Publicado el 2017/06/03 por AGN
[Alberto Ordóñez Ortiz]
“El camino al infierno está hecho de buenas intenciones”. Ergo, el camino al cielo estaría hecho de malas intenciones; contrasentido que, dadas sus risueñas connotaciones, esbozará más de una sonrisa. Lo cierto es que si al dilema conceptual, posible materia de frondosas discusiones, extraemos de sus textos, lo realmente valedero, llegaremos a la inequívoca conclusión de que si las intenciones no vienen acompañadas de las acciones, quedan incompletas. Truncas. Detenidas en el umbral de las realizaciones. Aplicadas al panorama político nacional, podríamos decir que varias de las ofertas del discurso presidencial de inicio, son un conjunto de espléndidos propósitos; refrendados, desde ya, por decisiones concretas como la anunciada suspensión de las sabatinas y de las casi insuperables trabas para que los estudiantes secundarios ingresen a las universidades. Bien por las decisiones. Si así llueve, que no escampe. En lo que concierne a las demás ofertas, apretamos los dedos para que se concreten sobre la página aún en blanco de la práctica.
De lo que hemos visto y oído, parecería que el nuevo presidente intenta imponer su propio estilo. Conferirle sello inconfundible. Poner a sus haceres, letra e himno propios. Establecer respecto de su predecesor, la indispensable -como solía decir el maestro Paco Estrella- “distancia y categoría”. No de otra manera se explica su discurso conciliador, basado en un diálogo de ida y vuelta, la oferta de respetar a la libertad de expresión -el más importante reconocimiento de todos- y otros indicios que van por esa plausible dirección. Son vientos de cambio que hacen acto de presencia sobre el horizonte político. La incertidumbre parece cesar.
No obstante, una mirada al entorno nacional, sin ocultar las descomunales debilidades que padece, nos impone la tarea de decir que el país está virtualmente quebrado: antecedente de cuantiosos endeudamientos. Que para salir de la abismal quiebra ética y moral, solo el ejemplo de los gobernantes nos reintegraría a los valores que hacían de la dignidad y el orgullo, parte de nuestro día a día. Que la ruptura de la institucionalidad yace en terapia intensiva. Que una auditoría general al régimen anterior es una exigencia nacional. Que la herencia del hiperpresidencialismo conspira contra la independencia de las demás funciones del Estado. Que las fuerzas políticas en la Asamblea Nacional -la principal matriz de las divergencias- se encontrarían dividida al propio interior de AP.; y, que, las alianzas con las demás tiendas políticas, a más de suscitar cambios abruptos, podrían desembocar -dependiendo de las mayorías que se formen- en la desestabilización de la República.
Sin olvidar, desde luego, que es imperativo liquidar a la entramada red punitiva que movió los hilos de la [pesadilla] reciente, donde nadie o casi nadie era quien parecía y los que huyeron para proteger al régimen no tuvieron dificultades. Que los que intenten escapar ahora, sepan que no podrán hacerlo y que los ecuatorianos sabemos con claridad más que meridiana de qué y porqué intentan escapar. Entre tanto: ¡Distancia y categoría!. (O)
FUENTE DIARIO EL MERCURIO
FUENTE DIARIO EL MERCURIO
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