jueves, 12 de marzo de 2015


Por qué no puede acabarse con la pobreza definitivamente?

La semana pasada la revista estadounidense Forbes volvió a publicar su lista de las personas con una fortuna personal superior a mil millones de dólares. Aparte de algunos nombres nuevos y caídas estrepitosas en unas cuantas grandes fortunas, una de las sorpresas de este año es que se sumaron 270 personas más a la lista de privilegiados.

Otra de las revelaciones es que la suma de todas las grandes fortunas del mundocreció en casi US$800.000 millones con respecto al año pasado. Es decir, los más ricos del mundo se hicieron todavía un poco más ricos, a pesar de la caída de los precios del petróleo y la desaceleración de la economía en algunas regiones del planeta.
Sin embargo, el crecimiento de las grandes fortunas no significa necesariamente que la riqueza esté permeando hacia abajo en la mayoría de las sociedades. En el caso de América Latina, por ejemplo, se calcula que una de cada cinco personasvive en lo que los expertos llaman pobreza crónica.
Estamos hablando de 130 millones de personas que no han logrado salir de la pobreza, a pesar de los reconocidos avances de la región en ese terreno y de que Latinoamérica tiene hoy más de la mitad de su población en la clase media (con un ingreso entre 10 y 60 dólares al día).
América Latina acaba de vivir una década de grandes avances económicos y sociales gracias, entre otras cosas, a los buenos precios de las materias primas, pero también a acertadas políticas de reducción de la pobreza en muchos de los países de la región. Esa bonanza y esos programas, sin embargo, no llegaron a todos.
¿Qué se puede hacer para que el bienestar llegue a todos los ciudadanos?
¿Es posible distribuir la riqueza de manera justa?
¿Se puede erradicar la pobreza?
¿Es responsabilidad de los gobiernos o de toda la sociedad?

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