Por José Hernández
Señor
Presidente,
Es
insólito, ya no desde el sentido común sino desde sus intereses políticos, que
el gobierno nacional siga defendiendo al señor Maduro: hombre incompetente,
patético gobernante que habla con pajaritos y a veces duerme cerca de la tumba
de Chávez, candidato posible –si siguen los asesinatos (ahora de niños)– al
Tribunal Penal Internacional.
¿Se
siente usted cómodo apoyando al chavismo que quebró a Venezuela; país con las
mayores reservas de petróleo del mundo? La quebró teniendo 298.000 millones de
barriles que alcanzan para unos 300 años y justamente en la década en que el
Petróleo tuvo el precio más alto de la historia. ¡Gran proeza, sin duda! El
chavismo lo logró en apenas 15 años.
Venezuela
se encuentra, usted lo sabe, al borde de la insolvencia. Y es indecoroso ver
cómo personas de su gobierno, que hacen odas sobre los diplomas de tercer
nivel, repiten versiones tan delirantes como las del señor Maduro. Ese fracaso
apoteósico no se debe, según él, a la inviabilidad manifiesta del sistema que
encarna: es producto de una conspiración internacional. Además de inepto, el
señor resultó aparatoso.
Usted es economista y sabe de estadística. Le es factible,
entonces, seguir los índices del Gobierno que dirigió Hugo Chávez desde 1999
hasta 2013. Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica,también
lo ha hecho y concluyó que el chavismo tuvo cuatro años de auge por los precios
crecientes del petróleo: de 2004 a 2008. Desde entonces, la factura no cesa de
crecer.
Chávez
hubiera podido parar el vértigo que arruinó a su país. Parar el despilfarro. No
expropiar y no estatizar empresas cuyo número superó las 1.100; hoy en peores
condiciones. No ahuyentar la inversión privada. Ni atacar al sector privado con
regulaciones absurdas que desindustrializaron a Venezuela. La industria, que
representaba más del 20 por ciento del PIB, bordea ahora apenas el 13%.
¿Recuerda
usted a Chávez, señor Presidente? ¿Lo divisa en la calle, rodeado por decenas
de cámaras, impartiendo órdenes de expropiar inmuebles y empresas con una
determinación parecida a la que muestra el San Jorge de Tintoreto para dominar
el dragón? Chávez quería entrar en la historia. Se comparó con Bolívar. Con
Martí. Con San Martín. Él se vio siempre como el emancipador que estaba
produciendo las nuevas epopeyas históricas del continente.
¿Lo
recuerda usted? Parecía niño suelto en fábrica de chocolates. ¿Lo recuerda
dando la vuelta al mundo y regalando la plata del Estado venezolano como si
fuera la suya? ¿Lo rememora firmando acuerdos, colocando primeras piedras,
evocando las gestas épicas paridas por él en noches de insomnio en Miraflores?
¿Alguna
vez le creyó, señor Presidente? ¿Piensa hoy que ese mismo Chávez, tan lírico
él, tan desprendido, tan ingrávido como un sueño, fue el mismo que derrochó los
350 millones de dólares diarios que, en promedio, recibió su país por cuenta
del petróleo durante todos los años de su gobierno? La montaña de dólares es
monumental. Ese Chávez es el mismo que, no contento con derrochar el dinero del
petróleo, se dedicó con ahínco a desplumar la gallina de los huevos de oro. ¡Y
lo logró! La producción petrolera de su país disminuyó en un millón de barriles
diarios. PVDSA, la estatal venezolana, sextuplicó su deuda, triplicó su nómina
con pipones del oficialismo y ahora tiene que importar petróleo y derivados
como gasolina y diesel. Una hazaña inimaginable incluso para los escritores del
realismo mágico. ¿Coincide usted, señor Presidente?
En
Alianza País dirán, porque ya lo han dicho, que con Chávez bajaron los índices
de la pobreza, de la mala salud… y que subió la renta per cápita en Venezuela.
