El "Milagro
ecuatoriano" en la renegociación de contratos petroleros
Uno a uno los casos en los cuales
el Ecuador ha reconocido más de USD 800 millones a las petroleras privadas
transnacionales por concepto de indemnizaciones. ¿A quién beneficia el milagro
petrolero ecuatoriano?
10 de junio del 2014
FERNANDO VILLAVICENCIO
Foto: Presidencia de la República
Wilson Pastor admite que el modelo de contrato de
prestación de servicios con tarifa no es el más competitivo para atraer
inversión petrolera de riesgo.
Lo llaman “el milagro ecuatoriano”. Casa adentro se imprime en
ruidosas campañas publicitarias, como soberanía petrolera. Allende las
fronteras, en conferencias “magistrales”, es posicionado como eslogan de
eficiencia económica, nacionalismo creativo y positivismo socialista. La proeza
se realizó el año 2010 cuando, a través de una reforma sin debate, se cambiaron
los contratos de participación y campos marginales a prestación de servicios.
Y, como todo milagro tiene su santo, aparecen como autores de la maravilla:
Rafael Correa, Jorge Glas y Wilson Pastor, este último considerado el maestro
del maquillaje contractual.
A
cuatro años de vigencia del revolucionario modelo, la realidad es distinta.
Entre los secretos oficiales, el principal autor del “milagro”, Wilson Pastor,
reconoce el fracaso y hace un mea culpa. A través de una carta remitida a
Rafael Correa, Jorge Glas y Alexis Mera, el actual embajador en Viena, reconoce
que “… el modelo de contrato de prestación de servicios con tarifa, no es el
más competitivo para atraer inversión petrolera de riesgo…”.
¿Cuál
es la diferencia entre el contrato de participación y el de prestación de
servicios? En el primero (neoliberal), la compañía recibe una participación en
la producción de crudo, mientras con el segundo (socialista), el Estado paga una
tarifa a la compañía por barril extraído. Aunque literalmente el 100% del
petróleo sea de propiedad del Estado, en la práctica las tarifas se cancelan
con petróleo.
Cuatro fueron los
objetivos de cambio de contrato: mejorar la participación del Estado, atraer
inversión extranjera, incrementar las reservas y subir la producción de los
bloques privados.
Cuatro
fueron los beneficios que se pensaba alcanzar con los nuevos contratos: 1)
mejorar la participación del Estado en la renta petrolera; 2) atraer inversión
extranjera para actividades de riesgo exploratorio; 3) incrementar las reservas
de petróleo, y 4) subir la producción de los bloques privados. En la práctica,
los objetivos 2, 3 y 4, resultaron un rotundo fracaso, y el primero tuvo un
relativo éxito debido a los altos precios del petróleo, que permitieron al
gobierno obtener mayores ingresos fiscales por exportación. Durante casi 4 años
de vigencia de los contratos, las reservas de los bloques operados por las
transnacionales no se incrementaron, la producción cayó hasta ubicarse en mayo
del 2014 en 120 000 barriles diarios. Los yacimientos operados por las
compañías extranjeras están prácticamente agotados.
El
contrato de prestación de servicios con tarifa garantiza a la contratista un
ingreso fijo, no así al país, cuyos ingresos dependen del precio internacional
del hidrocarburo. Por ejemplo, si los precios cayeran a niveles registrados
hasta el año 2006 (40 US/Bl), considerando las tarifas negociadas, de 35 o 41
dólares a favor de las compañías, el país hubiera recibido en algunos casos
apenas 5 dólares por barril, y en otros, como el caso de Andes Petroleum,
hubiésemos quedado debiendo a la compañía. Aquí la suerte hizo lo que el
talento no pudo.
Partiendo
de la información oficial, lo que ganó el país con el cambio de contratos de
participación y campos marginales a prestación de servicios, fue 0,34 (US/Bl)
centavos de dólar por barril. Una cifra insignificante, como se expresa en el
cuadro.
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