jueves, 22 de junio de 2017

Si Jorge Glas no existiera habría que inventarlo

  en La Info  por 
La gira promocional de Jorge Glas por la Asamblea fue un acto de pirotecnia política que no aportó en absolutamente nada a lo que, en los papeles, tenía que ser su cometido: esclarecer las responsabilidad que el Vicepresidente tuvo en los actos de corrupción vinculados a la constructora brasileña Odebrecht.
Si alguna funcionalidad tuvo la presencia de Glas en la Asamblea, en cambio, fue para que ahí, frente a unas barras militantes y eufóricas, el personaje de marras lanzara un relato alucinado según el cual los ecuatorianos, en lugar de criticarlo, deberían agradecerle profundamente por haber llegado a sus vidas. Si se hace sumas y restas luego de las cuatro horas que duró la gira promocional, la conclusión es que el Ecuador casi no existiría si no fuera porque él llegó para salvarlo. Sin él, el Ecuador sería un país sumido en el atraso medieval, que sobrevive en las tinieblas más profundas y vive en medio de una ignorancia cavernaria.
La visita de Glas, disfrazada bajo el eufemismo parlamentario de Comisión General, tuvo dos partes. Una, muy extensa, cansina y terriblemente cínica, en la que el Vicepresidente habló sobre su responsabilidad política. O más bien sobre lo que él dice que es responsabilidad política.  Y otra en la que invirtió muy poco tiempo para despachar con displicencia y en tono de trámite burocrático las preguntas que le hicieron los asambleístas.
En el primer segmento de su intervención, que duró prácticamente tres horas, Glas habló de todo lo que él, se supone, aportó para el desarrollo del país. Esa ha sido, según Glas, su responsabilidad política y no la que sus opositores quieren asociar con los trabajos de Odebrecht en el país hechos bajo su administración. Su versión fue ésta: si alguna vez fue Ministro de Telecomunicaciones, su responsabilidad política fue la de generar más interconexión eléctrica; si fue encargado de las áreas estratégicas, su responsabilidad política era procurar que se genere más energía eléctrica, y, que se explote más petróleo.  Y claro, su responsabilidad política, vista bajo esa lógica es impecable e irreprochable.
Hubo momentos en los que Glas  se refería a un país que no existiría si no hubiera sido por él, por su sacrificio, su patriotismo, su honradez y su incansable trabajo. Él trajo la energía eléctrica, que antes de que se hiciera cargo de su generación, simplemente no existía en el Ecuador.  Ni qué decir de las carreteras: solo con su llegada los ecuatorianos descubrieron qué es el asfalto y si en la Costa en cada invierno moría gente ahogada por las inundaciones, hoy se mantienen con vida gracias a las obras que él concibió. Si no fuera por su visión y trabajo, el teléfono sería un objeto de lujo al que únicamente los gamonales que chupaban del Estado partidocrático podían acceder y el internet sería una intelequia si no fuera porque él lideró la modernización del Ecuador. “No había nada, ni carreteras, ni maestros, ni hidroeléctricas, no había nada”, dijo exaltado.
Si Glas no existiera, los ecuatorianos deberían inventarlo para salvar al país de la barbarie. Eso es lo que podría haber concluido un extraterrestre si hubiera estado presente en la Asamblea. Además, claro, porque a ese dechado de virtudes del personaje se suman otros: Glas es un hombre de excelentes sentimientos, el mejor papá, el mejor esposo y, claro, el mejor hijo. “Mi mamá me rogó de rodillas que no sea candidato, pero más pudo el pedido de Lenín, más pudo el pedido del pueblo. Ella me dijo: hijo no te preocupes, todo el mundo le tira piedras al árbol que da frutos pero el árbol sigue de pie”, contó.  “No voy a permitir que nadie achique el tamaño de mis sueños, porque son los sueños de un pueblo”.
¿Y la corrupción? La corrupción es, según el relato alucinado de Glas, algo que existía antes de la llegada de su gobierno. Los poquísimos casos que han saltado, desde entonces, fueron denunciados, obviamente, por él.  ¿Caminosca? Yo la denuncié. ¿Sobreprecios en la Refinería de Esmeraldas? Yo los denuncié. ¿Acueducto en la Refinería del Pacífico? Si yo no lo hubiera denunciado, nadie sabría de qué se trata. Si hubo una asambleísta que alguna vez pidió coimas en su nombre, él se encargó de denunciarla y si un ex asesor suyo decía que cobraba coimas en su nombre, en el proceso de concesión de frecuencias, él lo entregó a la justicia. 
Glas se presentó como una suerte de súper héroe al que todos los ecuatorianos le deben un enorme agradecimiento y que ha sacrificado todo por ellos. ¿Y los que lo critican y lo señalan por corrupto? Esos son desestabilizadores de la oposición pagados por la CIA y el imperio que ahora están dedicados a dar un golpe de Estado blando. La idea, tras estas denunciases -y lo dijo textualmente- “tumbar a Glas y luego a Lenín y más tarde a Rafael”. “Mientras estaban difamando -dijo- yo estaba luchando contra la corrupción”. Pero él no va a permitir que se desestabilice a la revolución ciudadana. No. Si Dilma Rousseff cayó fue porque ahí, en Brasil, le endilgaron injustamente responsabilidades políticas que no tenía, como presidir Petrobras. Acá los perversos opositores le quieren endilgar a él por haber sido encargado, por el presidente Rafael Correa mediante un decreto ejecutivo, de todas las áreas estratégicas donde, oh coincidencia, han saltado casi todos los grandes casos de corrupción. La oposición es malvada, por supuesto.
Luego vinieron las preguntas de los diputados que, al decir de María José Carrión, presidenta de la Comisión de Fiscalización, fueron una concesión porque en una Comisión General no se estila hacer preguntas. Graciosa concesión con la que se pretendía vender la idea de que la Asamblea estaba cumpliendo su obligación de pedir cuentas a un alto funcionario. Contestar las preguntas fue un trámite que le tomó muy poco tiempo, seguramente porque en la metodología adoptada para el espectáculo la idea era otra: que Glas hiciera su espectáculo político, al estilo de una gran sabatina. ¿Para qué más? Por eso, si la primera parte de la visita de Glas a la Asamblea tomó algo más de tres horas, sus respuestas duraron, con suerte, 20 a 30 minutos.
Glas, el súper héroe que ha sacado de la oscuridad al país, cerró su presentación contestando al apuro las preguntas.  A duras penas conoce a su tío Ramiro Rivera, apresado por haber recibido 13 millones de Odebrecht. Si sacó “a patadas” a Marcello Odebrecht de su oficina no fue porque le ofreció dinero sino porque  el brasileño quería afectar la soberanía del país. No tengo testaferros dijo y, casi al final, insistió por enésima vez en que, si no fuera por él, en el Ecuador prácticamente no habría nada. Si no existiera ese súper héroe llamado Glas, el país tendría que inventarlo.

 

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