en las que recibe el país y cómo se sorteará la crisis económica actual para cumplir con sus propuestas electorales. Ese hueco retórico en la disertación del nuevo presidente genera incertidumbres en un sector de la opinión pública que estuvo expectante en conocer la magnitud de la deuda pública, las políticas para solucionar el desempleo y el decrecimiento económico, etc.; pero también un efecto logrado con dicha alocución es la expectativa social frente a las reiteradas convocatorias al diálogo propuesto. Si existirá o no erradicación de la prepotencia y la imposición de las políticas como método de gobierno, serán las acciones en el ejercicio del poder las que demuestren la realidad más allá de las palabras. Esa realpolitik también demostrará los intereses que representa la administración de Moreno: la continuidad de beneficios entregados a los monopolios, el imperialismo y las transnacionales o la solución urgente de las demandas de la juventud, los trabajadores y los pueblos. Frente a esa dicotomía de intereses contradictorios, hasta el momento la señal más notoria del sendero político en el que transitará el régimen es la composición del recién posesionado gabinete ministerial. La tendencia pro-capitalista del gabinete ministerial es evidente cuando se analiza y contrasta el curriculum vitae de los secretarios de Estado, por ejemplo: Carlos Pérez García fue delegado de la expoliadora empresa petrolera Halliburton, Pablo Campana vinculado al acaudalado grupo económico Nobis, Enrique Ponce de León hasta hace poco gerente de la empresa turística Decameron. Ellos son algunos de los funcionarios vinculados a los grupos económicos de poder que ahora participan de la dirección política del Estado. Pero el grupo mayoritario de ministros posesionados son conocidos políticos pertenecientes al oficialismo, que transitaron especialmente en la Asamblea Nacional o en los anteriores gabinetes dirigidos por Rafael. El simbolismo detrás de estos nombramientos es la continuidad tácita del correísmo y la suscripción a políticas como: extractivismo, enajenación de los recursos naturales, reprimarización de la economía, escalada del neoliberalismo y las privatizaciones, impunidad de la corrupción, criminalización de la protesta social, escalada represiva del Estado, etc. Estas acciones quizás serán operadas por estos cuadros del continuismo. Hay otros altos funcionarios, un sector minoritario, cuyos nombramientos pretenden proyectar la imagen de reconciliación con el proyecto político original (democrático, progresista) de Alianza País. Sin embargo su representación es cosmética, pues no cambiará en esencia la política del régimen ni tampoco condicionará a la oposición popular y de izquierda. El caso más representativo de este sector es Humberto Cholango, quien decidió colaborar con el correísmo al margen del movimiento indígena. En síntesis los designados ministros representan la sumatoria de la continuidad y vigencia del correísmo, más la irrupción de cuadros representantes de algunos grupos económicos de poder que son parte de la burguesía que acumuló mayores riquezas durante la década precedente. Hasta ahora los cambios en el gobierno de Moreno son epidérmicos, no sustanciales. Tal parece que se inauguró el último día del correísmo y primero de lo mismo. |
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