Beatriz León
Dime quién te
asesora y te diré quién eres…
Desde los
albores de nuestra nación, la violencia contra la mujer ha estado presente de
manera estructural. Esa historia a la que miramos, como buscando el espejo de
lo que somos, nos devuelve datos frescos de una realidad. En 1795, por ejemplo,
una de las persecuciones institucionales más memorables no fue impulsada
precisamente para atrapar a un peligroso asesino, sino contra la
independentista Rosa Zárate. A aquella valiente, luego de que fue abandonada
por su esposo, la acusaron de concubinato público y adulterio. Fue condenada al
destierro o a retornar con su marido, acción que sería, en sus palabras, “una
condena a muerte”.
Siguieron los años consolidando la
imagen “adecuada” de mujer para llegar a otro momento representativo en la
Cuenca de 1857, cuando Fray Solano pregonaba, desde el púlpito, el discurso de
la moralidad y buen vivir de los tiempos. La Iglesia llegaba a afirmar que la
fe se encontraba amenazada por las malas lecturas. En textos de sus boletines
eclesiásticos se leía: “Nunca han sido más nocivas y fatales que ahora cuando
sin obstáculo alguno de la Policía se venden libros, folletos y estampas
abiertamente inmorales como si los poderes públicos, lejos de contener más bien
quisieran favorecer la propaganda de la impiedad, de la herejía y de las
sectas”. Una osada poetisa, Dolores Veintimilla, organizaba tertulias de
lectura y repartía su creatividad y poesía para molestia de los omnipotentes.
Poco antes de suicidarse, dolida, escribió Necrología, criticando la pena de
muerte que defendía la Iglesia católica, y conseguía con ello perturbar aún más
a los poderosos que con su acoso y sospechas contribuyeron a su prematura
muerte.
La violencia contra la mujer es
estructural, por eso, desde antes de ser República, nuestro país ha construido
la naturalización de la violencia como una imagen cotidiana. La cotidianidad
del maltrato es tal que en pleno 2014 es asesinada una mujer cada tres días,
basta revisar las cifras que publica el Ministerio del Interior para
comprobarlo. Estos femicidios se acumulan y se presentan tan habituales que
toda la violencia y maltratos previos, así como las formas estatales e
institucionales de violencia son invisibilizadas aún más.
También
es violencia contra la mujer la epidemia de embarazo adolescente que viene
incumpliendo metas de rebaja propuestas por ministros desde hace 25 años. Y
para preocuparnos más, lejos de profundizar la respuesta multisectorial e
institucional, el presidente de la República ha entregado la Enipla (Estrategia
Nacional Intersectorial de Prevención de Embarazo Adolescente y de
Planificación Familiar) a una asesora personal, cuya experiencia está
excelentemente expuesta en el artículo ‘¿Por qué está en riesgo la estrategia
pública para prevenir el embarazo adolescente?’, de Silvia Buendía (http://gkillcity.com).
Se trata de la señora Mónica Hernández, quien participará el 5 de diciembre en
uno de los congresos más conservadores de producción de políticas públicas del
mundo:http://www.politicalnetworkforvalues.org/home.html.
La fuerza de discursos religiosos y
oficiales para crear mujeres domesticadas y silenciosas seguirá encontrando
cada vez más resistencia en hombres y mujeres libres que actuamos para lograr
igualdad. Esperamos que el Gobierno recapacite y otorgue más recursos y
participación basados en evidencia científica que aleje la influencia de
prejuicios y dogmas para empezar a superar el problema nacional de la violencia
contra la mujer en todas sus formas.
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