lunes, 5 de junio de 2017

Odebrecht pone al correísmo patas arriba

  en La Info  por 
Alianza País ya no es lo que era: dividida entre la cansina retórica correísta y la realidad creada por Odebrecht; entre la lealtad a Correa y la necesidad de cobijarse bajo Moreno, el movimiento que obedecía en forma vertical a Rafael Correa luce fracturado, bajo presión y sin iniciativa política. He aquí tres indicadores. 
  1. El correísmo a la deriva: homogéneos hasta el unanimismo, los miembros de Alianza País dan la impresión de no saber a qué santo encomendarse en este momento. Algunos de los que están en el gobierno (Rosana Alvarado) hacen coro con la línea de Lenín Moreno. Esos militantes ya olvidaron lo que pregonaba Correa: no creer nada de lo que diga Odebrecht porque él es un delincuente que ha hecho un trato con la Justicia. Moreno sí se fía de la información proveniente de Brasil y apenas supo lo que  entregaron a Carlos Baca Mancheno, puso en marcha mecanismos legales contra los sindicados.
    Hay otros militantes, como Marcela Aguiñaga, que dan la impresión de navegar sin brújula. Se limitan a publicar en sus cuentas sociales el pronunciamiento del bloque AP, sin más. María José Carrión, presidenta de la Comisión de no-fiscalización de la Asamblea, lanza fuegos de artificio sin lograr atraer los faros de la actualidad sobre ella. Ha propuesto expulsar a Odedebrecht de Ecuador. En definitiva, no hay estrategia única como en el pasado. Ahora hay una línea clara que separa a los amigos de Correa-Glas y los de Moreno. Esa fractura se irá ensanchando.
  2. Un pronunciamiento que parece epitafio: las acciones que decidió emprender la Asamblea Nacional, en manos de Alianza País, muestran a un movimiento cometiendo un suicidio ritual en forma tan pública como lo hacían los samuráis. Pero sin el honor y la grandeza ética de esos legendarios guerreros. Llamar a juicio político a Carlos Polit, después de que Gabriela Rivadeneira lo posesionó el 15 de marzo pasado, muestra el nivel de incongruencia política de Alianza País y sirve de precedente para evaluar el tan cacareado compromiso contra la corrupción de Alianza País. Ese bloque ahora sí tiene prisa de que el Fiscal informe sobre el estado de la investigación. Basta recordar que desde el 21 de diciembre de 2016, cuando el Departamento de Justicia de Estados Unidos, reveló el caso Odebrecht, nada hizo el correísmo por tratar de saber la verdad. Ese movimiento político nunca presionó al anterior fiscal, Galo Chiriboga, para que imitara, por ejemplo, a su par peruano y llegara a acuerdos con las autoridades brasileñas para conocer los pormenores del escándalo.
    La semana pasada los legisladores de AP obstaculizaron a la oposición que quería que la Asamblea pidiera directamente información sobre el escándalo en Brasil. Ahora quieren mocionar para que viaje a Brasil una delegación de cuatro miembros del CAL. Esos mismos asambleístas dicen querer incorporar “mecanismos no solo para combatir sino también para prevenir y sancionar los actos de corrupción”… ¿Acaso no es ese movimiento el responsable político de la corrupción que se dio en el correísmo? Los asambleístas de AP nunca fiscalizaron, se escudaron tras la fórmula de “evitar el show político” y cohonestaron con una administración opaca durante diez años. En los hechos, ahora hacen todo lo que criticaron pero sin hacerse cargo de que fue Alianza País la que facilitó e, incluso, aupó la corrupción en esta década. 
  3. Para Vicepresidente ya suenan nombres: Nadie en Alianza País habla, oficialmente, de la situación en la que se encuentra Jorge Glas. Pero es evidente que él está en medio de todos los escenarios. Por una razón: está implícitamente conectado a la acusación que la Fiscalía hizo a su tío. Ese organismo cree que Ricardo Rivera recibió sobornos de Odebrecht por cinco millones de dólares: el 1% de todos los contratos (inicial y complementario) que firmó en Ecuador. ¿Cuál fue el servicio de Rivera? Su parentesco con un alto funcionario del Estado. Esto significa que, entre otras cosas, prestó el nombre para recibir dinero por los favores que ese alto funcionario hizo a la empresa brasileña.
    El Vicepresidente no ha sido formalmente nombrado y está usando dos líneas de defensa. Primero: subirse al tren de Moreno y lamentar que un familiar suyo esté involucrado. Segundo: hacer presión, incluso callejera, para exigir que se expulse a Odebrecht. Es un intento vano de mostrar iniciativa política y tratar de poner el acento en un punto secundario del problema.
    Su tío -ese es el hecho- está preso y con cargos que lo vinculan a él. Ricardo Rivera no es funcionario. Y no ha tenido un poder institucional suficiente para incidir en decisiones del Estado para favorecer una empresa. Pero Jorge Glas sí. Por esto, todos los caminos de la investigación que tengan que ver son Rivera irremediablemente llevarán a Glas. Un hecho más lo pone en el paredón: Lenín Moreno citó, como los casos paradigmáticos para ser investigados con la ONU, Odebrecht y Petroecuador. Y basta recordar que Carlos Pareja Yannuzzelli, uno de los actores de la corrupción en esa empresa, que se encuentra en Miami, dijo que allí ninguna decisión se tomaba sin que Glas la aprobara. La ruptura política Moreno-Glas luce evidente, a pesar de las fotografías que se tomen juntos. Y lo es al punto de que circulan listas con nombres para reemplazarlo. José Serrano y María Fernanda Espinosa, entre otros.

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