La obsesión argentina por
ser "un país normal"
Ignacio
de los Reyes
BBC Mundo, Buenos Aires
·
"¡Esto en un país normal no
pasa!", "¿Por qué no podemos ser un país normal?" "La
Argentina tiene que volver a ser un país normal"...
Se escucha en las calles, en las
reuniones de amigos, en los medios de comunicación y en los discursos de los
políticos.
A este corresponsal, al que antes de
aterrizar en Buenos Aires tanto le habían hablado de la arrogancia y aires de
superioridad de los argentinos, siempre le extrañó por qué los argentinos
parecen tener tan claro que no viven en "un país normal", como si más
que arrogancia llevaran a cuestas la cruz de una supuesta decadencia.
Esta obsesión con la normalidad
resurge cada vez que hay una noticia que sacude a la sociedad, como la reciente
muerte del fiscal Alberto Nisman, que todavía está envuelta en misterio.
Pero la recurrente frase de
"esto en un país normal no pasa" se puede oír también cuando se corta
la luz, cuando fallan los teléfonos o cuando la carretera queda cortada por una
protesta.
¿Pero por qué exactamente se sienten
tan "anormales" los argentinos?
Según
Alejandro Grimson, autor de Mitomanías
Argentinas, el local tiende a interpretar la
historia de su país como la de una nación que pasó de ser una gran potencia de
glorioso destino a ser un absoluto desastre.
PAÍS NORMAL, PAÍS SERIO
"Vengo
a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamosun país serio. Pero, además, quiero un país más
justo".
Discurso del expresidente Néstor
Kirchner el día de su asunción, 25 de mayo de 2003.
"En el imaginario se ve a la
Argentina de finales del siglo XIX y principios del XX como un país europeo
ubicado en un lugar equivocado, con la idea de que es una gran potencia
mundial, el granero del mundo.
"En aquella época eso era muy
discutido, pero 100 años después se tiene a ese país totalmente idealizado,
como si hace un siglo la Argentina hubiese sido totalmente maravillosa",
le explica Grimson a BBC Mundo.
"Algunos dirían que Argentina
fue una potencia a principios del siglo XX, otros que lo fue en los años del
peronismo (años 50), pero todos parecen coincidir en que ahora el país vive en
una permanente crisis", cuenta el doctor en antropología en la Universidad
Nacional de San Martín.
Luis García Fanlo, profesor de
Sociología de la argentinidad en la Universidad de Buenos Aires, asegura que la
obsesión con ser normal tiene que ver con la construcción misma de la nación
argentina "frente a la gran inmigración de fines del siglo XIX y
principios del XX".
"El Estado implementó una serie
de dispositivos patrióticos y un discurso sobre el argentino normal, buen
argentino, argentino sano, basado en el positivismo médico y el darwinismo
social de la época", le dice a BBC Mundo.
"Un argentino normal era quien
adhería a la cultura del trabajo, no se metía en política y profesaba
sentimientos patrióticos y de sumisión ante el orden social.
"Según el discurso de la clase
dominante, fue primero el anarquismo, luego el Yrigoyenismo (por la presidencia
de Hipólito Yrigoyen, de la Unión Cívica Radical) y finalmente el peronismo los
que degradaron al buen argentino, generando un país 'anormal'. Estos discursos
se reprodujeron en el teatro, el cine, la TV, la literatura, la historieta, los
diarios... hasta convertirse en el sentir común", añade.
¿Qué
es lo normal?
Sin embargo, todos los países parecen
sentirse únicos en sus conflictos. De algún modo, todos son un poco anormales.
En mi país de origen, España, muchos
no entienden que con el paso de los siglos se siga discutiendo sobre las
lenguas, territorios e identidades de cada región.
Cuando estudiaba en Bélgica, a nadie
le parecía razonable que su país pudiera pasarse meses sin tener gobierno por
la falta de acuerdo de sus partidos.
En Estados Unidos no se entendía cómo
una potencia mundial podía caer en el cierre de oficinas federales, con miles
de funcionarios sin trabajar, por falta de acuerdos políticos.
Y viviendo en México escuchaba con
frecuencia aquello de que el surrealismo se inventó en su país.