Pero claro: basta con multiplicar 350 millones de dólares diarios provenientes
del petróleo por 15 años: esa cifra faraónica suministra una explicación. No
obstante, ninguna de esas bondades –explotadas por el chavismo para aceitar su
base política– es sostenible. La inflación supera el 60% y como las cifras
están trucadas, algunos analistas hablan de más del 80%. Ese impuesto licúa los
salarios. La tasa de cambio del dólar oscila entre 6.50 bolívares y 150
bolívares. El índice de escasez se calcula entre 80% y 100%. La delincuencia
convirtió a Venezuela en el segundo país más violento del mundo… Esta retahíla
sí es larga.
Es la
obra del chavismo y usted sabe que en el manejo económico solo Chávez y su
aparato metieron la mano. Ahora que ya no hay plata para tapar tanta ineptitud,
corrupción y cháchara barata, Maduro habla de conspiración internacional. Ese
señor –patético representante del chavismo exangüe– ya no sorprende. Lo
ininteligible es que su gobierno adhiera a esa farsa.
Señor
Presidente,
¿Haber
arruinado a Venezuela, tener una cúpula corrupta e inepta, meter presos a los
opositores y legalizar, en los hechos, la pena de muerte para los manifestantes,
convierte al chavismo en un paradigma digno de ser defendido? ¿Chávez, héroe y
ejemplo? ¿Qué le celebra usted a un señor que, en medio de la lujuria
petrolera, puso el dinero y el destino de Venezuela al servicio de sus deseos
más fatuos? Con Chávez Venezuela salió del ranking de los 10 grandes
productores mundiales de petróleo y su economía está entre las peores de una
región que él pretendió guiar como nuevo libertador. Inverosímil pero
elocuente.
Ahora
su gobierno vuelve a jugarse por este régimen tras la declaratoria de
“emergencia nacional” hecha por el presidente Barak Obama ante la situación en
Venezuela. Su gobierno ve, en ello, un ataque a la soberanía de Venezuela y un
atentado a “los esfuerzos en pos del diálogo”. ¿Cree usted que se afecte la
soberanía por haber sancionado a siete funcionarios del chavismo, comprometidos
públicamente con la persecución, la represión y los asesinatos? El decreto
firmado por el presidente de Estados Unidos puede ser polémico pero, en los
casos que ha procedido en forma similar, no ha dado lugar a invasión alguna. Es
una medida contra represores y corruptos. ¿Sería preferible, señor Presidente,
que las democracias del continente cerraran los ojos, como hizo Europa cuando
Slobodan Milosevic pudo cometer crímenes atroces en Bosnia, durante tres años?
Estados
Unidos hizo saber, además, que no hay sanciones adicionales contra ninguna
industria, individuo o entidad que no esté específicamente nombrada en la orden
del presidente Obama. ¿Dónde está el atentado a la soberanía? ¿O cree usted
que, bajo ese paraguas, los gobiernos pueden hacer con sus ciudadanos lo que se
les ocurra? Nadie criticará al presidente Obama (bueno sí, Alberto Acosta) por
usar el poder (sin poner un soldado en suelo venezolano) para proteger a los
más débiles.
Señor
Presidente,
Hace
unos años Chávez podía perorar en muchos países y hacer creer que era, al
menos, la reencarnación de Bolívar. Hoy Chávez es sinónimo de fracaso
estruendoso, miseria y enajenación política. ¿Por qué lo defiende? ¿No cree que
el chavismo es un espejo en el cual gobiernos como el suyo deben mirarse?
¿No cree que, en vez de defender al patético señor Maduro, lo sensato, incluso
para sus intereses políticos, es aprender a frenar, detener el vértigo en
aquello en que su gobierno y el de Venezuela son parecidos?
¿No
siente usted que el viento ya cambió de dirección?
Con el
respeto debido a su función,
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