Pero entonces, ¿cómo es la normalidad
a la que aspiran los argentinos?
"El modelo era Estados Unidos
para Justo José de Urquiza o Domingo F. Sarmiento (expresidentes durante el
siglo XIX) y una simbiosis entre Inglaterra, Francia y Alemania para los
positivistas oligárquicos de la época del centenario de la Revolución de Mayo
(1910)", explica García Fanlo.
"Pero en décadas siguientes los
nacionalismos de derecha y los populismos radical y peronista, así como los
militares, propugnaron que había que encontrar un modelo argentino propio sin
ningún tipo de injerencia extranjera. Combinar las tradiciones con el
desarrollismo, una modernidad conservadora auténticamente argentina",
añade.
"¿Por qué no se alcanzó ese país
normal? Para unos por el populismo, para otros por la izquierda revolucionaria,
para otros por el imperialismo, para otros por las dictaduras militares o el
peronismo; en general, por existir una conspiración internacional para evitar
que los argentinos tengamos un destino de grandeza", según García Fanlo.
El
ideal de lo normal
Hoy en día, apunta Grimson, muchos
argentinos siguen mirando a EE.UU. y, sobre todo, a Europa.
"Pero con un problema: la Europa
que ellos imaginan es un lugar idealizado, donde a los mismos europeos les
gustaría vivir. No es real", aclara.
"Es algo que vemos habitualmente
en sociología: se anulan todos los problemas del otro, dejando solo los aspectos
positivos, y se idealiza. Pero eso no sirve para un país, porque todos los
países tienen problemas".
Los argentinos se refieren
habitualmente a sí mismos como un pueblo que vive de crisis en crisis, con una
capacidad de adaptación infinita.
Acostumbrados a quedarse al borde del
abismo por las sacudidas económicas y la inestabilidad política de las últimas
décadas, pero sin llegar a dar el paso al vacío.
La normalidad que muchos añoran
podría interpretarse, entonces, como ansias de estabilidad.
"Este es un país
estresante", señala Alejandro Grimson.
"Lo es en términos económicos y
políticos, porque es un país vertiginoso: los tiempos políticos son cortos
cuando se la compara con otros países de la región y no hay continuidad
política. Hasta los medios construyen la creencia de que cada diez años llega
una crisis al país", dice.
"Anormales,
pero orgullosos"
Cualquier extranjero en Argentina
aprenderá en cuestión de días que en pocos lugares hay tanta gente dispuesta a
hablar mal de su propio país… y a su vez, tanta gente dispuesta a exclamar que
como Argentina no hay otra en el mundo. Como el vino, el fútbol o la carne
argentina no hay dos, dirán. Pero ningún país tiene tantos políticos corruptos
y "vivos" como éste, o tantos "chorros" (ladrones),
argumentarán.
Los argentinos -y los porteños en
particular, que son los que mayormente me cruzo a diario- se quejan a menudo de
vivir en "un país de m…", pero a la vez dicen convencidos que es
mejor que cualquiera de sus vecinos ("¡Si vas a las cataratas de Iguazú,
mucho mejor del lado argentino!").
Nunca me imaginé que tendría la
experiencia de vivir en el mejor y en el peor país del mundo al mismo tiempo.
"Hay una contradicción que es
que por un lado el resto del mundo está convencido de que los argentinos somos
soberbios, pedantes, arrogantes, insoportablemente creídos... y que los
argentinos dentro de la Argentina nos la pasamos hablando pestes de nuestro
país", dice Grimson.
Y al mismo tiempo, dice,
"todavía existe esa obsesión con ser los mejores, los campeones del mundo.
Y esa es una trampa para la posibilidad de ser un país normal".
"Nos impusieron que teníamos que
ser normales y a la vez nos dicen que no lo somos. Nos dicen que tenemos un
destino de grandeza y a la vez que cada vez estamos peor", argumenta
García Fanlo.
"La combinación entre la
frustración por lo que deberíamos ser pero nunca llegamos a ser y esa idea de
la conspiración internacional –explica– dan como resultado algunos de esos
estereotipos".
Será que al fin y al cabo, como dice
el sociólogo, "es difícil ser argentino".
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